La idea básica es centrarnos en la cuestión del litio y la transición energética, vinculando ambas cosas.
Una breve reseña sobre el litio: es un componente fundamental en las baterías que le permiten la movilidad a los dispositivos eléctricos contemporáneos. Todxs tenemos una batería de litio al alcance de la mano. Pero a su vez, la cuestión central tiene que ver con la electromovilidad, que crece a pasos agigantados a nivel global, y también como reservorio de energía verde.
En efecto, la energía solar o la eólica producen básicamente electricidad, que se consume o se disipa. Entonces uno de los reservorios más eficientes para resguardar esa energía son las baterías de litio. Se espera que en un futuro cercano representen una proporción significativa del mercado de baterías.
Por lo tanto, estamos ante un elemento que oficia de corazón de la transición y del nuevo paradigma energético, que llegará sí o sí por dos cuestiones básicas: 1) Los combustibles fósiles tienen un límite finito físico, prestos a agotarse. 2) Los combustibles fósiles representan la principal causa de la emisión de gases de efecto invernadero.
El litio funciona como un prisma para pensar. Argentina, Chile y Bolivia tienen litio en cantidades significativas (conforman el triángulo del litio) y nos permiten ver un montón de problemas: recursos naturales, energía, transición energética. movimientos sociales, integración regional, relación entre escalas de gobierno.
¿Qué vemos hoy? Quiero compartir un diagnóstico de las mutaciones que trajo la pandemia. Se gestó una visibilidad global acerca de la interrelación entre el cambio ambiental y el peligro que ese cambio conlleva para la supervivencia de la biósfera. Antes las cuestiones ambientales no eran tan visibles como hoy para el conjunto de la población.
Por otro lado, la pandemia afianzó el nuevo paradigma verde. El capitalismo se volvió absolutamente verde. Apareció todo lo que estaba relacionado con la economía de la transición como un espacio central de innovación y acumulación. Como dice Melisa Argento, se instaló una suerte de acumulación por desfosilización. Es decir: hay una transición de las grandes compañías capitalistas que comienzan a desfosilizar y descarbonizar sus gestiones y, a raíz de eso, se vuelcan en el nuevo paradigma verde para acrecentar sus espacios de acumulación. Tal es así que Tesla aumentó un 700 % su cotización bursátil durante el año 2020.
La tecnología del litio se consolidó definitivamente durante la pandemia. Si era un atisbo, la electromovilidad ganó definitivamente espacio en el conjunto de las naciones, sean asiáticas o europeas, sea Estados Unidos o el sur global.
La tecnología del litio se consolidó definitivamente durante la pandemia.
¿Cómo diferenciamos una transición corporativa de una justa y popular? Este es el problema clave a pensar que va a permear los dilemas político-teóricos de las próximas décadas. Y lo que vemos es que el capital está parasitando de una forma sostenida y rápida la transición. Se impone la transición corporativa.
La pandemia y su fin trajo consigo la guerra como expresión evidente. Eso modificó el contexto. Ahora la seguridad energética se volvió nuevamente central. La escasez de combustibles fósiles está a la orden del día para Europa. Es interesante como problema: por un lado precisan energía barata porque no pueden competir, pero eso significa quemar carbón, lo cual atenta contra la transición. También precisan garantizar ciertos grados de independencia energética: no depender de los suministros exteriores. Situamos acá a Europa como un laboratorio específico de los problemas que trae la transición en condiciones de modernidad absoluta.
Entonces salta la guerra al primer plano y no hace más que agudizar una bipolaridad no del todo evidente (básicamente por la capacidad estratégica china), pero que tendió a afianzarse. Aquí otra condición de época: para nosotrxs hay un mundo Atlántico declinante (Estados Unidos y Europa) y a su vez hay una reemergencia asiática. China e India conformaron la economía predominante en el globo hasta entrado el siglo XVIII, representando el 50 % del PBI global. Esto enmarca, como guerra interimperial, nuestras condiciones contemporáneas.
Tenemos entonces una crisis climática, energética, interimperial que dialoga con la idea de guerra. Por eso no es posible un keynesianismo verde o un pacto de gobernanza global con respecto al ambiente. Básicamente, no puede haber un new deal global porque hay potencias en pugna.
En todo este contexto, la idea de Maurizio Lazzarato de la guerra nos resulta provocativa y atrayente. La izquierda tuvo un concepto afinado de la idea de guerra a principios del siglo XX que luego de los años 60 perdió. La idea de guerra es un horizonte presente que no es espectacular ni visible, a excepción de lo que sucede en Rusia-Ucrania, pero que sin embargo comienza a tallar de manera decisiva nuestra vida cotidiana y política.
En las nuevas condiciones de escasez global y avances tecnológicos, la guerra también es de nuevo tipo. Ya no puede guardar la forma de la guerra anterior, frente a fuerzas irregulares por parte de Estados Unidos, fundamentalmente.
El litio está sumido bajo esta condición de la guerra. Hay una presión denodada sobre los minerales críticos para la transición que contiene el Sur global, América Latina. Un ejemplo: hay un intento exploratorio sostenido por Estados Unidos de tierras raras en casi todos los países. Las tierras raras las controla China y son fundamentales para la tecnología de punta. Sobre el litio vemos la pujanza entre China y Estados Unidos en relación a las reservas. Esta pujanza la está dominando el gigante asiático. Se avizora un cercamiento cada vez mayor sobre los bienes comunes. George Caffentzis y Silvia Federici trabajaron de modo muy claro el tema de la apropiación del capital sobre los bienes comunes.
El litio está sumido bajo la condición de la guerra.
Lo que está pasando ahora es también una respuesta del capital al ciclo de movilizaciones latinoamericano que arranca con el zapatismo. Esas movilizaciones tuvieron entre sus ejes el control de los medios de subsistencia y reproducción. Ese ciclo atenta contra el capital, no solo por la vía del antagonismo directo, sino por la vía de la reapropiación de las condiciones de subsistencia. Impiden la lógica de la reproducción del capital. Entonces hay un avance fuerte sobre los bienes comunes en función de una estrategia extractiva generalizada sobre el sur global, que oficia de cantera para sostener las transiciones potenciales del norte global, a su vez que la competencia interimperialista de ese norte global.
Una hipótesis que manejamos desde el Grupo de Geopolítica y Bienes Comunes de la UBA al cual pertenezco es que actualmente debemos complejizar la idea del triángulo del litio. Pasamos del triángulo a la cantera litífera latinoamericana. Al triángulo compuesto por Argentina, Chile y Bolivia, se suma ahora Perú, Brasil, México. De todos los espacios se extrae litio. Se consolida la imagen de una neodependencia y una reposición del intercambio asimétrico con el norte global. Otra vez cumplimos el papel patético tradicional de ofrendar una materia prima central para el nuevo paradigma tecnológico y convertirnos en reservorio que aloja y recibe productos terminados.
A su vez, en este contexto la tonelada de litio pasó de 7 mil dólares a 70 mil. Se transformó en otra cosa y avanzan a mansalva todos los proyectos. Brasil tiene una empresa privada que produce litio hace tiempo, pero ya comenzó a exportar. El Estado de Mina Gerais tenía una parte y la vendió. En México y Perú están prestos a comenzar la explotación del litio en piedra. China avanza sobre estas reservas latinoamericanas, mientras Estados Unidos intenta atemperar ese avance con lobby y presiones gubernamentales. El encuentro de Catamarca de litio que se hizo en 2022, que reunió al sector empresario, contó con la presencia del Embajador de Estados Unidos, quien advirtió sobre la presencia de China en la provincia. La comandante de la flota dedicada al Hemisferio Sur, Laura Jane Richardson, dijo que China y Rusia están jugando al ajedrez en América Latina.
Debemos complejizar la idea del triángulo del litio. Pasamos del triángulo a la cantera litífera latinoamericana.
China está tremendamente avanzada sobre la situación general de la cadena litífera. Son tres empresas que controlan buena parte de las reservas. En 2008 decidió dominar el nuevo paradigma energético. Ya son los principales productores de paneles solares, de baterías de litio, de molinos eólicos y de autos eléctricos. Así entró a la industria automotriz, la más grande del mundo, porque sabía que no podía competir con Volkswagen. entonces dominó y primereó la producción de autos eléctricos. Domina completamente el circuito de producción, que está autocentrado. No depende de nada: controla el litio, la producción de baterías, la electromovilidad. Nosotros investigamos los papers que salieron sobre el tema y ya en 2015 China producía más conocimiento sobre “lithium batteries” que Estados Unidos.
Se acrecientan entonces las presiones sobre el litio sudamericano y aparecen distintas formas de respuesta. Es distinto lo que pasa en Chile, en Bolivia, en Brasil y en Argentina. En nuestro país es donde la situación peor está. Hay solamente dos empresas, consideramos al litio un mineral ordinario que se maneja según la Ley de Inversiones Mineras neoliberal, al igual que el Código Minero y según la Constitución del 94 que le otorga dominio a las provincias. Acá se llevan todo el litio, dejan una renta ridícula, generan pasivos y peligros ambientales gigantes y desconocen de manera deshonrosa la potestad y la soberanía de las comunidades atacameñas, que son las verdaderas dueñas del recurso. El Estado argentino acusa apenas 200 años de historia, mientras que las comunidades que habitan los salares están hace milenios, por lo que deberían tener el evidente derecho de participar en cualquiera de las situaciones vinculadas a la problemática litífera.
En Argentina existen 17 proyectos en estado avanzado. Todos están en manos de corporaciones extranjeras y cuando se consoliden, con el marco actual, ya no será para nada sencillo moverlas de acá. Posiblemente externalizarán el litio a partir de una economía de enclave. En ese caso ya será un eufemismo hablar de “Argentina”: será un enclave de empresas extranjeras que extraen litio y lo derivan hacia el norte global, sin mayor beneficio para el país y su población.
Había cierta expectativa de que el gobierno de Alberto Fernández produjera alguna modificación. A diferencia de eso, no hubo Poder Ejecutivo más fatídico respecto de la situación litífera que el actual. Creó las condiciones para consolidar la presencia de estas 17 empresas: chinas, australianas, inglesas, coreanas, etcétera
Nosotrxs propiciamos y formamos parte del Foro de Especialistas del Litio de la Argentina, que reúne treinta líneas de investigación, tanto de las ciencias formales como humanas y sociales, es federal y par en género. Pusimos nuestro conocimiento al servicio de una aplicación pública y popular, pero no hemos tenido hasta acá respuestas felices.
Hay un punto clave que es cómo se piensa el desarrollo. Particularmente no creo en la encerrona situada en relación a la deuda. Sabemos que oficia como elemento de control. No cabe ninguna duda sobre cómo Estados Unidos aprovecha esa deuda para condicionar las políticas locales y el gobierno actual optó por no rechazar ese mecanismo. Había otras opciones, más difíciles y más dignas. Toda política de transformación requiere necesariamente poder hacer frente a los condicionamientos. Es evidente que Sergio Massa vive en Estados Unidos y viene de vacaciones a Argentina. Se hace nítido cómo estalla esto sobre la política local.
Respecto de las rentas, no solo Bolivia tiene un mejor marco. México, Chile y Brasil declararon al litio recurso estratégico. Chile, hipercapitalista, en el primer semestre de 2022 capta de una empresa (de las dos que hay), 2200 millones de dólares de renta. El problema no es la falta de dólares, sino el poder corporativo. En Argentina en 2020 aportaron solo 12 millones. La empresa Livent se la pasó subfacturando. Se llevan los recursos de manera mafiosa sin ningún tipo de beneficio para la Argentina.
A su vez, es central pensar en la igualdad, en el bienestar y en otras formas de concebir el desarrollo de los países. Por eso hablamos de posdesarrollo, postextractivismo, ecosocialismo, transición socioecológica, buen vivir. No importa el nombre: este es un modelo que está permitiendo la ganancia de grandes sectores encumbrados de poder económico, generando una desigualdad pasmosa, que no tiene contracara. No se trata de profundizar la lógica de este modelo, sino de trastocar ese patrón extractivista-financiero por otro que se vincule a una transición socioecológica.
Las cuestiones ambientales también tienen que ver con la economía general de un país. Hoy la justicia social y la ambiental están hiper imbricadas. La economía y el bienestar que vienen son profundamente ambientales. Es lo que respiramos, lo que comemos, el agua que bebemos. Hay otros patrones de desarrollo a la mano, pero hay que oponerse a poderes establecidos y es lo que no está sucediendo. Estas políticas lo único que sostienen es un 50 % de pobreza y no están relacionadas a una transformación radical de nuestras condiciones.
Es necesario trastocar el patrón extractivista-financiero por otro que se vincule a una transición socioecológica.
¿Es entonces una solución la creación de una empresa pública de litio? Seguimos hablando de una técnica de extracción que no conviene al ambiente, a la utilización de agua, a la producción de residuos. Se trata de pensar en la participación de las comunidades y no en una lógica hiperproductivista que suponga explotar a cualquier precio. Puede ser una escala menor, porque la idea no es reemplazar toda la flota fósil por una eléctrica. Se trata de crecer en la cadena de valor, pensando en una movilidad pública. Que Argentina pueda utilizar litio argentino en pequeña escala para llevar adelante procesos tecnológicos que gesten las condiciones de transición, en este caso en el campo de la movilidad, para pensar en un patrón de bienestar para todxs. Es factible incluso económicamente. Lo que no es factible es el extractivismo financiero. Es cierto: para declarar estratégico el litio te tenés que pelear con las provincias y las corporaciones. No parece ser la intención ni el ánimo. Y eso es lo que hace desaparecer a la política.
Entonces: ¿Por qué es necesario pensar en la transición energética?
Vivimos en un oasis energético. El consumo de energía fósil creció por 50 entre 1850 y 2011. Esto es capitaloceno puro. Y es un tipo de fuerza fósil que tiende a agotarse para los 8 mil millones que somos en el planeta.
¿A qué llaman transición energética en términos corporativos?
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Transformación de la matriz energética, tornándola renovable.
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Modificación del metabolismo energético para que sea más eficiente, menos contaminante.
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Emplazamiento de una industria verde.
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Mutación del paradigma energético, rediseñando la infraestructura y creando una nueva industria para el desarrollo.
A esta mirada, nosotrxs le incluimos otros puntos:
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Una sociedad que tienda a la desmaterialización y renueve sus parámetros de consumo. Vivimos en una sociedad que tiene una cantidad descomunal de consumo suntuoso innecesario, a la vez que una gran parte no tiene ni siquiera el consumo mínimo. Es posible que nuestra civilización sea la más injusta y también la más idiota. Debemos inscribir la transición en un proceso fuerte de sustentabilidad. Modificar el valor de uso de la energía y pensarla como un bien común, como un recurso natural estratégico, como un derecho humano, como un patrimonio.
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Modificar el sistema energético. Que sea descentralizado, desconcentrado, desmercantilizado y democratizado. Las energías alternativas lo permiten. Este punto es clave, porque apunta al centro de la acumulación del capital.
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Generación comunitaria, en red, público-soclal, propiciando una gestión social de la energía. Es una vuelta a controlar los medios de subsistencia.
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Asentar la soberanía energética, captar el excedente futuro de la renta renovable, desestructurando las relaciones asimétricas norte-sur.
A esto nos referimos con una transición energética justa y popular. Solo en este marco se puede pensar el dilema del litio.
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Bruno Fornillo es Doctor en Ciencias Sociales (UBA) y en Geopolítica (París 8). Investigador del CONICET. Integra el Grupo de Estudios en Geopolítica y Bienes Comunes.
Este texto es un fragmento de una clase del Diploma Superior “Mapa de Guerras. El catálogo editorial como producción de conocimiento político-militante” (Tinta Limón y Clacso).