A propósito de 2001 prolifera un dudoso estado de homenaje que no debería hacernos perder de vista la única enseñanza universal y duradera de la rebelión: el centro está siempre en lo periférico. La percepción de lo actual crece desde los bordes de su inactualidad.
Apenas se asume este aprendizaje se está en condiciones de valorar el acontecimiento filosófico y político del retorno de Paolo Virno, de la mano de Tinta Limón (traducción y notas de Emilio Sadier), luego de más de una década sin novedades de este exquisito pensador. En este nuevo libro, “Sobre la impotencia. La vida en la era de su parálisis frenética”, el autor de “Gramática de la multitud” afirma que “las formas de vida contemporáneas están marcadas por una impotencia debida al exceso inarticulado de potencia, es decir, causada por el abarrotamiento opresivo y avasallador de capacidades, competencias, habilidades”. Doble acierto de Virno: señalar nuestra condición actual de impotencia, y hacernos comprender de inmediato que esa impotencia no debe ser pensada como mero despojo, ni en un tono victimizado.
El retorno de Virno es desafiante y tonificador. Si padecemos de impotencia, no es porque carezcamos de potencia, sino porque la potencia permanece inarticulada. El mal que nos aqueja encuentra diagnóstico adecuada en la lengua de la metafísica aristotélica: sufrimos de “potencia sin acto”. Las antiguas obsesiones de Paolo Virno (fin de la historia/tiempo histórico; devenir productivo del lenguaje en el postfordismo; proceso de individuación/multitud) se intersectan sobre el presente para dotarnos de una perspectiva sobre la fuerza de trabajo potencialmente ultra-potente y a la vez disfuncional en su tránsito autónomo al acto. La cooperación social ultra-calificada se caracteriza por un patológico “exceso de capacidad” (de obrar y de conocer) comparable a cierta incapacidad eréctil de la sexualidad masculina: “La impotencia contemporánea consiste en la plena posesión de una potencia que, sin embargo, se resiste a pasar al acto cuando este pasaje es previsto, oportuno, buscado”.
Pero, ¿por qué llevar la cuestión de la falta de revolución a un tipo de meditación de tipo ontológica? Virno recurre a las distintinciones lógicas originarias para reformular nuestra autopercepción y provocar un cierto shock intelectual: “No estamos lidiando, por lo tanto, con la ausencia de una capacidad, sino con la inhibición duradera de su ejercicio efectivo”. De esta travesía por la ontología, sofisticada y oportuna, surge una mala noticia para quienes esperan una ratificación de las derrotas al nivel del ser. La “inhibición duradera” de la potencia, nos dice el filósofo, no implica de ningún modo la destrucción de la potencia. Situados en el diagnóstico, toca a lxs lectores preguntar qué quiere decir en la experiencia una articulación concreta de la capacidad de hacer, decir y pensar.