Reconstrucción Negra de W. E. B. Du Bois es importante por varias razones. Publicado en 1935 con bombos y platillos, el libro es ampliamente reconocido ahora por haber desafiado audazmente el sentido común histórico de su tiempo. La historiografía de aquella época, dominada por los sureños y a menudo abiertamente racista, presentaba a los negros como objetos, no como sujetos de la historia: ignorantes, perezosos, infantiles, incapaces de actuar históricamente, no aptos para la participación política o el autogobierno. A menudo revanchista, representaba la Reconstrucción posterior a la Guerra Civil como un desastre sin paliativos que, al elevar a los corruptos e incompetentes por encima de los cultivados y cualificados, había sembrado el caos en el Sur derrotado. Afortunadamente, según la narrativa imperante, este mundo invertido se había enderezado de nuevo con la retirada de las tropas federales y la reinstauración del buen orden, es decir, la sumisión de los negros y el dominio de los blancos.
Reconstrucción Negra fue un ataque frontal a esta narrativa, incluso en el título elegido por Du Bois. Escribir no sobre la Reconstrucción del Congreso, ni sobre la Reconstrucción propiamente dicha, sino sobre la Reconstrucción Negra era insistir en la intervención de los libertos. Eran ellos, y no el Congreso ni el ejército estadounidense, los protagonistas de esta historia. Cooperando (en la medida de lo posible) con los reformistas sureños y los blancos pobres, apoyados por los voluntarios del norte y las tropas federales, los libertos reescribieron las constituciones estatales, se organizaron y votaron en las elecciones, formaron partidos y asociaciones políticas, ganaron y ocuparon cargos (locales, estatales y federales) y utilizaron su poder de formas totalmente nuevas: organizando ayuda y servicios para los pobres y las clases trabajadoras. Lejos de demostrar su incapacidad, lo que el libro llamaba la Reconstrucción Negra atestiguaba la capacidad creativa de los libertos y de los negros en general. En estos puntos, la opinión de Du Bois ha triunfado. Aunque tardó varias décadas, los historiadores y el público en general siguen ahora su ejemplo de rechazo de la visión revanchista de la Reconstrucción y de afirmación de la capacidad de acción de los negros.
Sin embargo, éstas no son las únicas razones por las que Reconstrucción Negra es importante. Igualmente significativas son las afirmaciones más polémicas del libro, cuyas implicaciones para nuestro tiempo merece la pena explorar. Entre ellas, que al abandonar en masa las plantaciones de sus amos para dirigirse a las líneas del ejército de la Unión en plena Guerra Civil, los esclavizados protagonizaron una “huelga general” contra la esclavitud que influyó decisivamente en el desenlace del conflicto; que el régimen de la Reconstrucción Negra fue una “dictadura del proletariado”; que la antiesclavitud fue en el fondo un movimiento obrero, cuyo objetivo era liberar a los trabajadores negros; que coexistió con el otro movimiento obrero del país, que pretendía mejorar la suerte de los trabajadores libres (blancos), pero que no fue reconocido por él; que el curso de la historia de Estados Unidos habría cambiado radicalmente si estos “dos movimientos obreros” hubieran hecho causa común; y, por último, que al no hacerlo desperdiciaron la oportunidad de construir una nueva forma de democracia y, en su lugar, encaminaron al país hacia la plutocracia. Mucho más controvertidas que la validación de la Reconstrucción y la agencia negra, estas afirmaciones suponen una interpretación distintiva de los acontecimientos en cuestión. También sugieren nuevas formas de entender la democracia y la libertad que siguen siendo prometedoras hoy en día, centradas en el trabajo.
Creo que el libro de Du Bois es importante hoy, no a pesar de centrarse en el trabajo, sino gracias a él. Aunque la reivindicación de la huelga general suene forzada y la referencia a la dictadura proletaria resulte extraña, la visión de la Abolición y la Reconstrucción como una preocupación central por el trabajo (racializado) tiene cierta plausibilidad histórica real y cierta promesa real de continuidad, sobre todo porque amplía nuestra comprensión de lo que cuenta como movimiento obrero. También lo hace la imagen de dos movimientos obreros que no se reconocen, lo que transmite el pathos de un encuentro perdido. Al sostener que las cosas podrían haber ido de otra manera, Du Bois da a entender que había -y sigue habiendo- posibilidades no realizadas de crear un frente inclusivo a favor de la clase obrera. Apreciando que el trabajo capitalista asume más de una forma, tal frente reconocería -y abarcaría- más de un movimiento obrero. De lo contrario, carecería del peso político y la amplitud de miras necesarias para derrotar a la plutocracia y construir una nueva forma de democracia.
El libro es ampliamente reconocido ahora por haber desafiado audazmente el sentido común histórico de su tiempo.
La visión que Du Bois tiene de esa posibilidad rige el arco narrativo de Reconstrucción Negra, empezando por la presentación del protagonista central. En el primer capítulo no nos encontramos con “el negro” o “el esclavo”, sino con “el trabajador negro”. Aunque algunos miembros de este grupo son norteños, urbanos y (precariamente) libres, Du Bois se centra en la mayoría, esclavizados en las plantaciones del sur. Estos, nos dice, se encuentran entre las “piedras fundacionales” de un nuevo sistema de capitalismo industrial en rápido desarrollo. Produciendo algodón para las fábricas de todo el Atlántico Norte, “el trabajador negro” mantenía literalmente en funcionamiento esas empresas, suministrando materia prima para que sus homólogos libres la trabajaran como mercancía y para que los empresarios de estos últimos la convirtieran en beneficios. Pero eso no era todo. Más allá de los campos y las fábricas, la mano de obra negra también servía de punto de apoyo para un extenso nexo comercial que vinculaba a los plantadores, comerciantes, banqueros, aseguradores y fabricantes que se repartían el botín. Enmarcando todo el proceso globalmente, Du Bois sitúa a su protagonista dentro de un “oscuro y vasto mar de trabajo humano en China y la India, los Mares del Sur y toda África; en las Indias Occidentales y América Central y en Estados Unidos: esa gran mayoría de la humanidad, sobre cuyas espaldas dobladas y rotas descansan hoy las piedras fundacionales de la industria moderna” ([1935] 1998, 15).
Esta notable afirmación pide a gritos ser leída junto con la identificación de Karl Marx del proletariado “doblemente libre” como el verdadero creador de las maravillas del industrialismo y como el sepulturero final del sistema. Mientras que Marx daba un lugar de honor a los trabajadores libres pero sin propiedad, separados a la fuerza de los medios de subsistencia y obligados a vender su fuerza de trabajo a cambio de salarios, Du Bois pone en primer plano a los trabajadores no libres cuya fuerza de trabajo no es suya para venderla, sino propiedad de otros para dominarlos a latigazos. Al llamarlos “piedras fundacionales” del sistema capitalista mundial, el autor de Black Reconstruction ahonda bajo la “morada oculta” de Marx de la producción fabril hasta un reino aún más oculto sobre el que descansa la fábrica. Es la relación entre esos dos reinos, la fábrica y la plantación, lo que importa: llamar al trabajo agrícola esclavizado piedra fundacional de la industria moderna es decir que la expropiación negra sustenta la explotación blanca; que los dos procesos están inextricablemente imbricados; que los destinos de los dos grupos de trabajadores están ligados; que ninguno puede emanciparse sin el otro; que “dos movimientos obreros” deben unir sus fuerzas para abolir el sistema que genera su perversa simbiosis.
Elaborando un motivo central de lo que Cedric Robinson llamó más tarde “marxismo negro”, Du Bois plantea aquí una división estructural dentro de la clase obrera. Rodeada por una “línea de color” global, esta clase comprende tanto una masa “oscura y vasta”, no libre o dependiente, como una masa más pequeña y blanca, doblemente libre en el sentido de Marx. Mientras que las luchas del segundo grupo se ven a través de la lente de la clase y el trabajo y a menudo se caracterizan como “económicas”, las del primer grupo se analizan en términos de estatus y ciudadanía y se consideran “políticas”. Para Du Bois, sin embargo, esta distinción es problemática, ya que refleja acríticamente el diseño de un sistema que se beneficia de ambas formas de trabajo a la vez que las divide entre sí.
La Reconstrucción Negra apunta directamente a la división política/económica del capitalismo y a la visión miope, asociada a ella, de la abolición como un cambio en el estatus formal de los trabajadores negros. Predominante dentro de la corriente antiesclavista y basada en la variante estadounidense (“trabajo libre”) del liberalismo clásico, esa visión entendía la emancipación exclusivamente en términos políticos y legales, como algo no intrínsecamente relacionado con el trabajo, la tierra y el sustento. Sus defensores no comprendieron lo que al final de la guerra se había convertido en algo innegable. Al carecer de acceso a la tierra, el capital y el trabajo, los hombres y mujeres recién liberados no podían convertir los derechos de propiedad en libertades reales. La emancipación real tenía prerrequisitos sociales y materiales, y requería nuevos regímenes de propiedad y producción que abolieran el poder de los amos sobre los trabajadores. En este punto Du Bois fue claro. Lo que se necesitaba, explicaba, no eran sólo derechos formales, incluido el importantísimo derecho al voto, sino también la redistribución de la tierra y la provisión de herramientas, derechos laborales procesables y una supervisión pública ejecutable de los contratos laborales, provisión pública de educación y de créditos no depredadores, apoyo estatal y protección de la organización comunitaria y la participación política. La necesidad, en efecto, era una nueva forma de gobierno genuinamente mayoritaria, que desplegara el poder público para elevar la posición social de los trabajadores, mejorar su condición económica y ampliar su poder político.
Según Du Bois, en la Reconstrucción “negra” podían vislumbrarse atisbos de esa “democracia abolicionista”. Protegida por el ejército de ocupación estadounidense, que bloqueó por la fuerza la restauración del dominio de los plantadores, empezó a surgir una “dictadura proletaria”, cuyos principales beneficiarios eran los libertos y las liberadas. Pero las políticas de la “dictadura” también mejoraron la suerte de los trabajadores y pequeños agricultores blancos del sur. Y, como Du Bois subrayó en repetidas ocasiones, marcaron un camino para el país en general. Al inventar un nuevo uso del poder estatal, cuyo objetivo era potenciar el trabajo, la Reconstrucción Negra señaló el camino hacia una nueva forma de democracia, fundada en una nueva comprensión de la libertad, cuya base ya no era la propiedad sino el trabajo.
La circulación de racismos virulentos hizo añicos las perspectivas de solidaridad interclasista y debilitó los esfuerzos organizativos de los proletarios libres.
Sin embargo, ese camino no se siguió. Descarrilada por la ruptura de la coalición antiesclavista interclasista, y especialmente por la deserción de los intereses comerciales del norte que habían vetado la reforma agraria, la “democracia abolicionista” sucumbió a “la contrarrevolución de la propiedad”. El resultado fue una aplastante derrota para “el trabajador negro”. Con la retirada de las tropas federales llegaron los códigos negros, el peonaje por deudas, los linchamientos, la supremacía blanca, el arrendamiento de convictos y Jim Crow. El “otro” movimiento obrero también se debilitó, aunque de forma menos catastrófica. La circulación de racismos virulentos hizo añicos las perspectivas de solidaridad interclasista y, por tanto, debilitó los esfuerzos organizativos de los proletarios libres.
Du Bois relata estos acontecimientos desde su propia posición histórica en la década de 1930, justo cuando la perspectiva de una democracia laboral inclusiva resurgía tras décadas de letargo. Sin duda, se inspiró en la nueva y audaz iniciativa del Congreso de Organizaciones Industriales (CIO, por sus siglas en inglés) para la organización inclusiva de los trabajadores, basada en la industria y no en la artesanía, y en el uso que hizo el New Deal del poder estatal para apoyarla. Reconstrucción Negra refleja así la convergencia de dos momentos históricos: uno al que se hace referencia en el subtítulo del libro (1860-1880), y otro en la fecha de su publicación (1935). Ambos periodos fueron revolucionarios, testigos de la autoorganización de la clase obrera a escala masiva y en formas que desbarataron la separación oficial del capitalismo entre “lo político” y “lo económico”. Ambos revelaron también divisiones dentro de esa clase que sugerían la existencia de (al menos) “dos movimientos obreros” y la necesidad de forjar una cooperación entre ellos.
En la década de 1930, sin embargo, la mano de obra negra estaba dividida: una parte seguía en la agricultura del sur y la otra se había trasladado a la industria del norte. El primer grupo permanecía en un estado de semilibertad. Privados de derechos accionables, protecciones estatales y voz política, sus miembros no eran (ni siquiera) “doblemente libres”. Todavía privados de la capacidad de disponer de su propia fuerza de trabajo, no estaban tan explotados como expropiados. Por el contrario, el segundo grupo estaba formado por trabajadores negros que, en apariencia, eran proletarios doblemente libres, explotados junto a los blancos en las fábricas. Pero trabajaban en condiciones inferiores, realizando trabajos más sucios por un salario que no siempre cubría todos sus costes de vida; lejos de disipar su vulnerabilidad a la expropiación, su “avance” hacia la explotación más bien la solapaba. Y sin embargo, en 1935 era menos exagerado que en 1865 imaginar que al menos esa parte de la “masa oscura” podría ser invitada a hacer causa común con sus homólogos más claros, incluso a pesar del racismo de la clase obrera blanca. Perseguida activamente por el CIO y el Partido Comunista, esa perspectiva seguramente influyó en Du Bois a la hora de escribir el libro, al igual que lo hicieron los intentos del Partido de organizar la lucha interracial en el Sur.
En ambos contextos, norteño y sureño, y en ambos siglos, el XIX y el XX, Du Bois sostenía que los trabajadores blancos tenían más por ganar que por perder con tales alianzas. Sus propias condiciones empeoraban como resultado del estado degradado de sus homólogos oscuros. Cualquier “salario psicológico” que obtuvieran como resultado de su “blancura” palidecía (valga el juego de palabras) en comparación con lo que perdían, no sólo económicamente, en salarios, sino también políticamente, en el poder colectivo para organizar sus condiciones de trabajo y de vida a través de la acción pública democrática. A diferencia de los afropesimistas y los teóricos de la blancura actuales, Du Bois insistía en que los principales beneficiarios del racismo no eran los trabajadores blancos, sino los capitalistas, y que en condiciones favorables esos trabajadores podrían reconocerlo y actuar en consecuencia. Me parece que esa premisa se mantiene hoy en día, cuando la actual forma neoliberal de capitalismo ha diezmado los sindicatos y ha reducido los salarios, obligando a los trabajadores de todos los colores a endeudarse y acumulando la expropiación sobre la explotación para casi todos, incluso cuando todavía impone la expropiación pura y simple en el otro lado de la línea de color global.
Como han señalado muchas feministas negras, el trabajo de los esclavos no se limitaba a los campos, sino que también incluía la reproducción forzada.
Pero si queremos comprender mejor por qué Reconstrucción Negra es importante ahora, tenemos que revisar -o más bien ampliar- su argumento central. Supongamos que admitimos que, dada la persistencia global de mano de obra dependiente y expropiada, las luchas antirracistas y antiimperialistas de nuestra era pueden considerarse de forma útil como luchas laborales no reconocidas. La pregunta entonces es: ¿Por qué detenerse ahí? ¿Por qué no ver también los movimientos feministas como luchas no reconocidas por el trabajo en sistemas construidos sobre una separación de género entre el “trabajo productivo” (remunerado) y el trabajo de cuidados (remunerado y no remunerado)? Después de todo, ¿no es esa división, entre trabajo productivo y reproductivo, tan integral a la sociedad capitalista como la que Du Bois identificó entre trabajo expropiado y explotado? Y si las luchas para abolir las cárceles y desfinanciar a la policía son, al menos en parte, luchas laborales, como yo creo que lo son, ¿por qué no decir lo mismo del movimiento #MeToo? ¿Por qué no considerar las campañas a favor de la baja familiar remunerada, los derechos de las trabajadoras domésticas y la sindicalización de enfermeras, auxiliares, profesores y limpiadores de oficinas como luchas para revalorizar el trabajo social-reproductivo y empoderar a quienes lo realizan, independientemente de que su trabajo sea remunerado o no, se realice en familias o comunidades, en instituciones públicas o en empresas con ánimo de lucro?
El género es el “tercio” que falta en Reconstrucción Negra. Como han señalado muchas feministas negras, el trabajo de los esclavos no se limitaba a los campos, sino que también incluía la reproducción forzada, que sostenía “la institución pe culiar” tras la ilegalización del comercio transatlántico de esclavos. Cuando el libro se lee desde ese punto de vista, prácticamente nos pide que tematicemos el trabajo reproductivo. Este trabajo también fue -y sigue siendo- una “piedra fundacional” del sistema capitalista global, que suministra a los propietarios mano de obra explotable y expropiable.
Pero podemos ir más allá. Ampliando el argumento de Du Bois, podemos considerar que las sociedades capitalistas dependen de tres formas de trabajo analíticamente distintas pero mutuamente imbricadas: explotado, expropiado y -a falta de un término mejor- domesticado. Ampliada de este modo, su perspectiva nos invita a considerar las relaciones cambiantes entre estas tres caras del trabajo como constitutivas de los vínculos ocultos entre género, raza y clase en las sociedades capitalistas. Al identificar el trabajo como la lente que revela esos lazos ocultos, Du Bois nos invita, finalmente, a comprender las relaciones entre no dos, sino tres movimientos obreros y a evaluar las perspectivas de unirlos.
Si esa es una lectura plausible, entonces Reconstrucción Negra importa de verdad, hoy más que nunca.
REFERENCIAS
Du Bois, W. E. B. [1935] 1998. Reconstrucción negra en América, 1860-1880. New York: Free Press
Artículo publicado originalmente en Johns Hopkins University Press