El evento contó también con las muestras “Ilustro para no olvidar” (Natalia Anush Kerbabian), “Topophilia bonaerensis” (Flopa Lestani) y los dibujos en vivo de Estudio Mafia. El cierre musical estuvo a cargo de Flopa y Juan Pablo Fernández. “Usted está aquÍ” busca interrogar a la Ciudad de Buenos Aires contra la lógica de la resignación y el conformismo para poner en el centro los modos de vida en la ciudad, sus antagonismos y tensiones.
Mesa 1: La Ciudad saqueada
Gabriela Massuh es escritora, traductora y docente. Autora del ensayo El robo de Buenos Aires (2014) y de las novelas Desmonte (2015) y Degüello (2019), entre otros.
Jonatan Baldiviezo es abogado ambientalista, urbanista y en derechos humanos. Fundador del Observatorio por el Derecho a la Ciudad y de El Movimiento la Ciudad Somos Quienes la Habitamos.
María Eva Koutsovitis es ingeniera civil. Coordina la Cátedra de Ingeniería Comunitaria (FUBA). Fundadora de El Movimiento la Ciudad Somos Quienes la Habitamos. Referente del Frente Salvador Herrera (CTA Capital).
María Angélica Di Giacomo es fundadora de la asociación Basta de Mutilar Nuestros Árboles.
Moderación: Diego Skliar.
Gabriela Massuh
Estamos en una ciudad del No-lugar, una ciudad que va perdiendo fisionomía. En la dimensión de la pérdida, hay dos conceptos que no solo atañan a Buenos Aires, sino a toda la concepción moderna de las ciudades:
El primer concepto es el de urbicidio: la muerte de una ciudad arrasada por un fenómeno climático o por una guerra. David Harvey amplió el concepto a toda destrucción del tejido social, a la desaparición de todo aquello que hacía heterogénea a una ciudad, por la desaparición de sus características específicas. Esto Borges lo relató muy bien en el poema “Fervor de Buenos Aires”, cuando a los 19 años volvió de Ginebra y al internarse en los barrios dice: “Y sentí Buenos Aires”. Este sentir Buenos Aires es una experiencia feliz porque se sintió en casa, con raíces, pertenecer a una comunidad, a una lengua, pertenecer a una ciudad que era esa y no era otra.
El urbicidio es carecer de infancia donde volver. Es la desaparición de una ciudad por especular con ella como si fuera un conjunto de commodities. Extractivismo urbano: vender bienes públicos, tangibles o intangibles, en función de la riqueza de unos pocos. Es lo que Harvey define como acumulación por desposesión. En los últimos 16 años de gobierno del PRO en la Ciudad de Buenos Aires esto se transforma en la actividad exclusiva. La llamada puesta en valor solo es para generar plusvalía, acumulación y solidificar la concentración de un partido político. Esto viene acompañado por el descuido de las otras áreas: nada de inversión en salud, en educación, en vivienda. El primer presupuesto es la basura y el segundo la publicidad. Sin publicidad esto no hubiese sido posible: el copamiento de los medios contribuyó fehacientemente el extractivismo urbano.
El urbicidio es carecer de infancia donde volver. Es la desaparición de una ciudad por especular con ella como si fuera un conjunto de commodities.
Uribicidio se utiliza en la academia con muchísimo miedo porque se teme acusar a los que cometieron dolo. El que mata lo vivo comete dolo. Así como se mata a un árbol o a un animal, acá se está matando al tejido social, de manera que a mí me gustaría que se popularice mucho más.
Otro término relacionado al urbicidio es solastalgia. Para referirse al extrañamiento que produce el mundo cada vez más amenazado por el cambio climático, Naomi Klein en su libro “Esto cambia todo”, recurre a un concepto creado por el geógrafo y filósofo australiano Glenn Albrecht, que inventa este neologismo, solastalgia, con el que intenta explicar la casi inefable, imposible angustia de vivir en un territorio sacrificado por el extractivismo. Esto genera ciertas condiciones psicológicas. Fusiona las palabras del latín sōlācium (comodidad) y algia (dolor). Es el sentimiento de estar dentro de nuestra casa, de nuestro barrio, de nuestra ciudad, sin reconocerla. Se ha convertido en algo ajeno, nos han quitado las raíces. O hay excesivo ruido, o han tirado demasiadas casas abajo. Ya no es el sentimiento epifánico de felicidad que tenía Borges. Es el sentimiento que yo tengo cuando llego a Buenos Aires y no sé por dónde entrar. Construyeron una ruta, bajo por la Avenida 9 de Julio atestada, caigo al Paseo del Bajo pero no sé cómo entrar o no entiendo dónde salgo. Quiero huir, se me ha vuelto ajeno. Ajenidad en lo conocido, ya que no nos pertenece ni nos cobija como antes. Es la pérdida del terruño habitual, una suerte de habitar en la distopía del presente pero sin entenderla.
Solastalgia se refiere a la imposible angustia de vivir en un territorio sacrificado por el extractivismo.
Urbicidio y solastalgia están siendo tomados por la medicina, del que se desprende el trastorno por el déficit de naturaleza.
Como dice el amigo tuitero Andrés Hax, que saca muchas fotos de Buenos Aires: “he reducido el circuito de mis caminatas de la ciudad para no volver a encontrarme con las ruinas de mi pasado, los escombros de mi felicidad”.
María Eva Koutsovitis
Cuando nos proponemos caracterizar el modelo de gestión de estos últimos 16 años en la Ciudad de Buenos Aires, hablamos de neoliberal, privatista, extractivista. Luego de ese derrotero para poder calificarlo, finalmente lo sintetizamos sencillamente como un modelo de saqueo. ¿Cuál es el objeto del saqueo? ¿Cuáles son sus mecanismos y consecuencias?
La Ciudad de Buenos Aires es el distrito más rico de nuestro país. El año pasado casi duplicó al presupuesto per cápita de la Provincia de Buenos Aires. Este año tiene un presupuesto asignado de 2 billones de pesos. No solo es la tercera ciudad con más presupuesto en la región, equivalente a ciudades europeas y el mayor a nivel nacional, sino que además tiene un conjunto de tierras e inmuebles más valiosos del país, que también son objeto de esa codicia, de ese saqueo.
En los últimos diez años se privatizaron 500 hectáreas de tierras públicas, el equivalente a los barrios de La Boca y de San Telmo. Ese mecanismo de saqueo, de apropiarse de nuestros bienes comunes, de nuestra tierra pública e inmuebles, ha tenido mecanismos diversos: cuando Mauricio Macri comienza como Jefe de Gobierno el mecanismo era apropiarse de tierras de la ciudad en zonas de interés por su valor económico; luego en la gestión de Horacio Rodríguez Larreta la lógica de apropiación se combina con Macri como Presidente. Entonces desde la Nación se transfieren tierras a la ciudad, sobre todo los playones ferroviarios (importantes reservas de suelo imprescindibles para planificar la ciudad). La ciudad le dio entonces la normativa para que sean un jugoso para los grupos económicos inmobiliarios. Los mecanismos se fueron perfeccionando: apareció la compra de tierras e inmuebles en cuotas y en pesos; apareció la venta adelantada de inmuebles en uso (de hecho, el año pasado, frente al Alto Palermo, se vendió la sede comunal 14, que sigue funcionando, pero fue vendida al grupo económico IRSA). El Gobierno de la Ciudad vende el patrimonio común para alquilar el espacio que ocupan algunos ministerios (como el caso de Desarrollo Urbano).
En los últimos diez años se privatizaron 500 hectáreas de tierras públicas, el equivalente a los barrios de La Boca y de San Telmo.
Es importante aclarar que, y tiene que ver con este fenómeno de calentamiento brutal que atravesamos, de esas 500 hectáreas, 150 eran superficies verdes públicas absorbentes. En estos diez años se privatizó el equivalente a 75 plazas de Mayo de este tipo de tierras.
Los mecanismos del saqueo incluyen también la lógica de las concesiones. El gobierno de Larreta se ha caracterizado porque sea el Estado, la Ciudad, quien ponga la infraestructura, y que ese negocio sea luego usufructuado por algunos sectores económicos que no invierten absolutamente nada, pero además se les garantiza una ganancia. Un ejemplo es el servicio público de bicicletas, las llamadas ecobicis. Hasta el 2018 era el único servicio público gratuito de la Ciudad. Cuando mejor funcionaba, se decide concesionar a Tembici, una empresa brasilera. La empresa tenía el compromiso de sumar bicicletas y ampliar las estaciones. Pasaron cuatro años y nada sucedió. La empresa recibía 400 millones de pesos del Estado para la explotación de más de 500 espacios publicitarios. Hoy la cantidad de bicicletas es menor a 2018 y además ese servicio que era gratuito ahora es arancelado, así que quien pedalee más de media hora tiene que pagar.
No solo es el saqueo de nuestras tierras e inmuebles, no solo es el negocio de estas empresas intermediarias concesionarias con exorbitantes ganancias, sino que también aparece otro elemento clave que es la regulación: cómo el poder regula lo que se construye en la Ciudad. Ahí aparece el Código Urbanístico. En 2018 Larreta decide que la Ciudad tiene que multiplicar su capacidad constructiva. Entonces habilita un nuevo código para que en algunas zonas se pueda sobreconstruir entre 400 y 700 % más. Esta lógica tiene impactos en la mayor parte de los barrios de casas bajas, donde colapsan los servicios hasta llevarlos a estado de emergencia, sino que también amenaza la identidad barrial, la morfología, la diversidad.
Como si no fuera suficiente, el Código Urbanístico termina de perfeccionarse con los Convenios Urbanísticos. Ahora la Legislatura, en vez de legislar las cuestiones comunes para garantizar la igualdad, legisla convenios: los grupos inmobiliarios presentan excepciones al Código a cambio de dinero. Quien pone más, puede hacer mejores negocios.
La lógica del saqueo nos lleva a una ciudad en emergencia multidimensional. En los últimos diez años se construye a razón de un Puerto Madero cada dos años, mientras la cantidad de familias en emergencia habitacional aumenta. La ciudad tiene 160 mil inmuebles a la venta, casi 200 mil viviendas ociosas y la sobreconstrucción es una de las actividades más contaminantes. El deterioro, la fragmentación de los espacios verdes, del arbolado público, la ocupación de la Costanera, esta lógica de cementar y construir una muralla entre la ciudad y el río, es responsable de este aumento sostenido de la temperatura. En los últimos 30 años, casi un grado ha aumentado la temperatura máxima en la Ciudad de Buenos Aires, lo que es tremendamente alarmante. La consecuencia es la emergencia en todas sus formas: habitacional, urbanística, ambiental, climática. Y desde ya que este modelo de saqueo genera impactos desiguales. El déficit de superficies verdes y arbolado, que no se distribuye de modo uniforme. En las villas y asentamientos tenemos cien veces menos de espacios verdes que los recomendados, donde encontramos un árbol cada cien habitantes. Cuando miramos el mapa de cómo se calienta la ciudad, vemos una diferencia de hasta 20 grados en el sur y en el centro, respecto a lo que sucede en el norte y en la zona de la ribera.
La lógica del saqueo nos lleva a una ciudad en emergencia multidimensional.
Este modelo solo ha precarizado el conjunto de las dimensiones de nuestra vida. Una síntesis del modelo de saqueo está en la Costanera, en el río, en la pérdida del horizonte.
Jonathan Baldiviezo
Cuando nos proponemos describir procesos nos volvemos académicos y planteamos que lo que ocurre es inercial al sistema: neoliberalismo, capitalismo, extractivismo, acumulación por desposesión. Pareciera cuando hablamos que son solo procesos. Pero lo que pasa en la Ciudad de Buenos Aires tiene un condimento ético y emocional de un conjunto de personas que nos están saqueando. Si solo decimos que es el sistema, nos genera impotencia: nos paramos en el Obelisco a mirar la máquina de la ciudad sin saber cómo frenarla. Acá hay problema particular: hace 16 años que un grupo del sector político empresarial nos saquea. No es un saqueo externo: no son los persas invadiendo Constantinopla. Nos saquean aquellas personas a las que le depositamos la confianza de que nos gobiernen. Es saqueo y es traición. Frente a eso tenemos que reaccionar con ímpetu.
Este sector empresarial político entendió algo que los sectores que estamos en contra negamos: que el poder no está en el Estado. “Desde el Estado podemos hacer muy poco”, dicen sectores a los cuáles nos podemos sentir cercanos. Pero el PRO entendió que el poder está en el Estado, ya que de ahí sacan los recursos para su máquina saqueadora. El poder público de determinar las leyes y la transferencia de recursos a manos privadas, no se puede hacer desde el sector privado. Por eso no se quedaron únicamente dominando las empresas. Tomaron el Estado, privatizaron el ordenamiento jurídico. Mientras, hay grupos que defienden el medio ambiente pero no quieren vincularse con la institucionalidad. Tenemos que ocupar el Estado.
Además este grupo que nos gobierna son psicópatas sociales. No tienen ningún prurito en mentirnos y conviven con eso, son felices y gozan. Es distinto a lo que pasa en otras derechas en el mundo, como Trump o Bolsonaro, que su discurso está orientado a posiciones conservadoras o de derecha. Aquí en la Ciudad el discurso es progresista: ciudad verde, integral, equitativa, participativa, abierta, con integración del sur. Es un discurso superficial, de marketing bien logrado, que nada tiene que ver con sus acciones saqueadoras. Y es mucho más difícil la resistencia cuando estamos frente a un gobierno que tiene muy aceitado como saquearnos y que permitamos eso.
Este grupo que nos gobierna son psicópatas sociales. No tienen ningún prurito en mentirnos y conviven con eso, son felices y gozan.
¿Dónde descubrimos la mentira? Cuando pedimos participar, cuando pide no ser ajeno a los procesos de cambio de la ciudad. Esta lejanía no es solo una nostalgia del pasado. No nos permitieron conservar nuestra pertenencia a la ciudad. Luego es una discusión social qué parte queremos mantener de ese pasado y qué parte vamos a cambiar. Pero es un proceso de saqueo autoritario y camuflado, que nos mantiene ajenos. En este marco aparece el discurso explícito de vivir la ciudad como un turista.
La palabra clave para la resistencia es participar. Decir que habito esta ciudad, que como soberano quiero decidir. Ahí se rompen todos los esquemas. Intentan establecer herramientas alternativas como aplicaciones con el teléfono para opinar. Pero tienen una aversión a la participación, porque trae una dinámica social democrática esencial, que fuerza a transparentar la información, cambiar la dirección de políticas, generar lazos entre las comunidades. Tenemos una reminiscencia de organización acumulada en décadas que no veo en otras ciudades. Hay mucha vitalidad democrática, aunque no tantos éxitos. En los últimos 20 años logramos consolidar una red muy importante de organizaciones, pero nos falta dar el paso para recuperar el Estado. No puede ser que le demos 2 billones de pesos de nuestros recursos para que los transfieran a sus empresas. Por eso cuando vemos que desde Nación, estratégicamente, se decide volver a entregar la ciudad, nos da una angustia tremenda.
María Angélica Di Giacomo
Necesitamos urgentemente aprender a convivir con otros seres vivos. En este caso, con flora y fauna. Cada vez hay más cartelería, más publicidad: la perspectiva paisajística nos ha cambiado totalmente. Un ejemplo es que en Costanera Norte aquél magnífico túnel de tipas ya no existe. Siempre nos mienten con los verbos trasplantar y reemplazar. Reemplazar es imposible porque cada ser vivo es único. El árbol que se saca de un lugar ya no dará beneficios a los habitantes de ese espacio específico. Y es muy difícil que un trasplante tenga éxito. Si sobrevive, es con unas pocas hojitas en su tronco, que es una especie de manotazo de ahogado.
A mí me gustaría introducir: arboricidio y patrimonicidio. La destrucción del patrimonio arquitectónico, histórico, paisajístico, natural y arbóreo.
En esta década de caminar por la ciudad y hablar con la gente, notamos que no hay un conocimiento de por qué tenemos árboles en las ciudades y por qué son un bien común. Muchos dicen “quiero que me saquen mi árbol y que me hagan la vereda”, como si fueran propiedad privada. Los árboles no son un adorno, más allá de lo que el Gobierno de la Ciudad nos quiere meter en la cabeza. Nuestra primera acción fue en defensa de los árboles de la Avenida 9 de Julio. Uno ve después y dice “qué lindos los arbolitos que pusieron”, pero si miramos mejor, veremos que están en una especie de maceta, por lo que su destino es ser bonsái o morir. Además los colocaron en medio del tránsito, por lo cual ni siquiera podemos aprovechar el beneficio de su sombra. Es el mismo modelo que instalaron ahora en Paseo Colón.
Es bueno conocer los beneficios del arbolado porque ese saber nos modifica de manera definitiva. Los árboles disminuyen hasta 10 °; pueden filtrar los gases contaminantes y las micropartículas que provienen de combustibles fósiles, que son una de las mayores causas de muerte por contaminación en el mundo; actúan como protectores de la luz ultravioleta que puede producir cáncer de piel; disminuyen la velocidad de caída del agua de lluvia y absorben (aunque cada vez menos, por el pequeño espacio que tienen).
Necesitamos urgentemente aprender a convivir con otros seres vivos.
Hay más beneficios, pero lo importante es entender que todas estas propiedades son las de follaje frondoso. No hay manera de que sucedan con arbolitos decorativos que tienen el tronco pelado hasta el piso. Para disminuir la temperatura de una calle, las copas deben tocarse, cruzarse. Hoy la poda solo acelera la muerte de los árboles. Sacar las hojas es como quitar el estómago o el pulmón a un mamífero, ya que por ahí se nutren y respiran.
Se habla como un éxito de gestión gubernamental el hecho de podar 75 mil árboles por año y extraer entre 20 y 30 árboles por día. Vean todas las plataformas supuestamente participativas del Gobierno de la Ciudad y lo único que podrán hacer es pedir poda o extracción. Si alguien quiere pedir que le saquen el cemento de alrededor o quitar un cordón que estrangula las raíces, que le saquen los clavos y las luces, no tiene cómo hacerlo. La supuesta participación ciudadana solo tiene oídos para las ideas que favorecen sus negocios.
Tenemos amparos, acciones en la Legislatura. Sin embargo, vale más la denuncia vecinal individual. Están los intereses particulares por sobre la defensa del bien común.
Lo mismo que pasa con los árboles, ocurre con los espacios verdes. El Gobierno de la Ciudad ni siquiera los comprende dentro de Medios Ambiente, sino que los ubican en Recreación. Entonces los llenan de cemento, plástico y caucho, que contaminan y elevan la temperatura hasta 80 °, haciendo inhabitables los espacios en un día de sol. Cuando dicen que harán nuevos parques o zonas verdes, son grandes playones de cemento con agujeritos de los que salen unos palitos. Nosotros queremos lo contrario: una ribera natural, una costa natural, un arbolado frondoso.
Ya ni siquiera podemos hablar de verde porque desnaturalizaron el término. Empezamos diciendo “verde”, después “verde vegetal” y ahora “verde vegetal vivo”, porque sino te ponen enredaderas de plástico.
Acceder a los beneficios del arbolado y los espacios verdes no puede ser para pocos. Luchamos por una ciudad más equitativa, digna y saludable. Y para eso necesitamos de los árboles: de ellos depende la seguridad ambiental, física y psíquica de quienes habitamos esta ciudad.
Skliar: ¿Cómo evitar una mirada nostálgica de lo patrimonial?
Massuh: El tiempo hace a los procesos de una ciudad. Es la masa con la cual ingresamos en la historia. Y en este momento lo que está ocurriendo es que se está matando el tiempo. No hay espacio para tener un patrimonio más allá de la concepción de museo. El encarecimiento de los barrios, la falta de accesibilidad a tener un potrero, un atelier. El espacio disponible para la creación artística es cero. Eso es pérdida de patrimonio también.
Koutsovitis: Este modelo de saqueo tiene lugar porque el poder se concentra y arma un plan sistemático para construir ajenidad. “La ciudad se transforma”, “La transformación no para”, “Sé turista en tu ciudad”, “espectadores urbanos”, dicen los slogans. Lo que avanza es la destrucción patrimonial para transformarla en un gran polo gastronómico a cielo abierto. Un símbolo son esos bolardos que encontramos en barrios históricos como San Telmo, Monserrat, Boedo, Palermo, Microcentro. Se pone lo mismo en todos lados para construir ajenidad y falta de interés.
Interviene desde el público Mónica Capano (presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos): Debemos desterrar la nostalgia como algo negativo. El patrimonio siempre es presente, es imposible vivirlo hoy como en 1910. El patrimonio es relacional. Los objetos no tienen valor en sí mismos. La nostalgia se relaciona con el reconocimiento, con volver a las raíces y ser reconocido. Es un término positivo, así que a quienes nos critican por ser nostálgicos, lo somos y creemos que el patrimonio es un derecho a defender.
Mesa 2: La casa como laboratorio
Luci Cavallero es socióloga e investigadora de la UBA. Integra el colectivo Ni Una Menos. Es autora junto a Verónica Gago de los libros Una lectura feminista de la deuda (2021) y La casa como laboratorio (2022).
Paola Gutiérrez es vocera de Hipotecados UVA Autoconvocados, un colectivo nacional de personas damnificadas por un crédito que endeudó a más de 100 mil familias.
Moderación: Maru Waldhuter
Luci Cavallero
¿Qué pasó que durante la pandemia muchas personas con inquietudes políticas e investigaciones terminamos cruzando nuestras acciones con la cuestión urbana? Todes nos vimos obligades a pensar qué estaba pasando en las casas en ese momento.
Un hito elocuente: en Ni Una Menos tenemos cuentas de redes sociales donde recibimos consultas que podemos dinamizar a través del Estado o acompañar si el Estado no lo hace. En la pandemia empezamos a recibir muchas consultas relacionadas a aprietes de propietarios a mujeres inquilinas, pero también cómo a partir del confinamiento se dio la obligación de convivir todo el tiempo con el agresor, cuando antes se contaba algunas horas afuera. El hecho de no tener a dónde ir, incluso por la imposibilidad de alquilar otra casa. Mientras, la casa se señalizaba desde el discurso oficial como un lugar seguro y protector.
En nuestras articulaciones políticas también comenzamos a ver una jerarquización del pensamiento sobre dónde vivimos, con quién, qué comemos, cómo accedemos a la vivienda. Nosotras ya veníamos viendo como este período de endeudamiento externo, que comienza en 2018, al mismo tiempo significó un derrame de endeudamiento en las casas. Un endeudamiento obligatorio y masivo, pero con una especificidad muy precisa y política: la deuda se destina a comprar alimentos y medicamentos. No es una deuda para festejar un cumpleaños, para un viajecito o un electrodoméstico, sino que se hace necesaria para vivir.
Hay una relación entre la deuda externa, la vuelta del FMI, con una presencia permanente de deuda en las casas, y que además haya habido una feminización del endeudamiento. Se puede ver en todas las estadísticas cómo quienes más asumieron deuda son quienes sostienen la economía doméstica. Casi el 90 % de quienes reciben la asignación universal por hije se endeudaron. Nosotras decimos que en una casa hay canastas de deuda: con el Estado, con un familiar, con un banco, con una financiera. En otros escenarios, también con el tranza del barrio, lo que significa estar expuesta a otros niveles de violencia.
Hay una relación entre la deuda externa, la vuelta del FMI, con una presencia permanente de deuda en las casas.
Entendíamos la casa como un espacio íntimo, improductivo, incluso desmercantilizado o despolitizado. La casa como un lugar protegido de las guerras del mercado, en una suerte de espacialidad medio cristiana. Pero resulta que en las casas hay deudas, violencia y trabajo.
En la pandemia vimos, por supuesto, un crecimiento exponencial del trabajo de cuidados, reproductivo. Muchas compañeras que trabajan en la economía popular tuvieron que interrumpir esos trabajos porque estaba reducida la movilidad, muchas compañeras sufrieron reducción de horas en trabajos informales o rebajas salariales. Se da una paradoja: trabajamos más, con menos remuneración y estamos más endeudadas. Una imagen invertida de nuestra productividad. Más trabajo, más vulnerabilidad a la deuda, a la violencia propietaria.
En las casas se concentraron una serie de fenómenos: por un lado, un aumento del endeudamiento, un aumento del trabajo reproductivo y de la violencia machista (subieron un 30 % las llamadas a las líneas estatales), un crecimiento de las deudas por alquiler, un aumento de la especulación inmobiliaria. La idea de suspensión durante la pandemia fue ideológica: el trabajo reproductivo no se detuvo y se incrementó la rentabilidad de sectores como el inmobiliario.
Un último movimiento: durante la pandemia también se utilizó para incluir financieramente a un montón de sectores de la población que estaban afuera. Esto incluye las finanzas digitales, realizando transacciones mediante el celular o incluso pedir préstamos desde las casas. Eso no estaba regulado y vimos como la tasa de interés de un préstamo de una empresa de fintech está muchísimo más alta que la de un banco.
La casa concentró todas estas dinámicas bajo la idea de refugio. En pandemia devino paradójicamente en un botín para el capital financiero inmobiliario.
Paola Gutiérrez
Las escuchaba hablar de violencia propietaria y nosotros sufrimos la violencia del banco, que está atrás nuestro todo el tiempo. Si te atrasás dos días, te llaman quinientas veces, te mandan carta documento. Las familias se quiebran. Venimos peleando por una salida del sistema UVA desde 2018, planteando millones de proyectos de ley en el Congreso, siempre bloqueados por el presidente de la Comisión de Finanzas Eduardo Amadeo.
El 78 % de las cabezas de créditos UVA somos mujeres. El 98 % de las referentes del colectivo nacional somos mujeres. No es casual: somos las que defendemos nuestro hogar.
El nivel de endeudamiento es tan grande que es imposible de sostener. Hay hipotecados en todo el país soportando la violencia del sistema financiero. Hay un caso emblemático de una persona que empezó a pagar 9800 pesos en diciembre de 2017 y hoy tiene cuotas mensuales de 98 mil pesos. Pidió 2 millones y debe más de 14.
Acá no hay negocio inmobiliario: ninguno de nosotros compró para hacer negocio. La vivienda es un derecho constitucional y peleamos para que el Estado intervenga. La violencia de los bancos incluye desobedecer incluso decretos presidenciales que durante la pandemia congelaban las cuotas.
El 78 % de las cabezas de créditos UVA somos mujeres. El 98 % de las referentes del colectivo nacional somos mujeres.
Muchas personas no entendieron el crédito que estaban firmando por la publicidad engañosa del sistema financiera. Se supone que una cuota no puede superar el 25 % de tus ingresos. Ayer me llamó un hipotecado del Chaco que gana 200 mil pesos y tiene una cuota de 140 mil. Debe siete cuotas y Banco Nación lo intimida con rematarle la casa.
Hay ejecuciones encubiertas: te obligan a vender para cancelar la deuda y recuperar un pequeño porcentaje de lo que pusiste. Estas hipotecas no tienen reaseguro si te quedás sin trabajo, ni la más mínima ventana de tiempo. Si te ejecutan persiste el departamento que pusiste más todo lo que pagaste.
Es terrible el nivel de voracidad del sistema financiero sobre las familias hipotecadas. Presionan sobre el hogar. Nosotros defendemos la vivienda única, familiar y de uso permanente. No sacamos un crédito para hacernos la quinta de fin de semana. Somos docentes, trabajadores de las fuerzas de seguridad, médicos, empleados estatales que fuimos los que no accedimos al Procrear de Cristina y vimos esta veta como posibilidad. No es que creímos en Macri, sino que accedimos a una política pública. Fue respaldada por el Estado, lanzada en el hall central del Banco Nación, con todos los bancos públicos de testigo y firmando un acuerdo. Esto trae millones de consecuencias. Nuestra calidad de vida bajó enormemente por tener una deuda acumulativa por inflación. Estamos en una situación muy vulnerable.
La salida es política. Quienes hoy son gobierno, cuando comenzó esto eran oposición y nos recibían, se sacaban fotos, nos prometían salidas, nos decían que era una estafa. El propio Alberto Fernández en 2019 dijo que sabía cómo solucionar esto y en 2020 dijo que era un tema entre privados y que el Estado no iba a intervenir. Superamos la grieta, porque nos pegan de los dos lados. La respuesta es violenta. Ahora hay un pedido de cesión especial pedido por 43 diputados, pero que no sirve sin trabajo en Comisión porque se necesitan 2/3 de la Cámara para que salga algo y las comisiones no se juntan. Hacienda y Finanzas se tiene que reunir, debatir los 26 proyectos presentados. Nuestro proyecto no lo quiso presentar ningún diputado. Participamos de comisiones abiertas, pero es muy difícil que nos entiendan. Ellos no necesitan créditos para comprarse una casa. La mayoría vimos en este crédito la última posibilidad de tener una casa propia.
Hay un caso particular: el gobierno de Mendoza tenía una deuda en UVA y negociaron con ANSES porque no iban a poder pagar al banco. Si un Estado provincial no puede sostener este sistema de pagos, cómo pretenden que las familias asalariadas, que tienen esa suerte de tener trabajo, puedan pagar?
Hay mujeres viudas que el banco no quería pagarles el seguro, por ejemplo. Hay una mujer que presentó una denuncia por abuso sexual de su marido contra su hija y el banco no le quiso cambiar la hipoteca, teniendo una exclusión del hogar y todo. El banco le decía que venda porque no se podía cambiar la hipoteca. Cuando termine de pagar, el abusador de la hija se puede quedar con la mitad de la casa.
Yo aprendí mucho del sistema financiero y sus trampas. Hablo de bancos privados y públicos, ya que el 78 % de los créditos UVA fueron otorgados por la banca pública a empleados estatales, que a su vez tuvimos la paritaria más baja en el gobierno de Macri.
Luci Cavallero
Las finanzas no siempre fueron accesibles para las mujeres. En el momento más fordista, del Estado de bienestar, quienes podían sacar créditos eran los hombres asalariados, los jefes de hogar. Como pregunta Silvia Federici: ¿en qué momento se democratizaron las finanzas? ¿Cuándo se hicieron inclusivas para las mujeres, para las diversidades?
En la década del 70 hay una entrada masiva de las mujeres al mercado laboral y al mismo tiempo se proponen los modelos neoliberales en todo el mundo. Hay un recorte del Estado en áreas de inversión social (salud, educación, servicios públicos) y una oferta de deuda a las mujeres recién ingresadas al sistema laboral. Desde el origen es una deuda que se utiliza para gastos de reproducción. Suplanta lo que el Estado deja de invertir.
Hay un mandato de género histórico que asocia determinadas corporalidades al sostenimiento de la reproducción de la vida, a la economía doméstica, y las finanzas aprovechan eso. Muchas veces vemos publicidades que dicen que le dan crédito a las mujeres de sectores populares porque saben que harán cualquier cosa para cumplir. Esto se verifica, porque cuando vas a los índices de mora los más bajos están en los sectores populares y sobre todo de las mujeres. También está la propuesta de los bancos a las mujeres de clase media alta, que es “te damos crédito porque sabemos que te gusta delirar la plata, improductiva y gastadora”.
Hay un mandato de género histórico que asocia determinadas corporalidades al sostenimiento de la reproducción de la vida.
Las finanzas, que pareciera que trabajan en un mundo que no tiene nada que ver con los cuerpos y el género, ensamblan la obligación financiera con los mandatos de género. Cuentan con que, si es necesario, vas a tener una triple jornada laboral para pagar. En el peor momento de Macri, cae el poder adquisitivo, a la vez que se incrementa el ingreso de mujeres al mercado laboral. Más trabajo y más deuda para comprar lo mismo que antes. Eso habla del rol de la mujer en muchos momentos de crisis y de cómo lo aprovecha el sistema financiero.
Asumir la condición de endeudada es un proceso de politización complejo porque está cargado de vergüenza, es un dispositivo de responsabilización individual por excelencia. Tiene la función política de privatizar en las casas los costos del ajuste, como si fuera algo a asumir individualmente. A su vez, abre posibilidades porque nos permite pensar nuestra acción política desde lugares distintos: como inquilinas, como usuarias de plataformas, como endeudadas.
Ahora estamos trabajando con la pregunta de cómo profundizar un sindicalismo social frente a la deuda y vemos que hace sentido. Es la posibilidad de pasar de la condición de deudoras a acreedoras: decir lo que se nos debe a nosotras.
Mesa 3: (No) bombardeen Buenos Aires: arquitecturas para rehacer la ciudad
Ariel Jacuvobich es arquitecto. Desarrolla proyectos e investigaciones arquitectónicas basadas en la mediación productiva entre prácticas materiales, sistemas de organización y ecologías contextuales.
Magdalena Eggers integra el Colectivo de Arquitectas en defensa de las tierras públicas. Intervienen contra la venta de la Costanera Norte. Trabajan en alternativas para una ciudad más justa en clave feminista.
Pío Torroja integra m7red es un grupo de investigación y activismo independiente enfocado en la descripción y traducción colectivas de escenarios urbanos complejos.
Moderación: Ezequiel Gatto.
Ariel Jacubovich
Una parte de la oficina lleva adelante desde hace algunos años proyectos de arquitectura junto a organizaciones, grupos, realizaciones sociales y políticas, grupos piqueteros, sindicatos, cooperativas. En esa dinámica de trabajar con colectivos fuimos desarrollando una práctica que está ligada a lo colectivo, a la toma de decisiones en común, al trabajo en el territorio y a llevar a la arquitectura como una herramienta de transformación a escenarios complejos, en el sentido de que no hay un actor hegemónico preponderante y que la conformación de una red que soporte esta transformación. La construcción de esa red se pueda llevar adelante a la par que se desarrollan los proyectos de arquitectura. Transformar la idea de proyecto de arquitectura, como convencionalmente se entiende como una respuesta a una demanda, transformarlo en una herramienta de inserción en una red de información y también de conformación de una red que pueda sustentar estos proyectos que llevan muchos años, y que reúnen a muchos grupos, personas, lugares, instituciones y articular con esa posible transformación. Y imaginar esa posible transformación. A toda esa dinámica con el tiempo, inventándole nombres a herramientas y concepto, a todo eso lo llamamos arquitectura asamblearia. Porque la asamblea es lo particular en relación a otras arquitecturas que también trabajan con participación. Pensar la asamblea es un órgano donde se dirimen y proponen, se toman las decisiones, incluso al interior de la disciplina abrir ese laboratorio a un conjunto abierto o de no-especialistas en arquitectura, a cargarse de proponer otros modos de habitar, otras formas de lo urbano y de las ciudades.
Pío Torroja
Nosotros estudiamos arquitectura y ejercimos levemente la arquitectura, y a partir de ahí identificamos el objeto de eso que nos interesaba como un espacio de contradicción e incertidumbre, muy al calor del 2001, y eso nos hizo devenir en una práctica bastante autodidacta. Se podría decir que nos interesan los escenarios complejos y nos interesan en la medida en que son situaciones en donde el nivel de incertidumbre son lo suficientemente fuertes como para que los conocimientos encontrados no puedan jerarquizarse. Pero eso se da en niveles con muchos grises y sutiles. El escenario complejo tiene ese eje horizontal y ese eje vertical, pero en un eje siempre se juega el otro. Donde hay una jerarquía o una institución, siempre hay elementos horizontales que lo pueden destruir. También pasa lo mismo dentro de las organizaciones territoriales, hay jerarquías. A nosotros nos interesa mucho el choque entre expertos y no-expertos. Creo que algo que describiría lo que hacemos es que no estamos en la academia, no estamos en una profesión definida, si se quiere estamos más cerca del arte. Circulamos en algunos ambientes del arte, pero también circulamos en ambientes técnicos mucho más invisibles. Lo que nos interesa es que cuando se lidia con un problema, se está creando algo, en una conversación medio inédita. A eso nos dedicamos hace 20 años, escribimos y pensamos herramientas técnicas.
Ezequiel Gatto: Estamos en un momento en el que parece haber cierta imposibilidad de promover transformaciones poscapitalistas a gran escala. Por la magnitud de la ofensiva capitalista, por la dificultad para una imaginación política que no sueñe siempre lo mismo, por cierta falta de audacia experimental, porque las condiciones económicas y de vida no dejan tiempo ni deseo para estrategias de mediano plazo. En ese escenario, muchas de nuestras fuerzas y acciones suelen orientarse hacia el diagnóstico, la denuncia, la defensa de ciertos bolsones de vida pública e igualitaria, la demanda de regulaciones. Sin menospreciar estos movimientos, que no siempre son ineficaces, y que de no existir quizá estaríamos en una situación todavía peor, ¿Cómo piensan que es posible salir de ese esquema de denuncia, defensa y demanda? ¿Cómo exploran esas salidas en cada una de las prácticas?
Nos interesa mucho el choque entre expertos y no-expertos.
Magadalena Eggers
Desde el Colectivo de Arquitectas lo que hicimos fue, en primer lugar, generar una carta para oponernos a la venta de tierras de Costa Salguero, que estábamos esperando durante más de 30 años que se liberara y poder tener un parque público con acceso al río, que es lo que necesita la ciudad desde principios del siglo XX. La gente se sorprendió porque surgimos de un grupo que se llama Soy Arquitecta, que nació para visibilizar a las arquitectas mujeres, que muchas veces no estaba bien visto. También porque muchas veces el ambiente de la construcción es muy machista. Se creó este grupo hermoso y de ahí surgió esta preocupación, y realmente pensamos en nuestros hijos o nietos y qué les espera de la ciudad cuando se concreten todas estas políticas de privatización de tierras y ríos. Nosotras empezamos a movilizarnos y los medios se sorprendieron. Esto nos facilitó y ayudó, inventamos a toda la gente a participar de una audiencia pública donde se discutía la privatización de Costa Salguero. Hubo más de 2000 participantes, y generalmente estas audiencias públicas en la legislatura duran 1 o 2 días y ésta duró treinta y pico de días. Hubo 7000 inscriptos, 2000 participaron y el 98% estaba en contra de esa privatización. El 2% detectamos nosotras que muchos eran inversores o empleados del gobierno. Sin embargo, después la legislatura votó como si no hubiera escuchado la audiencia pública. Esto nos movilizó para seguir visibilizando el tema, convocamos a 32 artistas por las 32 hectáreas. También convocamos a artistas, actores y gente reconocida públicamente en la cultura, para que hicieran un video para contarle a todo el mundo. Generamos una iniciativa popular que recibió más de 50 mil firmas, íbamos a las plazas y pedíamos firmas que todo el mundo aceptaba. Conseguimos que muchísima gente se enterara de esto y empezara a tener conocimiento. Yo no estoy muy de acuerdo con la idea de que el tema de la denuncia sea negativo, porque hace 20 años no había denuncias por vecinos y ahora cada vez hay más; cuando los vecinos hacen eso quedan en una red. Hay vecinos que votaron al jefe de Gobierno actual, y sin embargo están formando redes en contra de lo que está proponiendo. Toda esta gente sabe que puede, y eso hace que no se pueda volver atrás.
Jacubovich
Al participar desde la arquitectura en alguna controversia o ecología emergente, territorial, por la propia disciplina no quedarnos en la demanda o visibilización del problema. Apuntamos a activar los poderes transformadores de la arquitectura, como transformador del entorno habitable y material, de las capacidades que tiene el entorno material de generar otros modos de futuro y otros modos de existir en la actualidad. Comenzamos alrededor del 2009 cuando nos sumamos a trabajar en un predio que había estado ocupado por muchos años, en Lanús, Monte Chingolo, que se llamaba Roca Negra. Era una gran fábrica abandonada, entró en quiebra y fue ocupada primero por Madres, después por el MTE de Lanús que devino en el Frente Popular Darío Santillán. Esas eran las agrupaciones que estaban ocupando el predio, que estaban luchando por una expropiación o que salga del juicio de quiebra en el que estaba involucrado. Pero a la vez venían ya venían desarrollando proyectos más allá de la protesta: ocupar lugares, transformarlos, generar bachilleratos populares.
Todo esto estaba sucediendo en este lugar cuando llegamos. Para nosotros fue muy interesante, eran ciertas cosas que veníamos pensando cómo llevar a la práctica, y ahí estaba latente todo ese entramado con el que podíamos trabajar. Muchos grupos ocupando un lugar y generando como una especie de utopía en tiempo real. Generar un montón de emprendimientos de muchos campos, en un lugar sin recursos y sin demasiada articulación. Estos colectivos venían por la vía del autonomismo, no se habían sumado tan directamente a la participación por los gobiernos locales, que sucedió en el kirchnerismo. Entonces tenían cierta autonomía y a la vez trabajaban mucho con la horizontalidad. Para nosotros fue una oportunidad de poder experimentar muchas cosas, porque nos sumamos con las dinámicas mismas que estaban sucediendo ahí. Tomamos la asamblea, que era el órgano que tenían para tomar decisiones en esa horizontalidad, la tomamos para pensar cómo la asamblea podía transformarse en una asamblea de proyecto y que nosotros nos corriéramos del lugar de dar respuesta para generar ciertas dinámicas y que las respuestas surjan de manera colectiva.
Por la propia disciplina no quedarnos en la demanda o visibilización del problema.
La asamblea abrió ese espacio de incertidumbre y lo volvió productivo. La incertidumbre sostenida en el tiempo iba generando y haciendo aparecer cosas que al principio del proceso no estaban ni cerca de ser imaginadas ni propuestas. En las dinámicas proponíamos no abordar el tema siempre de lo discursivo, sino trabajar con algunas herramientas de la arquitectura, del dibujo, de las disposiciones materiales, de las agrupaciones entre cuestiones técnicas y programas posibles. Todo eso generó una dinámica entre muchos grupos, que a la vez la sucesión de asambleas iba incorporando, haciendo una especie de red en constante formación, que también involucraba programas u organismos del estado, municipal, provincial, nacional.
Toda esa dinámica que casi cinco, fue muy rica para también producir una forma de trabajar y abordar que se desplegó en un montón de otros proyectos, siempre apuntando a ir a un lugar donde esa red se constituya en un nodo atravesado por un montón de situaciones. O sea, no íbamos a un lugar más o menos vacante, sino todo lo contrario: el lugar que está más lleno, más atravesado por intereses, conflictos y actores que están en posiciones antagónicas. Así fue que desarrollamos el proyecto para la Estación Kosteki Santillán, también con algunos de los mismos colectivos y otros que se fueron sumando. Además estaba la empresa concesionaria y el Ministerio de Transporte; toda una gestión articulando un montón de actores que ya venían conviviendo en ese lugar, pero cada uno segmentado en una porción de ese espacio físico y del espacio de ocupación de interés.
También hay otro tipo de proyectos de muy diferente escala, que hicimos con grupos y colectivos alrededor del Club de Jóvenes de Retiro. Desarrollamos una institución móvil, básicamente es un mueble que funciona como biblioteca móvil, la llamamos biblioteca caminante. Jóvenes, la biblioteca de la escuela y otros grupos convergen en un proyecto que materialmente tiene el tamaño de esta mesa, pero que se despliega, puede soportar actividades de diferentes grupos y moverse por la ciudad. El proyecto en sí es mantener unida a una red que ya existía y que puede tener un soporte material en el cual desplegarse y activarse en diferentes momentos.
Para nosotros es muy importante la producción de imágenes, más que la circulación, la producción de imágenes por parte de estos colectivos, como una forma de representación y a la vez de herramienta de transformación. La imagen como un objeto de consenso que reúne una sociedad durante un tiempo, que permite mantener el objetivo de esa reunión, alrededor de ese proyecto.
Otro proyecto, que hicimos en Venezuela, fue la construcción de un espacio comunitario para un barrio muy castigado socialmente por la violencia, por los desastres naturales y distintas cosas. Fueron cinco semanas y había que proyectarlo con la comunidad, imaginarlo, decidir y construirlo. En ese momento la Ley de Comunas permitía que los recursos pasen del ejecutivo central directo a los barrios más periféricos de un día para el otro, se pedían los materiales y estaban, las organizaciones estaban ahí produciendo y trabajando. Fue bastante impresionante ver cómo toda la articulación que habíamos estado acá trabajando durante tantos años, y a la vez tan productivo acá, ahí convergía directamente para que se pueda hacer en muy poco tiempo.
Torroja
En Mayo del 2020 nos convocan del Ministerio de Salud de Provincia para participar en alguno de los “experimentos” del Parque Sanitario de Tecnópolis, del centro de aislamiento. Nos llamaron por varias cosas: primero porque era una situación extrema y evidentemente fueron cayendo en esa organización institucional muchos tipos de enfoques de la situación, situación covid – situación pandemia. Básicamente había dos problemas: el problema de cómo conectar los diferentes protocolos, el centro de aislamiento estaba dividido en lo que se llamaban colores, que implicaban diferentes tipos de riesgo, y entre esas zonas había una separación física muy grande, estaban realmente aisladas. Y había grupos que llevaban adelante los pesos propios: gente del Ministerio, enfermería, los médicos, los organizadores del centro, los técnicos del centro, mantenimiento, policía, el ejército; cada uno con un protocolo específico y llevado al extremo de su mecanicidad. Entonces uno de los problemas de la organización era como coordinar esos protocolos entre sí, ese era un problema. Ofrecimos ideas para coordinar los protocolos. Obviamente había grupos que estaban trabajando en dimensiones muy experimentales, al mismo tiempo que en dimensiones totalmente arcaicas de protocolos totalmente estáticos de cómo son las cosas. Porque la incertidumbre era enorme, no se sabía qué hacer. El pequeño aporte fue construir un sistema digital muy simple para conectar a los grupos.
Otro problema que se dio fue la conexión de la gente que llegaba al centro con los barrios, con sus familias. El problema potenciado podía ser cuando se tenía que aislar una madre que tenía cinco chicos y no los podía dejar solos. Tanto en este tema como en el de los protocolos se jugaban muchas cosas, una dimensión biopolítica evidente, pero también se jugaban un temario público.
En tres fotogramas súper rápidos: se empezó con un estado casi militarizado del centro y se terminó con una especie de gran asamblea con todos los grupos que habían estado involucrados para revisar todas las experiencias que se habían dado. Eso fue muy emocionante, era muy raro ver a los grupos de los médicos recién formados que habían empezado casi en un corte dictatorial, por un trabajo del equipo.
Me gustaría referirme a la imposibilidad de romper la continuidad del neoliberalismo, capitalismo. Cuando entramos a trabajar en Tecnópolis, yo por lo menos sufrí un par de shocks anímicos o conceptuales, como un hueco muy grande de la continuidad de la vida y de la continuidad del capitalismo. Nosotros venimos trabajando en el territorio hace mucho con un montón de grupos en la economía popular. Ver que el día a día de la economía popular se corta durante meses es muy impresionante. Así como se cortaron o no un montón de procesos de la economía, esta economía que nos tiene inmersos. Hubo un corte que me parece que tiene que ser analizado, ver si salimos o no. Yo creo que no salimos, que estamos arrojados hacia el futuro más por la inercia que por otra cosa. El título de la charla “(no) bombardeen buenos aires” a mí me pareció muy vertiginoso, porque estando en Tecnópolis inmerso en el medio de la pandemia y estando el ejército ahí a la puerta, la discontinuidad de la economía popular, la gente fuera del barrio, hubo un paisaje de extrañamiento que en realidad no es otro que el que tuvimos cada uno de nosotros encerrados en nuestras casas durante meses. Y en un momento yo dije: esto es terrible, no sé qué origen tiene, no sé qué pasa, se terminó el amague con la sincronicidad y la singularidad y ya estamos ahí, todo el planeta sincronizado y esto me da miedo. Ahí aparece una charla de Chomsky, en el 2020 dijo la palabra guerra, dijo “yo le tengo miedo a la guerra”. Me parece que estamos en un momento de vacío, de esto que vos ves como monolítico, se puede potenciar, se puede quebrar, pero es un momento peligroso.
Hay que imaginarse otro futuro, hay que imaginarse y probar, la palabra prefiguración para nosotros es muy importante.
Estamos inmersos en una economía que copa todos los ámbitos de relación y de reproducción de lo social, y también de las subjetividades e identidades. Pero me parece que no nos podemos quedar con una posición de denuncia de algo que ya está muy difundido, se conoce, pero sigue funcionando de manera muy aceitada, en todos los ámbitos de la vida. Para romper eso, hay que imaginarse otro futuro, hay que imaginarse y probar, la palabra prefiguración para nosotros es muy importante. Las prácticas y los proyectos que hacemos con los grupos no son sólo experimentos de probar algo, que por ahí funciona o por ahí no. Son formas pre-figurativas de imaginarse posibles futuros, trayéndolos a la actualidad. Y, en ese sentido, son formas de probar qué podría pasar, qué otro paradigma podría suceder después de éste que se está resquebrajando o acelerando.
Para mí, la arquitectura siempre trabaja con esa tensión entre presente y futuro, porque el proyecto en sí es virar o proyectar hacia el futuro. Esa, que es la visión de la modernidad, hay que transformarla en otra cosa. Lo venimos pensando. Esta práctica asamblearia justamente está pensada en sentido contrario, como traer el futuro al presente y vivirlo ya. Pero no es el futuro, son muchos futuros. Porque son pruebas, no se sabe. Cuando sucede eso, esos experimentos que parecen muy precarios, cobran otra dimensión: son la punta de algo que puede romper esa hegemonía total. Me parece que esa es la potencialidad de pensar estos trabajos. Tanto la visibilización, la resistencia, la ingeniería social para pensar otras formas de organización. Pero también las cuestiones materiales, cómo pueden ser herramientas de transformación y articulación de los grupos. Los grupos no son grupos desnudos, lo material y la transformación material que está viviendo el mundo les cita una forma de pensar lo material articulado con los modos de vivir, que habilite otros futuros y otras formas de vivir.
Gatto: ¿Cómo se imaginan esta zona del planeta dentro de 50 años? ¿Qué clase de imaginación les dispara pensar en el año 2060? Porque me parece que es una pregunta de la cual uno quiere salir corriendo, sintomáticamente, y me parece que en ese querer salir corriendo hay información sobre qué nos pasa con la imaginación, con la planificación, con sus límites y posibilidades.
Eggers: A nosotras lo que más nos preocupa en la defensa de las tierras públicas, es la necesidad que tenemos de espacios verdes que estamos perdiendo en la Ciudad de Buenos Aires, que está tratado como una inversión inmobiliaria y no como una necesidad para la gente. Sabemos que el espacio público es el lugar por excelencia de la democracia, donde todos tienen las mismas oportunidades. Mucho a ellos no les preocupa, porque los fines de semana no están con ese calor acá sino en su country. Pero si nosotros seguimos profundizando esa grieta, vamos de acá a 50 años tener una ciudad muy desigual. Además, con el cambio climático, si no tomamos cartas sobre el asunto va a ser terrible. Entonces, yo sueño poder estar en un parque frente al rio descansando.
Jacubovich: Entiendo que hay un modelo desde hace 500 años y está resquebrajándose, está en crisis, que es el que produjo la crisis del cambio climático, que podría llamarse la modernidad o el capitalismo. Yo me imaginaba, para la región, una imagen como de la película Avatar cruzada con el final de El Planeta de los Simios. Como una guerra, donde por un lado está la aceleración de ese modelo que ya viene, que está planeando mudarse a marte, toda esa cosa basada en el extractivismo y la destrucción, pero a la vez en salir del planeta. La otra, la resistencia, que muestra Avatar, una serie de organismos entre vivos y materiales, interconectados que tienen otra lógica de funcionar y comunicarse y de producir vida y el planeta, que podría ser una evolución de otro paradigma. Un paradigma donde las áreas y disciplinas no estén compartimentadas, las hegemonías no estén dominadas por los estados, el capital, el neoliberalismo, sino que haya muchos modelos articulándose entre sí y conviviendo. Solo que al final, como en El Planeta de los Simios, no estén en otro planeta, sino que descubren que es el futuro. Me imaginaba una especie de modelo distópico futurista, de estos dos modelos en pugna posibles, ojalá sea más uno que otro.
Torroja: Yo pensaba algo parecido. Lo que pensaba era que el ambientalismo y el desarrollismo van para diferentes lados, pero tienen en común que la dirección de su temporalidad es única. Yo imaginaba un sistema donde las temporalidades estuvieran mezcladas. El tema del progreso o la conservación me parece que se va a excacerbar. Quizás haya islas de conservación e islas del progreso, no van a estar conviviendo, van a ser simultáneas. Pero la dirección del tiempo es una, para el lado de la catástrofe o para el lado del crecimiento económico. Me parece que ese es el modelo moderno. Me parece que el modelo no-moderno va a ser un modelo muy conflictivo, contradictorio.
Ud. Está Aquí es una actividad organizada por el Centro de Formación Profesional 24, Tinta Limón, La Periférica, Divagario y Estudio Mafia.