Intervenciones

La retórica voluntarista es inútil

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Una respuesta amistosa a Pablo Abufom Silva, a partir de su artículo en la revista Jacobin dedicado a la edición argentina del libro "Pensar después de Gaza".

La revista Jacobin publica un artículo de Pablo Abufom Silva dedicado a la edición argentina del libro Pensar después de Gaza.

“Pensar desde Gaza, el último libro de Franco Berardi, no es un libro sobre Palestina. Es un libro que habla sobre cosas que han pasado o están pasando en Palestina y que está escrito a propósito del genocidio contra el pueblo palestino. Pero, sobre todo, es un libro sobre el modo en que el autor percibe el colapso de Occidente, tal como se expresa en las lógicas genocidas del militarismo actual, en las nuevas formas de organización del trabajo, en la bancarrota de las instituciones democráticas y en el modo en que la tecnología atraviesa la experiencia cotidiana de la clase trabajadora del mundo. Es un libro con una pretensión clara: mirar a los ojos el colapso actual, mostrar que no hay más salida que la deserción a todo lo que nos ofrece la política actual y, junto con ello, exponer una crítica total al tipo de capitalismo que hace posible un genocidio como el de Gaza.” (en Italics las citas del articulo de Pablo Abufom Silva)

Aunque este artículo critica duramente las tesis que expreso en mi libro, no tengo intención de pelearme con Pablo, a quien agradezco su atención. Realmente no creo que este sea el momento de polemizar entre nosotros, mientras el hiperfascismo trumpista triunfa en Argentina, como en otros lugares. Creo que es hora de decir lo que pensamos, con calma y amistosamente.

Estoy convencido de que la reflexión no puede detener la tendencia trumpista global, la devastación climática y la guerra. Pero al menos nos ayuda a mantener la claridad y a reconocer lo que queda de humanidad y razón. Como dijo Simone Weil en 1933, cuando Hitler tomó el poder y los nazis llenaron las calles: “La peor desgracia para nosotros sería no solo ser impotentes para detener al opresor, sino también incapaces de comprender y decir la verdad”. Por eso me propongo esforzarme por comprender y decir lo que entiendo, aunque Pablo me acuse de nihilismo derrotista.

El artículo de Pablo comienza con un resumen del libro: observa acertadamente que el mío no es un libro sobre Palestina sino más bien sobre el colapso psicológico, intelectual y político de Occidente.

“Pensar desde Gaza, el último libro de Franco Berardi, no es un libro sobre Palestina. Es un libro que habla sobre cosas que han pasado o están pasando en Palestina y que está escrito a propósito del genocidio contra el pueblo palestino. Pero, sobre todo, es un libro sobre el modo en que el autor percibe el colapso de Occidente, tal como se expresa en las lógicas genocidas del militarismo actual, en las nuevas formas de organización del trabajo, en la bancarrota de las instituciones democráticas y en el modo en que la tecnología atraviesa la experiencia cotidiana de la clase trabajadora del mundo. Es un libro con una pretensión clara: mirar a los ojos el colapso actual, mostrar que no hay más salida que la deserción a todo lo que nos ofrece la política actual y, junto con ello, exponer una crítica total al tipo de capitalismo que hace posible un genocidio como el de Gaza.”

Luego Pablo denuncia que mi pesimismo me impide reconocer el valor de la resistencia palestina, y así el libro se reduce a testimoniar que “estamos del lado de los colonizados aunque carezcan de una estrategia política común”.

“El principal corolario de este pesimismo y de este análisis es que no se atreve a llamar resistencia a la violencia anticolonial palestina y asume que no será posible detener el genocidio, sino solo «testimoniar que estamos del lado de los colonizados del mundo, aunque carezcan de una estrategia política común».”

No creo que la retórica sirva de mucho ante un genocidio que nos hemos visto obligados a presenciar en nuestras pantallas durante dos años, pero que nos falta la fuerza para detener. Sin embargo, Pablo tiene razón: estoy del lado de los oprimidos, aunque reconozco que toda fuerza política anticapitalista ha sido derrotada y que, por el momento, no tenemos ni la fuerza ni la estrategia para detener la violencia de los opresores.

Mi culpa, según Pablo, es estar obsesionado con el semiocapitalismo y la inteligencia artificial, y con las nuevas formas de esclavitud digital que han destruido la fuerza política del movimiento obrero.

“Creo que estas conclusiones surgen del mismo lugar que lleva a Bifo a su obsesión con la inteligencia artificial, su idea de semiocapitalismo y de que ya no hay clase obrera sino un precariado digital que predomina la producción virtual, que somos esclavos de las redes sociales entregando nuestra atención, la mercancía privilegiada por el capitalismo en su fase actual. Ese lugar es el encierro del pensamiento europeo en sí mismo, empujado por el ascenso del fascismo y del militarismo, incapaz de ver más allá de la propia biblioteca.”

No puedo negar que me obsesiona la derrota que el movimiento obrero ha sufrido tras la transformación digital del proceso productivo y sobre todo me obsesiona la mutación cognitiva que ha privado a la gran mayoría de la humanidad no solo de la capacidad de pensar, sino también de amar, de acariciarse y de vivir. Sí, me obsesiona: espero que Pablo me perdone.

La principal acusación de Pablo: Soy incapaz de ver más allá de la biblioteca europea. Es un eufemismo que podría traducirse de forma más brutal: soy un hombre (y varón) blanco que envejece.

No puedo negarlo: mi depresión es la depresión que ha atormentado durante mucho tiempo a la raza blanca, en declive demográfico, economico y psicológico. Debido a mi condición de blanco y envejecido, no puedo imaginar un futuro que no sea horrible. No veo los futuros brillantes que los ojos de Pablo pueden ver.

No puedo negarlo, pero desafortunadamente (muy desafortunadamente), mi condición existencial y psicológica encierra una verdad que trasciende con creces mi (repugnante) ser individual. La pulsión de muerte que domina mi mente envejecida es la misma que domina las mentes de la gran mayoría de la cultura blanca. No es una patología personal mía, sino una pulsión de muerte que domina irreversiblemente a Occidente.

Así como ciertos niños estadounidenses deprimidos toman un rifle y van a disparar a una escuela o una iglesia con la esperanza de que alguien venga y los mate, Occidente también ha decidido no desaparecer sin arrastrar a la raza humana con su propio suicidio.

El capitalismo que Occidente ha impuesto al mundo ya ha destruido irreversiblemente el clima del planeta y está destruyendo imparablemente las mentes de la nueva generación. No veo a nadie que pueda detener esta doble destrucción.

La voluntad sin razón está condenada al fracaso. La voluntad contra la razón no es más que histeria machista.

Si antaño el Occidente (demográficamente joven) expresaba una energía futurista y constructiva, hoy el impulso expansivo del cuerpo joven se ha transformado en una pulsión de muerte en el cuerpo envejecido de la raza blanca.

El fascismo del siglo XX fue el fascismo eufórico, expansionista y colonialista de los jóvenes futuristas. El fascismo de la era trumpista es un fascismo senil, aterrorizado por la invasión de migrantes y dispuesto a usar todas las armas disponibles para reafirmar el dominio del cuerpo blanco demente y moribundo. El fascismo trumpista ha conquistado a la mayoría de los blancos deprimidos porque funciona como una cura agresiva para la depresión.

Me disculpo por haber dicho lo que veo en lo profundo del inconsciente masculino blanco envejecido, porque también es mi inconsciente, aunque lo odie con todas mis fuerzas (declinantes). Pablo me acusa, sin embargo, de “renunciar a la humanidad” precisamente cuando urge un lenguaje de resistencia y una razón revolucionaria de esperanza, y cita la frase más conocida de Antonio Gramsci, la del pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad.

Disculpen, pero (con el debido respeto a Gramsci) esta afirmación es una idiotez. La voluntad sin razón está condenada al fracaso. La voluntad contra la razón no es más que histeria machista.

Afirmaciones del tipo «Solo quien deserta de la memoria, la historia y la verdad puede descubrir algún (minúsculo) espacio para la alegría» nos hablan de una extraña inversión del adagio gramsciano para abrazar el optimismo de la razón y el pesimismo de la voluntad.

Precisamente por darle tanta importancia a la fuerza de voluntad (que nadie sabe qué es) y a menudo ignorar la razón, los comunistas perdimos la guerra contra el fascismo. Ocultarlo no tiene sentido. Comprenderlo puede ayudarnos a encontrar una salida, a la que yo llamo deserción.

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Imagen: La Furia, Sergio Langer, 2025. Obra elaborada especialmente para la edición del libro “Pensar después de Gaza”.

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