INTRODUCCIÓN

La incertidumbre en un mundo financierizado

Por|

Así empieza el libro "Comunidades especulativas" del profesor griego Aris Komporozos-Athanasiou. El autor griego afirma que las lógicas financieras han desbordado el perímetro acotado de la economía para afectar, cuando no directamente formatear, nuestra imaginación social y política.

El futuro es oscuro, que es lo mejor que el futuro puede ser, creo.

Virginia Woolf, Diario

Tanto Marx como Keynes entendieron que eran “los espíritus animales”, las pasiones especulativas y las expectativas del capitalista… los que impulsaban el sistema, llevándolo en nuevas direcciones y hacia nuevos espacios (tanto literales como metafóricos). …Hasta tanto los arquitectos insurgentes no conozcamos el valor de nuestras mentes ni estemos preparados para dar un salto igualmente especulativo hacia lo desconocido, seguiremos siendo objetos de la geografía histórica… en lugar de sujetos activos que empujan conscientemente las posibilidades humanas hasta sus límites.

David Harvey, Espacios de esperanza

Las sociedades capitalistas siempre se han apoyado en su capacidad de anticipar, imaginar y especular sobre el futuro con el fin de navegar su incertidumbre y volatilidad. Pero, ¿qué ocurre con nuestro poder de imaginación en la era de los demagogos populistas, las fake news y las “batallas culturales”, cuando la incertidumbre se radicaliza y la frontera entre la realidad y la ficción se desvanece? Las dos primeras décadas del siglo XXI han estado marcadas por profundas crisis económicas, políticas y medioambientales. En todo el mundo, se está erosionando la confianza en las instituciones públicas y en el conocimiento científico, las democracias liberales se están vaciando de contenido y una oleada global de populismo nacionalista está en rápido ascenso. Nuestra era parece estar en un punto de inflexión. El tiempo mismo se siente ansioso e impredecible, mientras que las ortodoxias predominantes se tambalean tanto en la economía como en la política. A medida que las sociedades se esfuerzan por formular respuestas a las condiciones volátiles provocadas por estas profundas convulsiones, la necesidad de narrativas y mitos orientadores se hace todavía mayor (Beckert 2016; Bottici 2007).[1] Y mientras buscamos ansiosamente pistas con las que imaginar estas narrativas y mitos, las finanzas se convierten en un modelo para la sociedad en general.

Este libro es un intento de desentrañar la formidable imaginación de las finanzas para entender su impacto sobre las maneras en que respondemos a los profundos desafíos de nuestra época, no solo en la esfera de la economía, sino en todos los ámbitos de la vida contemporánea. Al hacerlo, se distancia de las críticas habituales a las finanzas como fuente de individualismo, fragmentación social y, últimamente, causa de la reacción populista de derecha. Sostengo, en cambio, que la fuerza transformadora de las finanzas es parte de una historia más amplia que necesitamos entender. Los mercados contemporáneos han remodelado las sociedades capitalistas a través de la reconfiguración a gran escala de las relaciones de crédito y deuda, profundizando las desigualdades existentes y estimulando nuevas luchas sociales, que se libran cada vez más en el terreno de los mercados: las luchas especulativas en torno a la solvencia crediticia de los individuos y el valor de los activos de las organizaciones sustituyen a los conflictos tradicionales entre el trabajo asalariado y el capital (Feher 2018). Sostengo, sin embargo, que las fuerzas especulativas de las finanzas son también palancas claves en la constitución de nuestras modernas “comunidades imaginadas”. Moldean los mitos colectivos de las sociedades contemporáneas, provocan sus ansiedades persistentes e infunden sus deseos confusos y aspiraciones nebulosas. Vivimos en la era de las comunidades especulativas.

Las finanzas se convierten en un modelo para la sociedad en general.

“Especular” significa cada vez más “conectar”, asumir la incertidumbre de manera preventiva y, a menudo táctica, como un medio de supervivencia social. Al mismo tiempo, especular no es sólo cómo nos relacionamos con el futuro (anticipándolo e imaginándolo), sino cómo lo volvemos objeto de acción en el presente. Futuros, valores, bonos –términos que alguna vez se propusieron para el léxico del especulador financiero– regresan a nuestro espacio social y político cotidiano para imbuirlo de la ambición propia de las finanzas. Las narrativas que persigue este nuevo espacio son más abiertas que las de “seguridad” y “control”. Si la única certeza en nuestro presente es que el futuro es incierto, entonces apostar en contra y cubrirse frente a lo incognoscible se convierte en el zeitgeist de las sociedades financierizadas contemporáneas.

En los últimos años, ha habido un notable aumento del interés (popular y académico) en la incertidumbre y el caos y, específicamente, en cómo estas condiciones están siendo explotadas para obtener ganancias políticas. Los ciberataques, las “fábricas de fake news”, las “granjas de trolls” y la “guerra de desinformación” están a la orden del día en la política mainstream. Las teorías de la conspiración siguen cobrando fuerza, desde los nuevos movimientos antivacunas que denuncian la pandemia de Coronavirus como un engaño, hasta las afirmaciones de QAnon sobre un deep state anti-Trump; desde las especulaciones anti-Soros de Hungría hasta la propaganda anticomunista en Brasil. Este estado de cosas refleja una nueva irrealidad política, un mundo vuelto cada vez más opaco por la siembra deliberada de confusión.[2] Al mismo tiempo, esta opacidad y confusión se convierten en características comunes de la vida social cotidiana. Nuestra navegación rutinaria por las redes sociales ávidas de imágenes, como Instagram, YouTube y TikTok, están repletas de videos desorientadores que se despliegan en nuestros celulares. El tiempo de pantalla y el tiempo real colapsan en la experiencia efímera del scrolleo continuo en Facebook y el swipe hacia la izquierda o derecha de Tinder, una búsqueda nerviosa de conexión efímera que parece a la vez compulsiva e implacable. Con cada scroll y cada swipe, nuestras nociones de verdad y realidad observable parecen alejarse más de nuestro alcance.

La innovación distintiva de este libro es vincular estos desarrollos a un conjunto de transformaciones más profundas sustentadas por las finanzas modernas, que considero tanto social como políticamente generativas. La noción de “comunidades especulativas” que desarrollo no es solo una metáfora económica, sino un concepto que me ayudará a unir diferentes repertorios de respuestas a la incertidumbre radical y enmarcar las distintas formas de habitar la inquietante volatilidad del presente. Por lo tanto, más que una simple crítica a las finanzas, la contribución que me propongo ofrecer a continuación es un marco conceptual más amplio de la sociedad capitalista moderna en su conjunto.

Re-imaginando la financierización.
Del homo economicus al homo speculans

Desde el canónico Filosofía del dinero de George Simmel, y a lo largo del largo siglo XX, los sociólogos han catalogado profusamente la miríada de enredos entre las finanzas y la sociedad. Sabemos cómo los intercambios económicos, las promesas y los intereses se afianzan en el tejido social de la vida, no solo para corroer sino también para dar forma a los vínculos íntimos del capitalismo.[3] También sabemos cómo la dinámica tempestuosa de las finanzas cobra vida en el mundo moderno de los derivados y el trading de alta frecuencia, donde algoritmos y pantallas conectan (y desconectan) comunidades imaginadas de traders (Beunza 2019; Borch 2020; LiPuma 2017; Miyazaki 2013; Ho 2009; Zaloom 2006). Al mismo tiempo, abundan los estudios sobre la poderosa racionalidad política del neoliberalismo impulsado por las finanzas de nuestro tiempo (por ejemplo, Gago 2017; de Goede 2005; Brown 2015), así como las racionalidades alternativas que emergen contra las finanzas globalizadas, desde el cosmopolitismo autorreflexivo (Beck 2008) y la razón populista (Laclau 2007) hasta las racionalidades subalternas de la política poscolonial (Chakrabarty 2009; Chatterjee 2004; Guha y Spivak 1988).[4] Sin embargo, todavía hay muy pocos trabajos sociológicos que aborden las intensificadas luchas de la imaginación dentro del capitalismo financiero. Este libro busca subsanar esta laguna reuniendo teorías innovadoras sobre la imaginación provenientes de una amplia gama de campos, incluida la teoría social, la historia, la filosofía y los estudios de tecnología, que no habían sido considerados sistemáticamente en el estudio de las finanzas, en particular las obras de Benedict Anderson y Cornelius Castoriadis.

Mi argumento es que, a medida que estamos cada vez más impacientes con las promesas futuras del capitalismo, nuestra imaginación se vuelve más y más especulativa por naturaleza, abarcando desde nuestras elecciones de pareja hasta nuestras elecciones de gobierno. Al mismo tiempo, la imaginación especulativa determina nuestra capacidad para protegernos contra la incertidumbre futura y las promesas incumplidas en torno a la seguridad laboral, la propiedad de la vivienda y la realización personal. Las comunidades especulativas, en ese sentido, no se forman ni en torno a la razón calculadora ni a las pasiones irracionales; están sostenidas por el espíritu de las finanzas, que fusiona la lógica y el sentimiento en una imaginación especulativa generativa. La propuesta que presento, entonces, no trata de recuperar una imaginación social positiva de las finanzas, de la que se habría desviado debido a su impulso especulativo descontrolado.[5] Mi marco pretende iluminar conceptualmente circuitos más amplios de poder que aún no han sido estudiados adecuadamente y, de modo más vital, ver la capacidad de las finanzas no solo para dividir, fragmentar y oprimir, sino también para generar conexiones entre los habitantes marginados de las comunidades especulativas y, al hacerlo, ofrecer nuevas posibilidades políticas.

Pretendo ver la capacidad de las finanzas no solo para dividir, fragmentar y oprimir, sino también para generar conexiones entre los habitantes marginados.

El capitalismo contemporáneo ve cómo el agente tomador de riesgos y emprendedor de la era posterior a Bretton Woods está siendo remodelado como un sujeto especulativo y políticamente desorientado que acepta, en lugar de evitar, la incertidumbre radical del futuro. El homo economicus ya no existe. Pero aunque se ha dicho mucho sobre su muerte, todavía sabemos poco sobre el sujeto social y político que lo sucedió. A lo largo de este libro, conceptualizo el ascenso de lo que podemos llamar homo speculans y las consecuencias de su desarrollo para las sociedades contemporáneas. Mi principal interés radica en la etapa más reciente de la financierización: la expansión explosiva de la especulación de alto riesgo en, y alrededor de, los mercados financieros que culminó en la crisis financiera de 2008 y los turbulentos años 2010. Sin embargo, rastreo los orígenes de este sujeto hasta el nacimiento de los primeros mercados de futuros formales del mundo a fines del siglo XIX en Chicago: un tiempo y lugar caracterizados por feroces conflictos políticos en torno a la especulación, que involucraron a franjas de la sociedad de una extensión sin precedentes, que iban más allá de las pits[6] del mercado, tanto en comunidades urbanas como rurales (así como movimientos populistas y laborales de gran influencia que anunciaban nuevas formas radicales de especulación política). Ese es un período en el que las capacidades imaginativas del nuevo actor económico y político del capitalismo financiero naciente encontró nuevas expresiones, de modo que esas funciones ya no podían ocultarse bajo el manto de una racionalidad dominante.

Entiendo a la financierización como la fuerza impulsora detrás de este cambio histórico trascendental del homo economicus (impulsado por la racionalidad) al homo speculans (impulsado por la imaginación). La transición que documento aquí, sin embargo, no es una ruptura ni un cambio serializado.[7] Como han demostrado las historias magistrales de Giovanni Arrighi y Fernand Braudel, el desarrollo de las formas capitalistas industriales anteriores a las finanzas modernas no ha sido lineal. De Goede (2005) ha demostrado que las finanzas han estado de hecho “ambiguamente ubicadas en el simbolismo religioso, la conquista colonial, las imaginaciones sexuales, el juego, la superstición y los discursos de obligación moral, que todavía sustentan las formas en que damos sentido al dinero, el crédito y la inversión”. Es importante destacar, además, que “la historia de las prácticas crediticias modernas está inextricablemente ligada a las violentas historias de la formación del estado europeo, la conquista colonial y el comercio de esclavos”.[8] A pesar de esto, es común que la historia de las finanzas sea narrada conmo una progresión. Sus complejas contradicciones suelen eliminarse de los relatos racionalistas dominantes. En mi trabajo anterior (Komporozos-Athanasiou 2020), he demostrado, siguiendo el rastro de muchos académicos (por ejemplo, Bourne et al. 2018; Gago 2017; Hoang 2015; van der Zwan 2014), que la financierización es un proceso global pero no universal u homogéneo. Su desarrollo ha sido sumamente desigual entre diferentes países, sobre todo entre el Norte Global y el Sur Global.

El homo economicus ya no existe. A lo largo de este libro, conceptualizo el ascenso de lo que podemos llamar homo speculans y las consecuencias de su desarrollo para las sociedades contemporáneas.

Así, no pretendo declarar un “hombre nuevo” en la figura del homo speculans. Todos los homines son, después de todo, especies imaginarias que rara vez se encuentran en su forma pura. Son representaciones limitadas y, por lo tanto, a menudo problemáticas de los actores económicos, caricaturas utilizadas por pensadores críticos (y acríticos) como modelos para comprender la madeja de los comportamientos de esos actores. Como tales, reflejan las limitaciones y fallas inherentes de estas categorizaciones. Homo economicus, término acuñado por primera vez por John Stuart Mill a principios del siglo XIX, ha buscado capturar las características dominantes de la subjetividad económica del capitalismo. Ha sido el modelo explicativo predominante de los científicos sociales, utilizado para describir los puntos de vista dominantes sobre el agente económico arquetípico, en lugar de una descripción de la persona en sí misma. Homo economicus ha sido durante mucho tiempo una criatura “fantaseada y realizada por la imaginación liberal y sus doctrinarios”, como lo expresa Verónica Gago (2017), una estratagema universalizada a pesar de ser accesible sólo para una pequeña minoría (Haiven 2020). También es una figura generizada, inherentemente masculina y sexista, libre de las llamadas patologías, irracionalidades y vulnerabilidades históricamente asociadas con las mujeres (Brown 2015; de Goede 2005).

Por lo dicho, me mantengo alerta al peligro de aplanar las diferencias y desigualdades al ocultar las profundas contradicciones del homo speculans. Utilizo el concepto precisamente para sondear la gran prominencia del homo economicus no solo como modelo de comportamiento económico racional, sino también como el locus de las teorías críticas del capitalismo hasta la fecha, que han dominado las evaluaciones de la racionalidad capitalista en todas sus formas. Así, mi uso del término sugiere una taxonomía flexible para enmarcar al sujeto contemporáneo del capitalismo financiero de manera más sensible a sus capacidades imaginativas. En relación con esto, no deseo idealizar a este nuevo sujeto ni sugerir que los espacios que abre sean necesariamente positivos. Grandes franjas de la población mundial no tienen hoy más remedio que ocupar una posición especulativa. Pero las experiencias del homo speculans son experiencias colectivas, situadas dentro de comunidades especulativas; sus imperativos son universales, pero sus luchas son profundamente desiguales. De ahí que el camino crítico que tomo en este libro examine el motor imaginativo en el corazón de las finanzas como una fuerza con consecuencias devastadoras para las poblaciones excluidas del capitalismo, tanto en el Norte Global como en el Sur Global. Sostengo, sin embargo, que gran parte de este poder violento proviene de la capacidad de las finanzas para mezclar mitos y hechos, para ofuscar y espectacularizar; un poder que no se encuentra en algún tipo de racionalidad poderosa, sino en la vívida imaginación de las finanzas, que es lo que en última instancia hace funcionar al capitalismo moderno y lo que le otorga su resiliencia.

Por último, quiero dejar claro desde el principio que el homo speculans no debe confundirse con un apostador. Una visión de larga data del capitalismo financierizado como “capitalismo de casino” a menudo se traduce en la representación de las sociedades capitalistas modernas como “naciones de póquer”. El argumento relevante más sofisticado que conozco al respecto es propuesto por los estudios esclarecedores de LiPuma (2017) y LiPuma y Lee (2012) sobre la financierización, que sostienen que las emergentes comunidades imaginadas globales de jugadores de póquer están impulsadas por un ethos especulativo higienizado y una creencia inadecuada en “tener una buena mano” contra todo pronóstico. Las “naciones de póquer” se complacen en torneos de juego y apuestas en línea de todo tipo y son propensas a “apuestas individualistas contra otros” (LiPuma 2017). Sin embargo, como muestro en el libro, esta visión contribuye, en última instancia, a la legitimidad del homo economicus racional, al enfrentarlo a la caricatura inmoral e irracional del apostador. Este lenguaje, además, refuerza el argumento de un sujeto político fragmentado, ansioso y narcisista (que acumula likes y swipes para aumentar el ego), que este libro busca desalentar.


[1] Como demuestra Bottici (2007), las narrativas y los mitos están intrínsecamente vinculados, especialmente en la esfera de la política: “Los mitos políticos son narrativas que coagulan y reproducen significado. Consisten en el trabajo sobre una narrativa común mediante la cual los miembros de un grupo social o sociedad representan y postulan su experiencia y sus hechos. Como tales, son una parte importante de lo que, siguiendo a Castoriadis, puede llamarse el imaginario social”.

[2] Ver, por ejemplo, la edición especial de marzo de 2020 de The Atlantic sobre “las guerras de desinformación”, que describe las elecciones presidenciales de 2020 como “un referéndum sobre la realidad misma”; en: Coppins, M. (2020) “The Billion-Dollar Disinformation Campaign to Reelect the President. How new technologies and techniques pioneered by dictators will shape the 2020 election”, The Atlantic.

[3] Desde la década de 1970, en el floreciente campo de los estudios sociales de las finanzas, docenas de obras importantes de sociología económica han examinado estos enredos. Una lista superficial y no exhaustiva incluye a los teóricos culturales Randy Martin y Max Haiven; los antropólogos Arjun Appadurai, Laura Bear, Karen Ho, Edward LiPuma, Caitlin Zaloom; los sociólogos Jens Beckert, Christian Borch, Greta Krippner, Juan Pablo Pardo-Guerra, Alex Preda, Sarah Quinn y Viviana Zelizer; y los filósofos Michel Feher, Joseph Vogl y Franco Berardi.

[4]  Recientemente, ha habido importantes estudios críticos sobre las finanzas que desafían la falaz separación entre la economía real y la material y que hacen incursiones esclarecedoras en la tenue, pero importante, sociabilidad de las finanzas. Entre los más influyentes se encuentran los trabajos de Goede (2005) y Appadurai (2016). Dichos trabajos han tendido a considerar las finanzas como un dominio principalmente discursivo, centrándose en su “naturaleza textual” y en el poder de su lenguaje (siguiendo las ideas fundamentales de performatividad de Judith Butler [2019]), mapeando la constitución discursiva de las “prácticas materiales”, precios, costos y capital de las finanzas. En consecuencia, tanto las limitaciones como las condiciones de posibilidad en las finanzas (por muy contingentes que sean) a menudo se sitúan dentro de dominios discursivos.

[5] El filósofo político de Harvard Michael Sandel (2013), por ejemplo, ha propuesto precisamente este argumento.

[6] Espacio físico dentro de una Bolsa de Valores, por lo general circular y escalonado, donde los operadores negociaban a viva voz y mediante gestos y ademanes. Con versiones icónicas como los de Chicago, Wall Street y Londres, los pits trading se utilizaron desde el último tercio del siglo XIX. Con las innovaciones tecnológicas de las últimas décadas perdieron centralidad, al punto de desaparecer en muchas ocasiones. [N. de E.]

[7] Para una revisión en profundidad de la financierización como un fenómeno económico, social y político con múltiples facetas e interpretaciones correspondientes, véase van der Zwan (2014).

[8]  La violencia de esta sangrienta historia fue inmortalizada por la descripción de Hobbes (2017 [1651]) del dinero como “el torrente sanguíneo” del cuerpo político del Estado-nación.

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