Entre el 12 y el 27 de septiembre se realiza la VIII Feria del Libro Independiente (FLI) en México en un formato presencial y digital. En esta edición el lema es: “Comunidad en Acción”. Verónica Gago participó de la inauguración y presentó su último libro La potencia feminista o el deseo de cambiarlo todo publicado en México en alianza con Bajo Tierra y Pez en el Árbol. En la conversación estuvo presente Raquel Gutiérrez Aguilar –también autora de Tinta Limón– y una vocera de familiares de víctimas de violencia de género desde la toma de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de la Ciudad de México.
La feria está organizada por la Asociación de Editoriales Mexicanas Independientes (AEMI) y el Fondo de Cultura Económica. Además, participan 60 sellos editoriales. También colabora el Antiguo Colegio de San Ildefonso y la Red de Librerías Independientes. Tinta Limón participó del encuentro como editorial internacional invitada.
Andrea Fuentes, editora e integrante del comité organizador de la feria presentó la actividad: “Decir sesenta sellos -más que un número- para nosotros es muchas voces, muchos cuerpos, muchas mentes pensando desde hace muchos años cómo poner a circular los libros, cómo extender el lenguaje, hacer, cultivar y sembrar el pensamiento”, dijo. Fuentes también agradeció a Pablo Moya, Mariela Calcáneo por haberlos invitado junto a Tomas Granados Salinas a ser miembros del Comité este año. Luego presentó a Verónica Gago y a Raquel Gutiérrez Aguilar.
Verónica Gago: Muchísimas gracias Andrea y muchísimas gracias a todos lxs organizadores. Sabemos que es un esfuerzo enorme en este contexto sostener la Feria. Estoy acá también como parte de la editorial argentina invitada, Tinta Limón. Es también un esfuerzo militante de edición de muchos años, y en alianza y complicidad política con Bajo Tierra y Pez en el Árbol se hizo esta edición mexicana de “La potencia feminista”. Estoy muy, muy feliz. Obviamente me gustaría estar de cuerpo presente allá en México, ya sucederá. Pero es un honor estar acá y además, es un honor para mí estar con Raquel, que es la prologuista del libro, es amiga, maestra, compañera de hace muchísimos años. Siempre una referencia. Y un lujo que la conversación sea inauguración de la Feria.
Raquel Gutiérrez: Yo también quiero saludar, saludarte a ti Vero, darte la bienvenida y agradecer muchísimo a Andrea, y a todas y todos los que hayan estado interviniendo en la inauguración de esta Feria del Libro Independiente. Me siento muy honrada de poder comentar el trabajo de Vero Gago y me siento muy contenta de que ese haya sido el libro escogido para inaugurar este espacio de debate. Realmente es un libro que a mí me parece muy útil, muy pertinente y que poder ahora tener este espacio para difundir las ideas –y tener a la propia Vero para que nos comparta sus certezas, sus intuiciones, sus dudas– es algo muy valioso.
V.G.: Lo primero que quería contar es que éste es un libro hecho al calor del proceso feminista en Argentina de los últimos años. Pero al mismo tiempo es una trama de conversaciones, de acciones, que exceden al contexto nacional de Argentina aunque está muy situado en lo que fue la dinámica política vinculada al movimiento Ni Una Menos. Un movimiento muy amplio, que tomó las calles de manera muy contundente, muy masiva y fue acumulando durante varios años –ya llevamos cinco años– ritmos y formas de organización, que muchas coincidimos, en que han marcado un ciclo, una nueva época en la movilización feminista. Por supuesto que el movimiento tiene muchísimos hilos, muchas historias, muchas trayectorias, muchas genealogías pero en el último tiempo ha inundado todo. Nosotras acá hablamos mucho de esta metáfora acuática de la “marea feminista”, por esa imagen del desborde y también porque es una experiencia que no ha dejado lugar sin conmover. Ha alterado lo que sucede adentro de las casas, en las plazas, en las escuelas, en las universidades, en los sindicatos, en los lugares de trabajo, en las formas cómo pensamos nuestras propias historias y nuestras propias vidas. Y a la vez es una experiencia que es una cita transgeneracional. Es decir: nos encuentra a compañeras de muy diversas historias, de muy diversas trayectorias de luchas. Eso es muy interesante porque le da una espesura histórica muy potente, y al mismo tiempo, no se explica esa marea, ese desborde, sin pensar cómo este proceso y este movimiento se ha ido coordinando, ha entrado en resonancia y en contaminación con organizaciones, con luchas, con experiencias, con colectivas que se fueron creando a lo largo de estos años en todo el continente y el mundo. Esta es una de las cuestiones más llamativas de estos últimos años: la capacidad global, transnacional que ha hecho de los feminismos esta multiplicación permanente, este cuestionamiento permanente de qué son los feminismos. Cómo los vamos construyendo. Qué se va construyendo. Qué capacidad tiene de ir desbordando toda definición y cómo se va definiendo por las prácticas que va inventando. Y creo que lo más interesante de esta difusión y de esta amplificación es la manera en que vamos enhebrando ritmos muy diferentes. Es decir, cómo algo que sucede en un lugar repercute en otro. Entonces, creo que eso también va produciendo un archivo común y colectivo de imágenes, de palabras, de consignas, de contraseñas que logramos entender y traducirnos. Eso nos ha dado la experiencia muy concreta de sentir una fuerza en común. De ver imágenes de movilizaciones en uno y en otro lado y sentir esa repercusión de lo que cada una –en términos personales, en términos colectivos, en términos de movimiento– va haciendo y saber que eso afecta en otros lugares. Vamos amasando ese movimiento, esa marea, que tiene –insisto– ritmos distintos. Tiene momentos de ebullición y momentos de lentitud o de relentizarse o de sentir que hay un repliegue. Es una experiencia. El libro de alguna manera es parte de ese proceso. Es un experimento al interior de ese proceso y una forma, una voz, una manera de narrarlo, que toma algunas de esas cuestiones muy vividas.
R.G.: Efectivamente, Vero. Yo que pude tener la suerte de estar más o menos cerca de la gestación del libro cuando tú te propusiste empezar a hacerlo, creo que hay varias ideas allí que son de mucha utilidad –o al menos a mí me han sido de mucha utilidad–. Hay una de las preguntas sobre la que Vero reflexiona mucho, que es una pregunta que puede parecer bastante filosófica, pero es totalmente concreta. Es una pregunta inmediata y es una pregunta fértil. Vero se pregunta en algún momento temprano del libro –muy al comienzo– ¿qué puede un cuerpo? ¿Y qué puede un cuerpo? Está pensando en un cuerpo de una mujer, en un cuerpo suyo, en su propia experiencia, en un cuerpo feminizado, etcétera. A través de pensar, y de sentir, y de reflexionar la experiencia esa que hemos compartido en muchos lugares del continente en los últimos cinco años, de haber vuelto a estar todas juntas. Juntas en la calle haciendo una enorme cantidad de cosas y aprendiendo una experiencia que es de acuerpamiento no exenta de tensión. Pero finalmente una posibilidad de converger, de actuar, de resonar, y otro conjunto de verbos que Vero va barajando. Y va barajando no solo porque sea muy lista –que lo es– sino porque ha vivido esos momentos y ha participado y ha empujado con su propio cuerpo esos momentos de desborde de la marea, de tsunami feminista que sobre todo en Argentina se han caracterizado por la masividad y la radicalidad. Entonces Vero, a mí me gustaría, como parte de la conversación, si tú pudieras pensar y presentar a los eventuales oyentes en México –pensando que también esto se esté escuchando en Buenos Aires o eventualmente en algún otro lugar– estas dos preguntas. Por un lado, ¿cómo llegas y por qué te preguntas acerca de qué pueden los cuerpos, qué puede un cuerpo, qué puede mi cuerpo, qué más hilos hay allí sintetizados? Y por otro lado, ¿cómo has entendido tú, cómo lo viste surgir, cómo lo viste florecer, eso que nombras “el bucle” entre la masividad y radicalidad que es algo tremendamente potente que ha ocurrido claramente en Buenos Aires, en Argentina, pero también en Uruguay, pero también en Chile, y parcialmente en algunos otros lugares? Entonces, a mí me gustaría que tú pudieras contar estos hilos que son –me parece– armazones fundantes de tu propia postura.
V.G.: Creo que es una pregunta muy colectiva. ¿Qué es lo que fue impulsando, lo que fue generando todo este movimiento? Muchas veces no hay una causa. Es decir, ¿qué hizo en un momento qué tantas, tantes, nos movilizáramos, nos encontráramos, tuviésemos este deseo de volcarnos a la calle y además de estar ese día o un día de una movilización o un día de un encuentro, seguir, persistir en esa trama de cómo seguimos pensando, cómo nos seguimos encontrando? En Argentina hay una tradición muy importante, el “Encuentro Nacional de Mujeres”, que ahora se llama “Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans”. Un encuentro itinerante que se hace desde la vuelta de la democracia, que ha recorrido todo el país y ha sido una escuela popular feminista para muchísimas generaciones. Ahí se han procesado debates políticos y feministas de todos los momentos. Esa experiencia empezó a masificarse, ese deseo de encontrarnos, ese deseo de seguir juntando fuerzas, de discutir en cada uno de los ámbitos en que una estaba y no solo una o dos veces por año sino hacer de esa fuerza una suerte de continuo cotidiano. En el 2015, acá empiezan las movilizaciones más masivas. Arranca el 2016, una organización de mucho trabajo y de mucho esfuerzo en todos los lugares para la construcción, primero, de un paro nacional contra en ese momento el gobierno de Mauricio Macri, el gobierno ultraneoliberal que teníamos en ese momento. La dimensión organizativa nos sorprende a todas. La capacidad de repercusión que tiene esa medida de fuerza es una manera bastante novedosa de responder al femicidio. Es organizar una huelga en respuesta a un grito de “Ya basta” frente a la violencia femicida. Pero al mismo tiempo movilizar una forma de lucha que no es tan evidente, como es una huelga, para responder al femicidio. La conjunción de esos hechos llama bastante la atención. De hecho, siempre recordamos que los medios de comunicación decían: “qué tiene que ver una huelga con un femicidio”, como si estuviésemos componiendo cuestiones que no se relacionaban. Y la verdad es que eso fue muy potente porque fue lo que permitió impulsar, no solo una escena de duelo por ese femicidio en particular, por todos los que se venían denunciando, que cada vez se hacían más públicos y generaban más rabia y más bronca y más dolor, sino también ponernos en una situación de organización y de lucha. Entonces, esa dinámica fue tomando cada vez más cuerpo. Fue tomando cada vez más la energía de todas y de todes. Cómo convertir ese dolor, esa furia, que nos la querían devolver como pura impotencia en una capacidad de acción colectiva. En una capacidad que expresaba rabia y furia, pero también que liberaba una potencia muy contundente, el hecho de poder organizarnos en términos políticos. Y de ir pensando qué significan los feminismos como movimiento político. Ahí la cuestión de la huelga, de llamar al paro, primero aquí en Argentina –que igual inmediatamente se transformó en un paro que no solo se restringía a la Argentina– y después a partir de los 8 de marzo de 2017 en adelante, empezar a trabajar en la coordinación de esta medida en común, que es tener el 8 de marzo como una cita, al mismo tiempo era la excusa para ir organizándonos en cada territorio, en cada escuela, en cada lugar de trabajo, en cada sindicato, en cada espacio barrial, comunitario. Ahí la huelga y esta forma de organización novedosa era la que nos permitía hacernos en muy distintas escalas esta pregunta de “qué podemos”. Qué podemos cada une y qué podemos como cuerpo colectivo. Y qué vamos a hacer con todo este dolor, y con toda esta furia, y con toda esta violencia que sentimos para convertirla, para transformarla en una capacidad política de organización. En una manera de procesar y elaborar colectivamente ese dolor y al mismo tiempo producir una comprensión más profunda de por qué ese ensañamiento contra ciertos cuerpos. Por qué esa violencia cada vez más profunda y cada vez más cruel contra ciertos cuerpos. Por qué esa exhibición tan generalizada, especialmente desde los medios de comunicación hegemónicos con ese mensaje de ensañamiento hacia ciertos cuerpos de mujeres lesbianas, travestis, trans, no binaries. La pregunta era: qué podemos frente a esa violencia que nos quiere enmudecidas, que nos quiere impotentes, o que nos hace cínicas frente a una maquinaria que parece no tener manera de ser detenida. La experimentación de qué podemos como cuerpo colectivo, como cuerpo común, es una experiencia frente a esa violencia. Es una manera de comprender esa violencia de una manera que no nos deja en la pura parálisis, en el puro miedo, en el puro descreimiento de nuestras propias capacidades de hacer algo frente a eso. En ese sentido, hemos ido aprendiendo muchísimo en este proceso. Tanto a la hora de nombrar y comprender esas violencias como a la hora de confrontarlas desde un posicionamiento político como movimiento feminista en toda la heterogeneidad –como vos decías– en todas las tensiones, en todo el dinamismo que representa un movimiento tan grande. Me refiero a esta segunda cuestión que planteaba Raquel. Esta idea de cómo se combinan masividad y radicalidad, un elemento muy importante para caracterizar la novedad de este momento. Nunca habíamos visto semejantes niveles de movilización, de ocupación de calles, de transversalidad del debate y del acuerpamiento feminista en todas las instancias. Y al mismo tiempo, radicalidad en las maneras de querer repensarlo todo: desde la violencia contra los cuerpos de mujeres lesbianas, travestis y trans, pero sin dejar de lado cómo eso tiene que ver con la violencia económica, institucional, colonial. Esa porosidad de las discusiones y al mismo tiempo ese desborde –de nuevo esa palabra– es desde dónde se discutían estas cosas. El feminismo empezaba a ser una discusión para todas y todes, en cada uno de los lugares, al interior de las propias organizaciones que nunca se habían preguntado de manera tan profunda sobre los feminismos. Y sobre todo, una fuerza para las compañeras en cada uno de los lugares y para cada una de nosotras en sus propias experiencias.
R.G.: Vero: es muy interesante que ahora puedas rememorar y compartir esto con nosotros. Invito a Andrea también a sumarse a esta conversación en el momento que ella quiera. Me acaban de confirmar que las compañeras del Frente Nacional Ni Una Menos, que han hecho la ocupación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos desde el jueves de la anterior semana y que han puesto otra vez en el tapete de la vida política y pública mexicana elementos similares a los que referías. Ese esfuerzo por tratar de convertir la furia y el dolor no en impotencia, sino en acción. Podríamos ir conversando acerca de cómo si bien en países como los del Cono Sur, donde se mantuvo durante más tiempo viva la tradición de la huelga, la tradición del paro, fue esa herramienta de lucha la que el feminismo logró reapropiar y abrirlo como una discusión. Acá en México tuvimos un paro el 9 de marzo de este año (el 8 cayó domingo) hubo una movilización muy grande, hubo un momento de paro y fue muy importante aunque fue muy contradictorio por cómo se fueron alineando las fuerzas. No hay en México una gran tradición de huelga. Lo que sí hay es una larga tradición de ocupación del espacio público, de ocupación de las instituciones para sacudir, para dotarse de fuerza, a partir de las tomas. Está ocurriendo acá en México algo que es similar, aunque por supuesto específico y singular, que resuena con la manera en la que allá en Argentina, y en otros lugares, se fue extendiendo esta capacidad de convocar a huelgas. Pareciera que empieza a habilitarse, empieza a ocurrir un llamado de algunas madres muy golpeadas, muy enojadas que se corren del lugar de la víctima para plantearse qué cosa hacer y lograr. Establecer un “basta”.
Andrea Fuentes: Gracias Raquel. Haciendo la vinculación entre estas dos cosas es que quiero rescatar aquello que menciona Verónica en “La potencia feminista”. Esta actividad que está sucediendo ahora con la toma en la ciudad de México, pero en muchos estados en el interior de la república. La protesta feminista como enunciación, como lo que hace visible y transforma el mapa. Un momento específico y un eco, una resonancia. La visibilización de todas estas injusticias, de toda esta furia, ante la desesperación de la injusticia. Quisiera que pudieras avanzar en esta idea de procesar los feminismos, algo que también aquí tenemos que hacer cada vez más, y recuperar en ese contexto esta frase maravillosa de “La potencia feminista”, donde enuncias que todas tenemos un territorio, que no estamos desterritorializadas, sino que tenemos un territorio que es el territorio cuerpo. Esta noción me parece un lugar fundamental del cual poder partir.
V.G.: Empiezo por esto último, lo del cuerpo-territorio, que es un concepto que nosotras hemos escuchado acá de compañeras que están muy involucradas en luchas anti-extractivistas sobre todo en América Central y que nos ha llegado y nos ha impactado mucho como concepto. Es parte de estos flujos de traducción, de apropiación. Llegan imágenes, llegan en conceptos y hacen sentido incluso en geografías y en contextos distintos pero que incluso lo trato de pensar y extender para pensar la discusión del aborto. ¿Y por qué la discusión del aborto cuando se da también en esta clave de tanta masividad, de tanta radicalidad, como se dio en el 2018 y la “marea verde”? No se está hablando solo del cuerpo individual y no se está procesando solo en términos de derechos individuales. Se está pensando en cómo afecta un cuerpo colectivo. Pero además porque, por ejemplo, las luchas indígenas han sido muy importantes para repensar las cuestiones históricas del feminismo en todo el continente y en Argentina en el último tiempo. Eso ha movilizado algo que me parece fundamental, que no es tanto quién se define como feminista o como experiencia feminista a partir de una definición pre-hecha, sino cómo los feminismos se han reinventado y re-hecho a partir de conflictos concretos. Eso ha modificado –como decís– el mapa y las sensibilidades. Ha permitido que ciertas experiencias que nunca se nombraron feministas se pasen a nombrar feministas o que reconozcan sus propias luchas en claves feministas aún si no eran nombradas de esa manera. Eso ha ido ensanchando lo que entendemos por feminismos y lo interesante ha sido cómo se ha ido armando una suerte de conexión, de cercanía, de proximidad entre luchas donde el feminismo empezó a ser un código común. No porque significara lo mismo, pero sí una sensación de amplificación. Esa sensibilidad que se ha ido construyendo, esa capacidad de ir planteando problemas históricos, pero en claves nuevas gracias a los feminismos ha obligado a cada uno de estos conflictos a repensar sus estrategias de enunciación, sus alianzas políticas y sus maneras de organización, tanto al interior de los propios colectivos como a la hora de salir a la calle. En ese sentido, cuando decimos “los feminismos” estamos hablando de un mapa enorme en ebullición, en permanente redefinición y sobre todo lo que me parece más interesante, y eso aquí en Argentina lo hemos visto mucho, muy contencioso. Una asamblea feminista está hecha de compañeras que tienen mucha experiencia en la oratoria, compañeras que es la primera vez que se animan a hablar en asambleas, compañeras que vienen de luchas sindicales, compañeras que vienen de partidos políticos. Esa mezcla, con la capacidad de poner ciertas tramas de discusión en común orientadas por conflictos, ha sido una dinámica interesante y los conflictos en los que nos vamos involucrando y con los que nos vamos comprometiendo construyen territorio. Nos hacen parte de un territorio en común. Esa suerte de conexión por luchas y por territorios le ha dado un dinamismo y una capacidad de meterse con cuestiones y con temas a los feminismos que antes quedaban más lejos o parecían no afectar directamente a cuestiones del feminismo. Es parte de esa masividad de la que hablábamos antes.
R.G.: Quisiera proponerte otro tema mientras esperamos la llegada de las compañeras. Este momento de ebullición feminista, que tienen que ver con el hacerse cargo y tratar de intervenir en situaciones conflictivas específicas, nos ha movido también de la condición de sector. Es decir: son las luchas de las mujeres y otros cuerpos feminizados, o mujeres lesbianas, trans, travestis y todo lo que queramos como cuerpos en movimiento que no se presentan como un sector. No quedan sectorializadas solicitando cosas a una especie de neutro universal sino que están abriendo o replanteando un horizonte en el cual se afanan por la transformación radical de las cosas. Es un alejarse de cierta manera en la que, durante largos años –sobre todo en los años más neoliberales de todos los países– se buscó limitar a una política de inscripción de derechos que iban a ser finalmente derechos vacíos y sobre todo sectoriales. Entonces: no estoy diciendo que esos derechos ya los hayamos ganado. Esos derechos necesitan quedar inscritos, necesitan ampliarse. El derecho a la interrupción voluntaria del embarazo antes que cualquier otro, pero hay otro montón. No sé si pudieras dar algunos hilos por ese lado.
V.G.: Sí, creo que eso es fundamental en términos de cómo pensamos la transversalidad, en cuestiones de agendas y en quiénes quedan interpeladxs por los feminismos. Por esta variedad y heterogeneidad de luchas que son parte de los feminismos. En ese sentido, me parece muy importante cómo ha trastocado la cuestión de la dominación, de la subordinación y de poner en primer lugar la discusión sobre la explotación del trabajo. La cuestión de la huelga, del paro, ha permitido discutir la dimensión del trabajo reproductivo, gratuito, mal pago, precario, del trabajo migrante, del trabajo sexual. Todas discusiones que se pusieron en un primer plano no sectorial, sino que a partir de esas discusiones se podía leer la totalidad de las relaciones en las que estamos inscriptas. Los feminismos como movimiento empezaron a afectar todo. A decir: “Nada nos es ajeno en la discusión”. Eso ha tenido una potencia muy movilizadora, tanto a nivel del sistema político como al nivel de los imaginarios, del deseo de la vida que se quiere tener, de cómo se estructura la cotidianidad. Los feminismos han tomado, contaminado y cambiado las luchas en el continente. Si pensamos lo que pasó en Chile con el estallido de octubre, en 2019, lo que pasó en Ecuador, vemos que esas dinámicas y esos vectores de los feminismos están siendo parte de las luchas en general. Es decir, hoy una revuelta, un paro, una ocupación popular, indígena, comunitaria, al mismo tiempo tiene en su interior perspectiva feminista. Los feminismos han cambiado tanto la cuestión de la enunciación como lo que se entiende como prioridades. Acá tenemos muy cerca y estamos aprendiendo mucho de lo que ha significado la revuelta en Chile. El impacto que ha tenido el feminismo desde el 2018 con la revuelta estudiantil y la huelga feminista en Chile. La capacidad de producir consignas que son consignas generales. ¿Cuál es la vida que merece ser vivida?, ¿qué significa estar contra la precariedad de la vida? Además, hoy toman una escala que sin estos años de feminismos sería muy distinto cómo pensar, enfrentar y atravesar la crisis acelerada por la pandemia.
R. G.: Completamente. Quizás una de las influencias que nos ayudó a entender la profundidad de poner en el centro la reproducción fue Silvia Federici. Después, en la segunda década del siglo XXI, cuando su libro se traduce al castellano, empieza a convertirse en un fenómeno de las editoriales independientes –para hacer alusión a la Feria en la que estamos– pero además empieza a darnos un piso para desectorializarnos. Para poder pensar una articulación y un acuerpamiento distinto que trata de impugnar y de colocar la garantía de reproducción material y simbólica. Ponerla en el centro, en el corazón de la discusión pública. Se abre la gama de aquello que tiene que disputarse. Cómo llega el agua a las casas, cómo se educa a los niños, cómo se pone un límite a las violencias, qué tipo de cosas comemos. En fin, hay un montón de elementos que ahora podemos enunciar de una manera mucho más clara. Para salirnos de la trampa de la demanda al Estado para que te consagre algún don. Sin negar la importancia de reclamar un montón de cosas al Estado. Estoy planteando esto porque todavía no quería entrar a la siguiente pregunta que tiene que ver con entender las luchas contra las violencias hasta que lleguen las compañeras, para que esa cuestión podamos también tejerlas con ellas, después de que las escuchemos. Voy a verificar, te cedo la palabra.
V. G.: Quiero retomar lo que decías de Silvia Federici porque ha sido desde Tinta Limón –y en alianza luego con otras editoriales– muy importante la traducción y edición de “Calibán y la bruja”, que se ha convertido en una suerte de hito editorial. En Argentina podemos dar fe de que se ha leído en muchísimos lugares, se han hecho grupos de estudio, fotocopias, ediciones de todo tipo para discutir y para conversar ese libro que tiene imágenes muy poderosas, tanto históricas sobre la narración de lo que significa el origen del capitalismo en relación al aniquilamiento de las subjetividades subversivas –como dice ella–, de esas mujeres aborteras, parteras, médicas, jefas de sus gremios, con muchísimo poder político. Silvia nos da herramientas muy precisas y que podemos arrastrar hasta hoy de lo que significa, lo que ella llama el “el gran encierro”, el “gran confinamiento”. Por qué en algún momento los hogares se convierten en ese lugar de enclaustramiento, donde el trabajo doméstico queda inmediatamente desvalorizado, queda asociado a mandatos de género familiaristas, a un modo del sexo reproductivo y normativo. Ahí hay imágenes muy importantes que se han difundido y discutido muchísimo. Además de que Silvia hace un trabajo militante con sus palabras y no se cansa de viajar, de dar charlas, de ir a asambleas, de compartir su experiencia. Por ejemplo, su lectura militante y su experiencia con la campaña por el salario doméstico en los años ´70 se pone en conexión y en conversación con las discusiones actuales y con la realidad de América Latina, pero también todo lo que ha estudiado, su experiencia en África en los ´80 y lo que significa, por ejemplo, la deuda externa. Es un aporte clave la forma en que ha pensado la cuestión del endeudamiento como un dispositivo de obediencia y un dispositivo de reinvención permanente del capital y de ampliación de las fronteras de extracción de valor. Por ejemplo, una de las cosas que desde el colectivo Ni Una Menos, en alianza con otras compañeras, hemos impulsado en los últimos años es una politización de lo que significa el endeudamiento de los hogares. Y por eso decimos: “vivas, libres y desendeudadas nos queremos”, como una manera de ir enlazando conceptos, demandas, pero también imaginarios de qué significa decir que nos queremos vivas. No es simplemente que no nos maten sino que es una experimentación de la libertad y es una discusión de qué significan esas libertades vinculadas a autonomía económica, por ejemplo. El movimiento feminista –y sobre todo las más jóvenes–tienen un deseo de conceptos, de lecturas. Quizá en otros movimientos sociales hay una cierta tendencia al anti-intelectualismo pero en el movimiento feminista hay un desacato a esa idea del intelectual como algo ajeno, y más bien hay una necesidad y un deseo permanente de inventar palabras, lenguajes, de hacer lecturas, grupos de lectura, cátedras abiertas de discusión. Eso es algo muy vivo. Tienen mucho que ver las iniciativas de edición militante. Hay muchas editoriales feministas produciendo panfletos, libros. Y eso es así porque se está inventando permanentemente una gramática para nombrar las propias prácticas y para ponerle conceptos, producir imágenes de lo que se está haciendo. Desde fanzines hasta libros, desde graffitis hasta consignas. Hay un alto modo de cultivar las palabras y los gestos desde los feminismos. Es toda una dimensión performativa, una manera de traducir experiencias y ser reapropiadas desde geografías distintas.
A. F.: Sí, en la pandemia se ha exacerbado o se ha visibilizado de un modo extremo lo que significa la explotación del trabajo doméstico, la situación de una imposibilidad real de tener tiempo para la mayoría de las mujeres. Entonces hay una necesidad básica, que no parte o no atraviesa solamente la discusión teórica, sino que más bien nace de los cuerpos. Hay una frase tuya que me parece maravillosa, cuando dices que de la conjunción entre la imposibilidad y el deseo surge la imaginación más radical para inventar formas de resistir. Y hay otra frase que dices tú Raquel que habla sobre lo común y que me parece muy hermosa, que es una definición de qué es la producción constante de sentido y vínculo. Y que engarza con esta conjunción de la imposibilidad y el deseo. Como un espacio que necesitamos en nosotras mismas, en la sociedad, en el imaginario, para poder llevar a cabo y transitar esta construcción que estamos haciendo de los nuevos territorios, de los procesos que queremos habitar. Es complicado, la lucha es ardua, a veces es dolorosa. Seguramente, ahora lo dirán las compañeras, no es una discusión teórica, está siendo un enfrentamiento.
Ocupación “Casa de refugio”, de Ni Una Menos, México
R.G.: Ha llegado la compañera Deni. Ella es defensora de los derechos humanos de la Ocupa. Bienvenida a esta conversación. Estamos ávidas de escucharlas de viva voz, en primera persona, que nos puedan contar cómo ven ustedes. Aquí estamos hablando de potencia feminista y vaya que ustedes en estos últimos días nos han dado una lección grandísima de lo que pueden y de la potencia feminista que se despliega en su acción.
Deni: Hola compañeras. Aún hoy día todavía estamos aquí, en la Ocupa, en el edificio de la ex CNDH (Comisión Nacional de Derechos Humanos), hoy “Casa de refugio”, de Ni Una Menos. En este caso les habla Deni, defensora de los derechos humanos. Estamos haciendo un acompañamiento a las compañeras en la toma. La situación es que ha habido intentos de amedrentar a las compañeras con granaderos, con policías que vienen bajo el pretexto de que hay compañeras familiares que necesitan un apoyo gubernamental. Pues es, también, una intimidación, sobre todo para las compañeras que ahorita fueron a tomar las instalaciones de la Comisión de Derechos del Estado de México (Codhem), en Ecatepec, y que fueron reprimidas. Había compañeras embarazadas, compañeras con niños: las sacaron, las golpearon y las detuvieron. Vemos que el gobierno, que la autoridad, se maneja con un doble discurso. Dicen que viene a acompañar y proteger a familias de desaparecidos, pero esa misma policía es la que nos está reprimiendo. Nosotras ya no creemos en el gobierno, en la función pública.
R.G.: Deni, como esto se está transmitiendo también en Buenos Aires y hay personas conectadas de otras partes, ¿pudieran contarnos cómo va la toma? Hemos estado conversando mucho de los modos en los que se han dado esas alianza contra todas las violencias de las que estamos siendo objeto, en estas guerras que se han impuesto contra los pueblos y contra las mujeres. Y cómo esa violencia que parece no parar, que no parece haber manera de detenerla, ustedes han hecho esta acción tan aguerrida, tan valiente, tan importante. La ocupación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, una institución que no estaba cumpliendo su función, y ustedes la convirtieron en una casa de refugio y de respaldo a las personas que han sido agredidas. En fin, el tiempo es tuyo para que nos puedan contar un poco.
Deni: Gracias, compañeras. Seguro saben la historia: esta ocupación comenzó porque las madres de los compañeros que fueron desaparecidos producto del terrorismo de estado que se vive en este país, vinieron a demandar justicia y como no la obtuvieron se amarraron a una silla de la Comisión. Luego hubo colectivos feministas que acompañaron la toma. Se tomó la instalación y desde ese día es una casa de refugio de Ni Una Menos. Obviamente, hay una situación de tensión, las madres de las víctimas toman la instalación y aquí van a seguir las compañeras. Ellas están firmes en su decisión de no abandonar la instalación y en lo justo de su reclamo de justicia. El Estado es el que debería proveernos de un montón de cosas, pero no acciona en la realidad. No es nada más que justicia lo que demandan las víctimas de los compañeros. Es la justicia social, el derecho a una seguridad, por ejemplo. Si fuera un país seguro no existiríamos nosotros tampoco, los defensores de los derechos humanos, porque no tendríamos a quien defender. Tan simple como eso. Son muchas cosas las que se carecen en este país: justicia social, vivienda digna, trabajo digno, alimentación digna, educación digna. Y, por supuesto, el alto índice de feminicidios y desapariciones forzadas.
V.G.: Deni, ¿están recibiendo apoyo, solidaridad? ¿Cómo sienten que está siendo recibida la acción de ustedes y esta capacidad de dar refugio, de alojar a las compañeras que están demandando justicia, ¿cómo está siendo recibida por otros colectivos esta acción?
Deni: Sí. La situación ahorita es que están llegando muchos productos, para acopiar. Por ejemplo, medicamentos. Acá se hace el acopio y una señora, que es madre de una de las víctimas, la distribuye, las manda a otras familias. Se van a Guerrero, a Michoacán, donde se necesita, donde la población está más vulnerable y las víctimas no reciben la menor atención por parte de las autoridades. Ahorita se está pidiendo apoyo, básicamente de donación por esa vía. Y también el acompañamiento afuera del edificio que se tomó. Hay algunas actividades y vienen las compañeras solidariamente y eso también ayuda, porque de alguna forma mantienen los cercos policíacos más lejos del edificio.
V.G.: En estos momentos de pandemia, de cuarentena social obligatoria, ¿ven que la situación de violencia hacia mujeres y en particular violencia doméstica en términos más generales se ha incrementado? ¿Están notando eso también?
Deni: Sí, sí, claro. Bueno, ese fue el motivo de la toma que les comentaba. Justo en el día de ayer las compañeras hicieron la toma en Ecatepec, en el Estado de México, y fueron reprimidas. Había compañeras embarazadas, con niños, que fueron golpeadas y detenidas. Entonces es un doble discurso el de la autoridad: en el momento en el que dicen que está atendiendo los casos, reprimen de una forma brutal a las compañeras en un legítimo reclamo de justicia.
R.G.: Compañera, yo tenía una pregunta. Se ha sabido en los últimos dos, tres días, que hubo este acercamiento con la Secretaría de Gobernación y se presentó un pliego donde ustedes expresan lo que creen que tienen que pasar. ¿Cómo convocarían ustedes a que nos acuerpáramos de modo más amplio para que logremos poner un fin a estas múltiples violencias?
Deni: Sí, claro, compañera. Pues el primer paso, como siempre, es la organización de los distintos modos que existen dentro de nuestra lucha social. Por ejemplo, desde las compañeras anarquistas que aquí sostienen acuerpando con el Bloque Negro, las madres de familia. Sí tiene que ser un grupo, una forma organizado y con una demanda única y universal: justicia y seguridad.
A.F.: Yo más que preguntarles, quiero decirles que estamos con ustedes, estamos profundamente con ustedes, que las apoyamos. De hecho, les agradecemos su fuerza y esta palabra que acabas de usar, el acuerpamiento, que más que nunca es real, es poderosa. Así que, bueno, aquí estamos. Lo que preguntaba Raquel es fundamental en el sentido de que podemos servir de muchas maneras para ir replicando la voz de los que ustedes quieran y necesiten transmitir, y esta organización de la que tú hablas se puede dar de muchas maneras. Entonces, mi agradecimiento y el agradecimiento de todas, Deni.
Deni: A ustedes, compañera. Ustedes comprenderán que en esta situación es un poco difícil conectarse. Por ejemplo, en la mañana hubo una situación en la que tuvimos que replegarnos porque estaba todo el edificio rodeado. Entonces a veces es dificultoso conectarnos.
V.G.: Nosotras agradecemos muchísimo que hayan hecho este esfuerzo de conexión en esta situación, pero nos parecía también una posibilidad de poder escucharlas, de poder difundir lo que están haciendo y también saber que desde otros países estamos atentas a lo que ustedes van diciendo, a lo que se va publicando, a lo que van comunicando. Bueno, se han visto mucho estas pinturas de próceres intervenidos que ustedes también hicieron. Estamos todas muy atentas, sepan eso, desde distintos lugares. Atentas, alertas y también aprendiendo mucho de lo que ustedes van contando y de cómo vamos construyendo ideas y prácticas concretas de justicia. Un abrazo muy fuerte y saludos a todas.
Deni: Es correcto compañeras. Y muchísimas gracias a ustedes por el espacio, por la voz. Desgraciadamente, tenemos otra acción ahorita, cosas que hacer, pero les agradecemos muchísimo el espacio. Sepan que también nos abraza mucho toda su fuerza, su fortaleza que viene de otros países, sus mensajes de aliento, sus donaciones, todo. Estamos, de corazón, agradecidas con ustedes como defensoras y defensores de los derechos humanos al igual que las compañeras que mantienen la lucha aquí y que forman parte del colectivo Ni Una Menos y el Bloque Negro. Muchas gracias por todo, compañeras. Hasta luego.
R.G.: Igualmente, gracias por haber venido. Muchas fuerza y seguiremos acá, acuerpándonos. ¡Qué bueno que pudimos tener esta intervención de la compañera Deni y que pudimos tener, tocar, un poquito esta potencia feminista que está desplegándose aquí, Vero. Como tú ves, en unas condiciones tremendamente duras, peleando todo el tiempo con estos cercos contra la policía, enfrentando represiones muy brutales. Pues, así como hemos estado viviendo muchísimos años y ahora en estos últimos días otra vez sintiendo una gran tensión.
A.F.: Yo creo que es muy impresionante escuchar de viva voz lo que están viviendo las compañeras. Efectivamente, hubo un cerco el día de hoy, estaban muy asustadas justamente a partir de lo que pasó ayer. Es decir, realmente están poniendo el cuerpo. O sea, el acuerpamiento tiene muchas posibilidades, muchos registros. Hay unos más dulces, más resonantes y hay otros muchos más complicados, aunque también son unificadores, pero son mucho más riesgosos. Y justamente yo ahí quería preguntarles a ustedes, que ustedes también tienen una larga trayectoria -no solo en la escritura y la reflexión teórica- sino también desde el quehacer activo, más potente, ambas. ¿Cómo se transita en estos momentos, coyunturas tan filosas, tan dolorosas también?
R.G.: Vero, retomando lo que dice Andrea, quisiera proponerte que habláramos de estas tendencias anti-feministas que tú también recoges en el libro, como para hacer un llamado de alerta a las compañeras acá. Y sobre lo que decía Andrea, a mí me parece que una de las cosas que es muy importante es que volvamos a recuperar una posibilidad de sensibilidad con esta brutalidad que hemos estado viviendo en este país durante tanto tiempo y que nos ha hecho callo, nos hemos tenido que endurecer, que desensibilizar. Porque ha sido mucho lo que se ha vivido acá. Entonces, me da la impresión que la acción de las compañeras ha permitido que volvamos a tocar una sensibilidad que nos nutre como personas, que nos permite tocarnos con los otros, con las otras. Tú decías, Andrea, pues yo eso siempre trato de pensarlo, esta cuestión del vínculo que tiene sentido. Hay una frasecita que repetimos desde donde yo trabajo con las colegas de Entramados, la repetimos mucho. Que es que nosotras tratamos siempre de cultivar cercanía y de gestionar distancias. Porque sentimos que no se trata de volvernos una sola voz, de tener una sola voz. Si algo nos ha mostrado este nuevo momento feminista eclosionado, alocado, potente, poderoso, del que habla Vero, que recoge las experiencias de ella, ha sido esta variedad. Y esta variedad también se ha sostenido, porque las compañeras han sido capaces de cultivar cercanía y gestionar distancia. Sin hablar por la otra, sin pretender ser el ventrílocuo de nadie, tratando de hablar desde la primera persona, cada vez que se pueda. Es decir, tratando de converger para que podamos sentirnos y luchar y que podamos restablecer mínimos de confianza tan rota en este país tan difícil.
V.G.: Una de las frases, que son frases pero también son parte del lenguaje político que intenta procesar esto que ustedes traen y que se ha difundido muchísimo, es esa que dice: “Si tocan a una, tocan a todas”. Es como una manera de alerta feminista que va moviéndose, pero que tiene la capacidad de ir poniendo la atención sobre ciertos conflictos, sobre ciertas compañeras en ciertos momentos y tratar de movilizar todos los recursos posibles alrededor de ese conflicto, que convoque a otras y a otres a que presten atención, a que produzcan visibilidad, a que reúnan fuerzas. Creo que esa suerte de sistema de postas, que va canalizando energía y visibilidad en los conflictos, y a la vez pidiendo prestado la fuerza a otras para, en determinado momento, poder sostener ciertas situaciones, para poder hacer frente a ciertas coyunturas difíciles. Es un ejercicio, siempre costoso pero interesante, de cómo se ha ido desplegando y desarrollando en esta misma clave una sensibilidad común. Yo no diría que es solo solidaridad, creo que es un poco más que solidaridad. Es esa sensibilización en común que, por supuesto, no aplana ni alisa ni vuelve homogéneas todas las situaciones, pero que nos permite conectarnos y construir, y sobre todo, señalar un momento, una situación de urgencia, un conflicto que requiere de todas y todes máxima atención y compromiso. Ahí hay una manera de ir movilizando fuerzas, energías, que ha sido bien importante. Lo que cuenta Deni pone la pregunta de cómo nos convocamos cada vez alrededor de compañeras que están tomando una iniciativa, que están presentando de manera pública una situación de injusticia y que le están poniendo el cuerpo y que están reclamando de otras formas de acompañar. Es una invención cómo se acompañan esos procesos sin sustituir, sin subordinar, sin querer representar nada. Pero, al mismo tiempo, haciendo fuerza común. Respecto de la pregunta que hacía Raquel sobre estas cuestiones que en el libro llamo “la contraofensiva”, es decir, las fuerzas reaccionarias que vemos desplegarse como reacción a la fuerza de los feminismos. De manera muy evidente son respuestas conservadoras, con fuerte sesgo de fundamentalismo religioso, en la cuestión del aborto, pero también son maneras mediante las que se intenta concentrar y capitalizar un deseo de normalización frente a la incertidumbre de los momentos que estamos pasando en los distintos países y en esta coyuntura de crisis en particular. De ahí que hay distintas estrategias con que se ha atacado a los feminismos y se ha intentado transformarlos en el nuevo enemigo interno. Culparlos por la desestructuración de los hogares, por la falta de disciplinamiento de los más jóvenes. Es decir, se empieza a culpabilizar ciertas experiencias de desobediencia, de desacato, de insubordinación, de que los feminismos han producido también en su atmósfera, que permite experimentar con prácticas, con deseo, con intuiciones sobre lo que se quiere como vida que alteran a los poderes más conservadores que no están dispuestos a ceder sus privilegios. Tenemos que estar muy atentas de cómo se va reestructurando esa contraofensiva que vemos en el continente de manera muy tenaz.
A.F.: Aquí hay una pregunta: “Hola, saludos a todas, quisiera preguntar, ¿qué opinión tienen sobre la reciente discusión entre aquellas que no quieren incluir a trabajadoras sexuales y/o mujeres trans en los espacios organizativos y que incluso señalan la interseccionalidad como la culpable de desdibujar a la mujer como el sujeto del movimiento feminista?
V.G.: A mí me parece que es parte de unas dinámicas reaccionarias que intentan sembrar unas falsas divisiones dentro del movimiento que se ha pronunciado –en el caso de Argentina, sin dudas, pero creo que en general– como transfeminista. Las compañeras trabajadoras sexuales –muchas organizadas en sindicatos, muchas no– son una actriz fundamental del movimiento feminista y la idea de que se las puede excluir, se las puede subordinar o alguien puede calificar sus acciones me parece parte de estas dinámicas reaccionarias. Es una tendencia que ha sucedido casi de manera orquestada y al mismo tiempo en varios países a la vez, esto de las apariciones de grupos llamados Radfem que vuelven a una posición biologicista respecto de las mujeres. Hay un ataque a compañeres trans. Es una de estas reacciones en términos bien dirigidos para sembrar un tipo de discusión al interior del movimiento que el movimiento –por lo menos, insisto, en Argentina, pero no solo en Argentina, creo que a nivel continental– ya se ha pronunciado de manera muy abierta y muy contundente.
R.G.: Sí, estoy totalmente de acuerdo. Hay algo que registré cuando tuve oportunidad de estar en Argentina en algunos momentos de los años pasados, acompañando en parte y aprendiendo de lo que iban haciendo las compañeras, en el marco de la lucha de Ni Una Menos, que era cómo usaban el dispositivo de asamblea. ¿Y por qué voy a entrar por allí? Porque el dispositivo de asambleas situadaz que Vero pone como un eje de “La potencia feminista”, de su cultivo, ese dispositivo se anula cuando se instala dentro de él una contraposición que solamente puede resolverse por la exclusión de una parte. Ese ha sido un problema que ya se veía en algunas de las asambleas en el 2018 en particular con estas dos posiciones: con la posición anti-trans y con la posición abolicionista de la prostitución que no quiere reconocer de ninguna manera y bajo ningún concepto el asunto de la venta del cuerpo de la mujer como trabajo. Para su uso sexual. Es un problema muy grande porque ahí se instala un binarismo excluyente entre quién está a favor y quién está en contra, que es absolutamente concordante con el modo como se nos ha estado imponiendo una política. Es decir, hay un principio de simetría que es tremendamente peligroso. El problema es cuando las posturas solo pueden presentarse en antagonismo excluyente con otras. Silvia Federici nos lo ha contado muchas veces. Esa fue uno de las maneras en las que empezó a debilitarse el movimiento feminista europeo de aquellos años –europeo y norteamericano–. La lucha en la que participaron las compañeras en los años 70’. El momento en el que unas se contrapusieron a otras y perdieron la habilidad para que a través de una palabra directa entre compañeras se mediaran y se equilibraran esas diferencias para poder articular fuerza común, el debilitamiento general empezó a producirse. Eso es muy peligroso.
A.F.: Quisiera hacerles una pregunta que tiene que ver con el confinamiento, es una pregunta constante. O sea: ¿cómo nos acuerpamos en la distancia? Porque de alguna manera este estado de las cosas también ha implicado una limitante, una rigidez. Creo que no es una pregunta fácil, pero esa es una pregunta que puede quedar para que la vayamos pensando entre todas.
V.G.: Una de las preocupaciones de estos meses, desde que ha emergido la pandemia, es qué significa sostenernos conectadas. Qué significa que las medidas de cuarentena no se traduzcan en aislamiento cuando decimos y lo vemos a diario, en lo que se han convertido muchísimos hogares que no son lugares seguros, donde las cuestiones de violencia doméstica están estallando y donde las posibilidades de encontrarnos o de vincularnos como lo veníamos haciendo se ven drásticamente restringidas. Frente a esto, aquí en Argentina se han hecho algunas acciones. Alguna fue por ejemplo un ruidazo contra el aislamiento y contra la violencia y sobre todo para decir: “No estamos solas, no estamos aisladas”. También una consigna que se ha hecho como consigna común hace algunos meses es: “Nos sostienen las redes feministas”. Se está evidenciando el funcionamiento de esas redes, tanto a la hora de conseguir alimentos como de acudir frente a situaciones de violencia de género, como a la hora de pensar acompañamientos frente a situaciones de urgencia médica. Es decir, cómo se están visibilizando todos esos tejidos –como dice Raquel– de sostenimiento de la vida y de la reproducción colectiva que son tejidos políticos. Y qué visibilizan, por ejemplo, el socorrismo feminista para garantizar abortos en pandemia. Garantizan sostener una capacidad feminista de hacer diagnóstico en esta crisis, de poner a jugar todos estos elementos que se han venido produciendo, debatiendo, desde los feminismos, de qué significa hoy el trabajo esencial, por ejemplo. El tipo de reconocimiento que se está exigiendo por este trabajo esencial. Acá hay una discusión muy amplia de que este trabajo no puede ser significado de abnegación –sobre todo para las mujeres que están sosteniendo estas tareas–. Se está reclamando derechos y salarios para estas tareas. Pero además se están discutiendo los mandatos de géneros asociados porque hoy se difunde esta idea de: “las mujeres están cuidando, las mujeres lesbianas, travestis, trans, son las que están poniendo el cuerpo”, pero el riesgo es también un confinamiento en mandato de géneros sobre la responsabilización individual de la crisis. Eso, como sabemos, recae sobre ciertos cuerpos. Creo que hoy hay mucho esfuerzo en seguir conectadas, en seguir acompañándonos, en seguir produciendo voz y diagnóstico desde nosotras y nosotres porque también hay un intento muy claro de que vuelven ciertas voces expertas o autorizadas para nombrar lo que está sucediendo y para dejar el trabajo de estas redes feministas como una suerte de materia prima que sostiene la vida cotidiana pero que es el momento para dejar de lado la enunciación política. Ahí hay una batalla que está siendo fundamental en este momento. Estamos caracterizando que hoy la vivienda se ha convertido en uno de los principales terrenos de batalla, tanto por la cuestión de lo que significa el precio de la renta, del alquiler, y los desalojos, como por todo el tipo de trabajo que se está concentrando al interior de los hogares, como la cuestión de las violencias, lo que significa este confinamiento. Pero también, por parte de quienes no están teniendo posibilidades de tener una casa, y están quedando en situaciones de calle o en situaciones de ocupaciones de tierra. Hay toda una serie de debates que están a cargo hoy del feminismo y que están siendo fundamentales en cómo pensar la crisis, en cómo atravesar la crisis y en cómo imaginamos futuros a partir de esta situación que está siendo muy dura y muy difícil.
A.F.: Gracias, Vero.
R.G.: Coincido con esto y veo otro peligro. Es el peligro de que el conocimiento experto se está imponiendo a través de lo que fue la brutal inoculación de miedo, sobre todo en marzo y abril. Nosotros ya habíamos vivido un ejemplo previo cuando tuvimos el H1N1 en el año 2009 de esa sensación de peligro, de esa sensación brutal. Y mientras más tiempo pasa, se va uno dando cuenta de que nadie sabe. Es decir: no sabemos nosotras, pero no sabe tampoco nadie, no saben ellos. Esta es una situación inédita y hay un modo de gestionar que tenemos que comenzar a disputar de manera más clara, más ordenada. No solo porque esta concentración de trabajo va a hacer que colapsemos, como ya está pasando aquí en México. Se está sabiendo de una cantidad inmensa de casos de colapso literal. Sobre todo de las mujeres que están teniendo que hacer tres jornadas de trabajo en el mismo lugar. Todas pesadísimas: crianza, educación, cuidado, sostén más el trabajo asalariado. Verdaderamente hay una intensificación inusitada de la explotación del trabajo y de la explotación de las energías vitales. Me atrevería a decir que de toda la sociedad, pero principalmente de las mujeres que están en condición de sostenimiento de mujeres y otros cuerpos que están en esa condición. La importancia de recuperar la voz, la importancia de volver a articular un conjunto de asuntos para disputar la gestión de los asuntos públicos de manera que podamos producir soluciones locales sin tener que esperar a dictámenes o ideas que finalmente se van demostrando también como infundadas. Por ejemplo, a mí me llama muchísimo la atención el hecho de que uno pueda, con sanas distancias, con medidas de cuidado, ir a comprar. Es decir, que estén abiertos ya los lugares donde se están realizando las mercancías y el proceso de valorización. Que estén abiertas muchísimas de las empresas pero que no estén abiertas las escuelas, que no esté discutiéndose cómo abrimos las escuelas para intercalar, cómo utilizamos otros espacios públicos para poder estar de manera no tan agobiada. En fin, es terrible la manera en la que sí ha acudido a mi modo de ver acá –y en algunos otros lugares donde veo– este estado de ánimo parcial o muy obediente que, sin embargo, aquí en México como han mostrado las compañeras que hablaron, las compañeras que han construido en este momento de pandemia una casa-refugio, que se están ocupando de repartir alimento, etcétera, que están tratando de gestionar cosas. Son asuntos que nos competen. Y es la fuerza feminista la que lo está poniendo en entredicho. Al menos, en algunos países. Y en México no es la excepción. De alguna manera tenemos que aprender a gestionar estos miedos al encuentro, de alguna manera tenemos que administrar el riesgo que queramos tomar y avanzaremos. Tengo la impresión de que no se desdibujarán estas experiencias que nos han atravesado en los últimos cinco años. Y que parte del esfuerzo de conversaciones como esta, que tratan de ir poniendo alguna clave sin ningún afán de establecer últimas palabras, sino de permitir que entre muchas organicemos nuestras experiencias vitales y nombremos lo que nos pasa y tratemos de ser capaces de enlazarnos con otras. Es el camino que nos permitirá a la larga, o en el próximo o mediano plazo, revitalizar nuestra capacidad de disputar los modos en que organizamos la reproducción de la vida. Porque en los que estamos viviendo se están mostrando como insoportables. Eso yo diría como palabra para cerrar y volver a agradecer. Muchísimas gracias.
V.G.: Muchísimas gracias, Raquel por todo el trabajo de conectar a las compañeras y que Deni haya podido estar, me parece que ha sido súper rico. Gracias a Andrea, bueno a Nancy y a todes a quienes están detrás. Y también, como parte de Tinta Limón, decir que estamos muy contentes de ser la editorial invitada de esta Feria Independiente y que es un honor y también como parte de esta trama de editorial sabemos que esto se continúa, asique muchísimas gracias por la invitación colectiva y por la invitación por mi libro en particular.
A.F.: Muchísimas gracias también a Gisela García, de Bajo Tierra, que fue parte de la conexión, como nos decía Raquel. Muchísimas gracias Verónica Gago, muchísimas gracias Raquel Gutiérrez. Haberlas escuchado y estar en este diálogo me parece que es una de las herramientas fundamentales para reconstruirnos, y como decías ahora Raquel, para nombrarnos y volver y seguir tramando esta potencia. Muchas gracias a todas y todos los que estuvieron escuchando. La Feria continuará con muchas actividades, muchas presentaciones editoriales, muy importantes, muy interesantes, pueden consultar la programación en la página de la Feria: www.feriadellibroindependiente.mx