Tragamonedas, ruletas, apuestas, deudas, chamuyos, salvarse y arruinarse. El sociólogo Andrés Fuentes investiga en los bingos, sí, pero mira otra cosa: el funcionamiento de una maquinaria terapéutica para entender cómo se gobierna nuestra vida y qué otras formas de existencia se activan con el juego. Se quita la moralidad y transforma las luces de colores en cristales para leer tanto derrotas sociales de la época como la eficacia de un dispositivo con herramientas para nuevas invenciones políticas.
Los bingos se transforman en un punto de la cartografía urbana que promete salvación echando mano a facetas conocidas por todxs: el deseo por la guita, la fascinación tecnológica y el salvarse como gran utopía. Una zona de aislamiento compartido que funciona como un fármaco para los ánimos de la vida precaria. Andrés asume un lenguaje callejero y crea conceptos para pensar seriamente la joda. Se para en ese baldío temporal que son las casas de juego y se pregunta por todo lo que hacen sus habitués.
No juzga: quiere entender de qué están hechos hoy los deseos, por qué la timba logra satisfacerlos y por qué andamos tan cansados que no podemos reunir fuerzas para soñar otras cosas.