Investigación

Introducción a "La casa como laboratorio"

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Cuando decimos que la casa se ha transformado en un sitio predilecto para experimentaciones del capital no estamos afirmando que sea un proceso cerrado ni concluido. De allí la importancia de nuestra metodología feminista: vemos en ese espacio vital una disputa abierta y no unas modificaciones definitivas. Aun así, no podemos dejar de partir del cambio ya acontecido en muchas de las rutinas domésticas, en las dinámicas laborales, en las marcas mismas que ha impuesto la reorganización sensible y logística de la pandemia. Así empieza "La casa como laboratorio. Finanzas, vivienda y trabajo esencial" de Verónica Gago y Luci Cavallero. Muy pronto disponible en librerías y para descarga libre en PDF.

En abril de 2020, a un mes del inicio de las medidas de restricción impuestas por la pandemia, escribimos que “deuda, vivienda y trabajo” eran las claves para una agenda feminista pos-pandemia[1]. No imaginábamos la duración del COVID-19, menos aún lo difícil que se haría hablar de un “pos”. En estos dos años enfocamos nuestra investigación y militancia sobre esos tres andariveles. Aunque los encuentros colectivos se hicieron más difíciles persistieron, muchos se volvieron más pequeños e intermitentes siempre en condiciones dolorosas y complejas. Sin dudas, fueron estratégicos para elaborar lo que aconteció y para sostenernos.

Uno de los hilos de las conversaciones, en medio de la preocupación por lo urgente, insistía: ¿dónde nos íbamos a cruzar si la calle era lo primero “suspendido”?, ¿cómo hacíamos para reunirnos si movernos se había convertido en una epopeya?, ¿cómo resguardábamos tiempo para estar juntxs si atajar la emergencia consumía la energía y las horas?

 Al calor de esas inquietudes, otro manojo de preguntas aparecieron desde aquellos primeros meses de pandemia: ¿cómo pensar la espacialidad de los reclamos feministas cuando las “casas” son señalizadas como el lugar privilegiado para estar a salvo?, ¿cómo incide esta redefinición de lo doméstico durante la crisis sanitaria en la dinámica de nuestras reivindicaciones?, ¿qué trae de nuevo la idea de trabajo esencial en relación a esta mutación?, ¿cómo impactó la centralidad dada al espacio doméstico, lograda por los feminismos, en las políticas públicas implementadas en la emergencia?

Veníamos de un momento de efervescencia de las movilizaciones feministas. De ocupar la ciudad para desarmar su parcelamiento y sus circuitos cerrados. De repente, la calle se vació. Desde el movimiento feminista se lanzaron iniciativas-ensayos que desafiaron los primeros meses de encierro: se hicieron ruidazos, asambleas virtuales, ayudas de viandas, campañas y redes de aborto, grupos de wasap para ayudas específicas, etc. “Nos sostienen las redes feministas” fue una contraseña que evidenció la capacidad de construir infraestructura en la emergencia, de reensamblar recursos, afectos y saberes, de insistir en acompañamientos en nuevas circunstancias, de crear alertas, de entrenar un sentido de la urgencia que no nos anulara.

Judith Butler escribió que a veces la revolución sucede cuando nadie quiere volverse a su casa. Esa cuestión mutaba frente a nuestros ojos. ¿Qué pasa cuando debemos quedarnos puertas adentro frente a la alarma de los contagios? ¿A qué casas se vuelve? ¿Qué sucede cuando esa misma casa está asediada por deudas y violencia? ¿Y cuando la casa no está asegurada y la zozobra del desalojo acecha? ¿Cómo respondemos cuando los hogares devienen botines para el capital financiero y, a la vez, espacios de un continuum laboral sin pausa?

 De la huida y del desarme de lo doméstico como confinamiento pasamos a experimentar una domesticidad intensificada y en transformación, a tener que soportar la sobrecarga de tareas de higiene y, algunas, a convivir con agresores. Fue fundamental, creemos, usar las herramientas políticas de la calle para poner la casa en debate. Algo así como ensayar desarmar la casa con las herramientas de la lucha. En un momento específico: justo cuando la cuarentena y sus correlatos (aún abiertos) amplifican la escena de la reproducción social. Es decir, cuando se pone en evidencia la infraestructura que sostiene la vida colectiva, los territorios y cuerpos que involucra y la precariedad que soporta. Como una radiografía por contraste, toda esa trama quedó expuesta. Este trabajo resume y condensa los interrogantes que surgieron en nuestra práctica política durante la pandemia y es, al mismo tiempo, una continuidad de la investigación sobre los impactos del endeudamiento público y privado en la vida cotidiana de las mujeres, lesbianas, travestis y trans que realizamos en el marco del Grupo de Intervención e Investigación Feminista (GIIF).

Seguimos dos líneas de indagación que son parte de alianzas políticas construidas en el marco de la movilización y la organización feminista. Por un lado, trabajamos a partir de un conjunto de entrevistas y conversaciones con mujeres de la Villa 31 y 31 Bis de la Ciudad de Buenos Aires, durante el mes de abril y mayo del 2020, que nos permitió detectar rápidamente un incremento de las deudas por alquileres informales y la aceleración de los desalojos durante la pandemia (aun estando en vigencia el decreto presidencial que los suspendía). Esto se encandenó con un trabajo cartográfico que ya teníamos en marcha, desde 2019, para discutir lo que

llamamos, junto a la Asamblea Feminista de la Villa 31 y 31 Bis, “urbanización por deuda”. Se presentó públicamente en el marco del Paro Internacional 8M de 2021[2], donde la consigna “Ni Una Menos Sin Vivienda” estaba siendo levantada desde distintas experiencias.

Por otro lado, como segunda línea, construimos una alianza política con la agrupación Inquilinos Agrupados para intersectar las agendas del movimiento feminista con las de lxs inquilinxs y, sobre todo, trabajar en conjunto deuda doméstica y vivienda en alquiler. Ambas dimensiones se conectaron de manera dramática durante la pandemia revelando, también, el ensamblaje de violencias machistas y abusos propietarios especialmente contra mujeres, lesbianas, travestis y trans, en lo que caracterizamos como “violencia propietaria”[3]. En la problemática de la vivienda entonces –y, en particular, en el modo en que el endeudamiento doméstico la reconfigura– hemos ubicado una zona clave de la investigación feminista. Allí también se reorganiza la dinámica de trabajo, remunerado y no remunerado, bajo nuevas coordenadas. Es en el hogar donde vemos concentrarse una serie de problemáticas que nos permiten seguir profundizando nuestra lectura feminista de la deuda y avanzar en lo que aquí nos interesa: ¿en qué sentido la casa se ha convertido en un laboratorio?, ¿cómo interviene esto en los reclamos y políticas que pueden articularse y demandarse?

 Detectamos cuatro dinámicas que se entrelazan y aterrizan en los hogares durante la pandemia:

• El aumento del endeudamiento doméstico para bienes básicos, consecuencia de la restricción de ingresos y, también, la emergencia de nuevas deudas (por servicios públicos y por urgencias);

 • El aumento de deuda por alquileres (sea alquileres adeudados o sea tomar deuda para no deber el alquiler) y la mayor exposición a desalojos por acumulación de deudas. Esto se combina con la intensificación de la especulación inmobiliaria (sobre el mercado formal e informal) a través del aumento (dolarización) de los alquileres y la restricción de oferta en reacción a la regulación de la nueva Ley 27.551;

 • La reorganización e intensificación de las jornadas de trabajo reproductivo (especialmente no remunerado) y productivo en un mismo ámbito;

 • La intrusión de tecnología financiera (FinTech) al interior de los hogares, a través de pagos móviles, billeteras electrónicas y bancos digitales.

Son esas cuatro dinámicas en conjunto lo que nos interesa poner de relieve, analizar y conectar, porque desde allí podemos leer la casa, antes que como lugar de aislamiento, como terreno de batalla fundamental, tanto en el sentido de intrusión de nuevas tecnologías financieras como de reorganización de las jornadas laborales. En la casa también se acumulan disputas políticas que impactan incluso en la redefinición de las políticas públicas. La casa, vamos a sostener, es un espacio que condensa el aterrizaje de formas financieras novedosas (haciendo de la pandemia un laboratorio financiero) y de intensificación del trabajo (pago y no pago). Se anudan allí, donde históricamente el capital quiso mostrar un espacio “no productivo”, formas decisivas de la valorización actual.

“La casa como laboratorio” es una coedición de Tinta Limón, Clacso, Grupo de Investigación e Intervención Feminista y Instituto de Investigaciones de Estudios de Género, con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo.


[1] Publicado simultáneamente en la revista Anfibia, en Argentina, y El Salto

Diario, España, este texto fue traducido y publicado también en inglés, italiano

y portugués. Agradecemos a lxs traductorxs y editorxs que lo hicieron posible.

 [2] http://niunamenos.org.ar/nos-mueve-el-deseo/asambleas/mapa-feminista-

niunamenossinvivienda/

 [3] http://niunamenos.org.ar/nos-mueve-el-deseo/asambleas/mapa-feminista-

niunamenossinvivienda/

 

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