Prólogo

Construyendo campos semánticos feministas

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Compartimos el prólogo de la investigadora Emanuela Borzacchiello al libro "(IM)PERICIAS. Una crítica feminista a la investigación de desapariciones", de la Colectiva de Intervención Ante las Violencias (CIAV). ¿Cómo se leen y analizan las causas de las desapariciones?, ¿por qué los expedientes de los casos no son neutros?, ¿cómo recuperar evidencias de interés pericial por los procesos judiciales?, ¿por qué es clave dar contexto a la víctima y su entorno, aplicando una perspectiva interseccional?

Entender las violencias para atenderlas

Desde el norte de la frontera mexicana hasta el Cono Sur, entre diferentes disciplinas y campos de acción feministas, investigamos las violencias múltiples que atraviesan nuestras geografías corporales y territoriales. Antes de atender, entendimos las violencias para construir las metodologías más eficaces. Antes de poner en marcha soluciones, escuchamos y acompañamos a quienes sufren. Año tras año, asistimos a cambios siempre más rápidos: las violencias se modifican no solo cuantitativa, sino cualitativamente. Para enfrentar la rapidez, desciframos las variaciones, registramos los datos y producimos instrumentos a menudo dispersos y fragmentados, porque nos situamos en el terreno donde se enfrentan directamente las emergencias, visibilizando las huellas que se quieren dejar como puntos oscuros.

Con este libro, la Colectiva de Intervención Ante las Violencias (CIAV) trasciende las emergencias y nos restituye diez años de aprendizajes: reúne y explica instrumentos de investigación, plasma e integra una metodología extremadamente valiosa para indagar las violencias letales y la búsqueda de personas desaparecidas. Dicha metodología nace de la capacidad de poner en diálogo disciplinas diferentes: antropología, arqueología, comunicación, ciencias políticas y jurídicas. Se trata de un método de trabajo feminista que interpela y pone en tensión la antropología forense clásica, surgida en la década de los ochenta del siglo pasado, como respuesta a las violencias en contextos dictatoriales y que, con extremo rigor científico, construye una alternativa para enfrentar las desapariciones en época contemporáneas.

Quienes investigamos violencias letales, a menudo enfrentamos un sistema de justicia que nos ignora, que parte de una sola hipótesis y excluye otros escenarios posibles. ¿Cómo se leen y analizan las causas de las desapariciones?, ¿por qué los expedientes de los casos no son neutros?, ¿cómo recuperar evidencias de interés pericial por los procesos judiciales?, ¿por qué es clave dar contexto a la víctima y su entorno, aplicando una perspectiva interseccional?

Para responder a estas preguntas e investigar entre diferentes escenarios, las integrantes de la CIAV, página tras página, exponen diez años de trabajo político feminista conducido entre las excavaciones y las exhumaciones de cuerpos a los que, antes de ser encontrados por ellas, se le socavó el derecho a una muerte digna. Nos dejan entrar en los archivos y descubrir que allí no siempre se esconde la verdad. Nos dejan abrir los expedientes y desenmascararlos como espacios patriarcales, porque en ellos operan dinámicas sociales: en los casos de desaparición, las madres son señaladas como responsables de no haber protegido a sus hijes, o en los casos de violencia sexual se investiga y acusa a la sobreviviente antes que a su agresor. El trabajo de la CIAV ofrece elementos útiles para sustentar cómo en los expedientes se acumulan rumores y diferentes versiones de los hechos como si fueron datos reales.

Cómo se leen y analizan las causas de las desapariciones?, ¿por qué los expedientes de los casos no son neutros?

Además, la Colectiva analiza quirúrgicamente los mecanismos del sistema de justicia patriarcal y punitivista como cuando hablan de “fragmentación de la praxis”, o sea, cuando asistimos a la pluralización de los procesos administrativos que frenan la resolución de los casos o el uso de tipos penales y protocolos de investigación no adecuados que responden más a una agenda de coyuntura que a la realidad de los hechos.

La CIAV traza un mapa de instrumentos puntuales, lógicos y ordenados. La recomposición de este campo semántico nos permite interpretar elementos que parecían confusos o ambiguos y componer una metodología polifacética que podemos desmenuzar, usando cada instrumento según nuestras exigencias y en nuestros diferentes territorios.

La capacidad de permanecer, renovarse y sostenerse

El 3 de junio de 2018, un grupo de ocho mujeres lanza en Buenos Aires la Colectiva de Intervención Ante las Violencias, un lugar común donde se comparten experiencias, entrecruzan competencias, se trabaja a partir de lo que necesita el territorio y las transformaciones de las violencias que sufren los cuerpos. Esta colectiva feminista se va formando en el oficio, trabajando en el campo, en los pasillos judiciales, en las marchas, en las aulas universitarias, en las asambleas feministas.

La CIAV nace ya con una historia.

Celeste Perosino, arqueóloga y filósofa, ya había colaborado con el Equipo Argentino de Antropología Forense, y a su trabajo la acompañaba una profunda preocupación política: “llegar donde la ineficacia y el desconocimiento de los servicios de justicias no llegan, y desafiar los límites de la antropología forense”. A fines de 2012 funda Acciones Coordinadas contra la trata junto a dos antropólogas, Nadia Soledad Rabuffetti y Amelia Barreiro se conforma el primer núcleo de trabajo. Nadia se especializa en investigaciones judiciales como perita con un enfoque interdisciplinar porque para ella “eso significaba asumir otras formas de pensar un mismo objeto”. Amelia decide abandonar su sueño de ser egiptóloga cuando encuentra la antropología forense: “a unos días de empezar la carrera, vino el Equipo Argentino de Antropología Forense a darnos una charla sobre la investigación que estaban haciendo en distintos cementerios del país y fosas clandestinas donde se recuperaban restos de las personas desaparecidas en la última dictadura. Eso a mí me voló la cabeza y dije, yo voy ser antropóloga forense”.

Las integrantes comparten el mismo punto de partida: todo lo que aprendieron en la investigación de las desapariciones en dictaduras podía servir para investigar estos mismos actos con el arribo de la democracia. Al final de 2013 se suma Andrea Gutiérrez, especialista en Comunicación, que aporta al grupo una mirada fundamental: el monitoreo de servicios de comunicación audiovisual permite analizar cómo y por qué un tipo de divulgación periodística puede incidir en los tribunales de justicia para la resolución de los casos de desapariciones y violencias de alto impacto.

2014 y 2015 fueron años clave. Emerge y se expande el movimiento de Ni una Menos y cada vez se hace más visible a nivel nacional y regional la violencia letal contra las mujeres y los cuerpos feminizados. La CIAV se fortalece gracias a la entrada no solo de Gutiérrez, sino también de Daniela Micheli, Belén Sandoval Ramos y Silvia Carlini Comerci, antropólogas, y Evelyn Cels Manavella, politóloga. Todas trabajan dentro y fuera de las instituciones, o desempeñándose como peritas en diversas causas de desaparición y otros tipos de violencias o, como Belén, realizando trabajo de conservación e investigación con restos óseos en la provincia de Buenos Aires. Este punto de vista múltiple les permite, afirma Daniela, “entrar en contacto con todo un entramado institucional y con el ejercicio de la política institucional desde la capital del país. Un entendimiento diferente de cómo funciona el Estado”. Un desafío que para Andrea implica “armar nuestra forma de trabajo, nuestra metodología, conversar con otras disciplinas”. Una mecánica que fija objetivos concretos, entre estos los de Evelyn, quien, al entrar a la Colectiva, empieza la construcción de un primer registro de las personas desaparecidas en democracia. La colectiva se vuelve uno de los centros de gravedad permanente alrededor del cual se construyen instrumentos de investigación que puedan subvertir el orden impuesto por un sistema de justicia patriarcal.

Las integrantes comparten el mismo punto de partida: todo lo que aprendieron en la investigación de las desapariciones en dictaduras podía servir para investigar estos mismos actos con el arribo de la democracia.

Pero para permanecer había que renovarse, así que reconfiguran su campo semántico de acción. Se pone en discusión la necesidad de no estar limitadas a un sólo tipo penal. Celeste y Amelia cuentan que “la decisión de pasar de ser una colectiva sobre acciones de trata a intervenciones sobre violencias, viene de las reflexiones que estábamos haciendo acerca de los tantos casos investigados como trata que en realidad no lo eran, sino que derivaban de las combinaciones de violencias múltiples que desembocaban en una desaparición, muchas veces mal investigadas, abandonadas por la justicia y el Estado”. En 2018 “nos refundamos”, afirma Andrea, y el 3 de junio de ese año, este grupo de ocho mujeres lanza en Buenos Aires, la Colectiva de Intervención Ante las Violencia, un lugar común donde se comparten experiencias, entrecruzan competencias, se trabaja a partir de lo que necesita el territorio y las transformaciones de las violencias que sufren los cuerpos.

Permanecer más allá de la precariedad laboral y de las difíciles coyunturas políticas implica renovarse, y para renovarse hay que sostenerse. Al tejer de forma coral sus voces, se puede entender cuáles entramados feministas consiguieron activar. En sus propias palabras,

la investigación es un hecho político. El diferencial de la colectiva es este: nosotras combinamos el conocimiento científico aplicado con un posicionamiento feminista militante que no es uniforme dentro del espacio, pero logra generar una voz común. Supimos dar momentos de trabajo intenso y otros para reflexionar, repensarnos. En este espacio siempre se potencian iniciativas. Esto ha permitido que tengamos plasticidad como grupo de intervención, ya que hemos podido adaptar nuestra metodología de trabajo a distintos contextos y situaciones. Cuando nació mi hija sentí de primera mano un montón de violencia de género que hasta este momento no había experimentado. En la colectiva conocen mi realidad y me entienden. Me tomé tiempo cuando tuve a mis hijas y tengo muchas veces que pedir tiempo más porque no logro acabar algo y siempre conté con el apoyo y el amor de ellas. Mirando hacia atrás, fueron las redes que construimos entre nosotras lo que hizo que más de un cimbronazo personal, profesional o laboral tuviera un amortiguador y pudiéramos seguir adelante con la Colectiva. Conocí un grupo de personas que se convirtieron en compañeras y amigas. Creo que sólo de esta manera los proyectos crecen y se diversifican. Este libro es un ejemplo de eso: de laburo, pasión y compañerismo.

Transitar hacia un campo semántico feminista

La metodología polifacética de la CIAV altera y trastoca el sistema de una justicia patriarcal y punitivista, además de definir algunas estrategias desde donde podemos actuar frente a ello:

Adquirir un enfoque integral de las resoluciones de los casos que considere la complejidad de las situaciones individuales.

La identificación de una persona no es el punto de llegada sino el de partida para la investigación, pluralizando las hipótesis y no apostando sólo por una.

Hay que abrir otro tipo de identificación que no sea el binarismo hombres/mujeres.

Debemos examinar a fondo el contexto de cada desaparición, considerar múltiples escenarios posibles y no limitarnos a una única línea de investigación.

Es indispensable investigar a partir de la vida de los cuerpos y de los territorios que sufren violencia.

La clave es acercarse, extraer un poco de luz del fondo de la oscuridad y comprometerse.

Cada uno de los ochos capítulos que conforman el libro está escrito a partir de un riguroso análisis de casos. Cada uno de ellos se articula alrededor de una pregunta clave y por cada interrogante se construyen y sistematizan instrumentos de investigación. Instrumentos flexibles con características bien definidas como la capacidad de analizar el contexto de la persona desaparecida, quién era, qué violencias previas había sufrido, qué desigualdades sociales la ponían en una condición de mayor vulnerabilidad, quién/quiénes son los responsables: ¿el agresor que la desaparece?, ¿la sociedad que la juzga, etiqueta y humilla?, ¿el aparato institucional que constantemente no investiga con la debida diligencia, ni con perspectiva de género, y revictimiza a sus familiares y personas queridas?

Estamos ante un rompecabezas que debemos recomponer incesantemente porque cada pieza cuenta y es corresponsable. Las integrantes de la CIAV detectan la necesidad de crear de forma interdisciplinaria y colectiva instrumentos que tensionen la estructura del sistema de justicia, evidenciándolo como una “maquinaria automatizada que funciona sobre la base de viejos y obsoletos procedimientos”.

Los ochos capítulos trazan etapas de comprensión, no establecidas de forma jerárquica, pero sí interrelacionadas. El derrotero de esa sistematización puede resumirse del siguiente modo:

Etapa uno. Las desapariciones contemporáneas no son ni monolíticas, ni unidireccionales, no pertenecen a una misma comunidad de sentidos, ni emiten un mensaje unívoco, por lo tanto, es necesario no adoptar una única explicación para resolver los casos y hay que permitir que se involucren en los procesos de justicias otros actores sociales. Un caso singular donde ello no ocurrió fue el de Johana Chacón, quien tenía 13 años cuando desaparece. La directora de su escuela, Silvia Minoli, quiso ser querellante en los juicios, pero fue rechazada por no tener un vínculo familiar con las víctimas.

Desde el norte de la frontera mexicana vemos cómo el involucramiento de periodistas, activistas sociales, maestras o académicas en la resoluciones de desapariciones y violencias letales sea clave para los familiares y la comunidad porque, entre otros impactos, logra articular las personas afectadas por la violencia con organizaciones institucionales con el objetivo de impulsar legislación y políticas públicas adecuadas para responder al fenómeno, así como recoger casos de personas que no están en las estadísticas oficiales, ya que sus familiares no denuncian por miedo por ser víctimas de amenazas o por la desconfianza en las autoridades.

Etapa dos. ¿Qué sucede cuando empezamos a investigar a partir de los cuerpos más racializados, generizados, invisibilizados, cosificados? Las omisiones y la responsabilidad del sistema de justicia se amplifican de forma desproporcionada, y muestran toda su debilidad e ineficiencia.

Las desapariciones contemporáneas no son ni monolíticas, ni unidireccionales, no pertenecen a una misma comunidad de sentidos.

Etapa tres. La construcción operada por los medios de comunicación tiene un impacto directo en el acceso a la justicia. La conjunción del discurso mediático, policial, judicial y la vida en el territorio construye las identidades de las personas desaparecidas.

¿Cómo lo logran? A menudo, los diferentes medios construyen justificaciones preconcebidas que acaban por legitimar la violencia, crean un tipo de comunicación que cosifica a las víctimas y descontextualiza el caso, encierran la violencia en el espacio privado, reproduciendo el relato según el cual las razones y las causas tienen que buscarse únicamente en la vida privada de las víctimas, o ponen en el centro de la noticia la anormalidad del agresor y de la excepcionalidad de las violencias, mientras que silencian la normalidad con las cuales estas se instalan y reproducen.

Etapa cuatro. La falta de investigaciones exhaustivas incide directamente en la resolución de los casos. Mientras el cuerpo de la persona desaparecida queda en el umbral entre la vida y la muerte, en el esfuerzo ininterrumpido de búsqueda se descomponen los cuerpos de sus familiares. Por un simple acto administrativo, debido a la nada diligente justicia, “es posible condenar a años de angustia, de incertidumbre, de búsquedas y pistas falsas, que pudieron ser solo un par de meses si alguien le hubiera prestado atención a ese informe”, afirman la CIAV.

Etapa cinco. Para no quedarse atrapadxs en una búsqueda infinita es necesario recolectar correctamente datos y reunir toda evidencia, entender los antecedentes de la situación que se indaga, identificar todas las líneas de investigación establecidas, conocer cuáles han sido las acciones ejecutadas por las autoridades y los resultados obtenidos.

Etapa seis. El cuerpo y su contexto, o sea, el objeto de estudio más viejo del mundo, muchas veces está ausente en la forma antropológica “clásica” cuando se investigan estos delitos. A partir de las huellas trazadas por las epistemologías feministas, la experiencia de la CIAV subvierte el orden establecido: investiga a partir del cuerpo y considera todos los factores contextuales que pueden indicar la comisión de un homicidio con componente de género.

Etapa siete. Para volver a abrir la investigación de un caso irresuelto, es clave realizar trabajo de campo y entender las violencias múltiples que sufría la víctima. Como fue el caso de Camila, quien desaparece cuando sale de su domicilio, luego de mantener una conversación por celular. Contaba sólo con 17 años y ya era víctima de repetidos hechos de violencia por parte del tío con quien compartía vivienda. A lo anterior se sumaba un contexto de explotación sexual con quien mantenía un vínculo sexo-afectivo. Cinco años después de su desaparición, gracias al análisis de estos antecedentes, se ordena realizar una excavación arqueológica en un terreno ubicado en el barrio donde ella vivía.

Etapa ocho. Hasta 2015, en Argentina no existían datos sobre las desapariciones contemporáneas. Fue en ese año cuando la PROTEX y la CIAV publican el primer informe Búsquedas en democracia. Diagnóstico sobre la búsqueda de personas entre 1990 y 2013. Gracias a ello, se logró conocer cuántas personas se encuentran ausentes. ¿Qué permite colmar este vacío?

Es clave realizar trabajo de campo y entender las violencias múltiples que sufría la víctima.

Ciertos sujetos sociales generan un desinterés explícito por parte del Estado, como fue el caso de la desaparición de Gloria Valenzuela, una mujer pobre, precarizada, que alquilaba un espacio con una familia sin recursos. Entender la magnitud del fenómeno nos permite entender qué cuerpos son dignos de ser buscados y cuáles no son excluidos a priori de cualquier proceso de justicia.

La metodología elaborada por la CIAV demuestra no sólo la necesidad de desarmar las estructuras obsoletas, sino también la urgencia de repensar los mismos protocolos y metodologías que estamos usando en las investigaciones. Contamos con el eficiente Protocolo latinoamericano de investigación de las muertes violentas de mujeres por razones de género (femicidios/feminicidios), así como con importantes análisis y recomendaciones del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém do Pará (MESECVI), que reconoce la desaparición como producto de la violencia feminicida. No obstante, todavía hoy enfrentamos niveles de violencias que se expanden más rápidamente, formas de violencias comunes y compartidas que, en la región, están vinculadas con un sistema político-económico neoextractivista. En este escenario, necesitamos instrumentos metodológicos que logren conectar un campo semántico feminista disperso, pero común, creado a partir de la praxis de nuestros cuerpos-territorios, de recetas intracolectivas, no para resistir a la violencia, sino para darnos una oportunidad de horizonte.

Con este libro, la CIAV contribuye a la creación de un campo semántico feminista que nos alerta sobre estructuras reproductoras de un sistema de violencias múltiples, opresivas y simultáneas; una brújula que opera en territorios pluridiversos; y un conjunto de estrategias sistémicas para descifrar y desactivar violencias letales.

Ciudad de México,

Agosto de 2024

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