Un lenguaje propio
Angelo Narváez León
Traductor del libro. Doctor en filosofía, investigador de la Universidad Silva Henríquez de Chile. Traductor de Karl y Eleanor Marx, Rosa Luxemburgo y Virginia Woolf, entre otrxs.
Ver el libro impreso en su magnitud me genera alegría, pudor y espanto por su dimensión. Traducir es hacerse cargo de las palabras de otra persona y eso siempre es muy complejo. Uno termina teniendo una relación personal con el autor que está traduciendo. Uno termina pololeando con el autor, como decimos en Chile. Es una relación libidinal. A mí me gusta leer las cartas y los diarios de los autores antes de comenzar el trabajo con el libro. Lo hago para entender el lenguaje, el modo en el cual narran sus preocupaciones, sus alegrías, sus proyectos. Sobre todo, con los adjetivos, que es lo más difícil de traducir en los ensayos. En los libros de investigación, de estudio, el adjetivo tiene una carga que si está mal o sobre interpretado puede abrir un campo diferente. Pensemos el marxismo: la interpretación diferente de un adjetivo hace a escuelas distintas. Y va más allá de la interpretación, ya que pueden ser escuelas de persecución. El énfasis en el adjetivo inaugura la escritura moderna.
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Este libro de Du Bois se imponía por sí mismo para las personas a las que les interesa el tema. Pero a la vez es un libro muy citado sin ser estudiado. Cuando uno empieza a ver las cuestiones biográficas y bibliográficas no fue un libro muy bien recibido en su época. Un libro resistido.
Es un libro que conjuga tres lenguajes muy diferentes. Primero, un lenguaje historiográfico que nos puede resultar más cercano. Pero también Du Bois integra la historia oral, lo cual es un problema para la traducción. ¿Se traducen igual la historiografía y la historia oral? No. Son matices muy marcados. La historia oral son lenguajes rescatados de los sistemas esclavistas de plantaciones del siglo XIX, que tienen muy poco que ver con el lenguaje del inglés decimonónico de la academia estadounidense.
Y hay un tercer lenguaje más técnico, que espero que se haya visto reflejado, que Du Bois empezó a trabajar a comienzos de los años 30, que es la incorporación de categorías marxistas para pensar el problema negro en Estados Unidos. Esto es lo que fue resistido en su momento y hasta hoy. Mientras más se lee sobre el libro, es más común encontrarse con resistencias contemporáneas de académicos especialistas que intentan desmarxificarlo.
La conjugación de estos tres lenguajes ya tiene una historia de 90 años en los cuales se ha interpelado la validez científica del libro. No voy a venir yo a defender que el libro es un tratado científico. Lo que me interesa es cómo un autor propone un lenguaje científico para un problema particular que le exige inaugurar un lenguaje diferente, y cómo el circuito en el cual el libro tiene que insertarse, se resiste a la producción de ese lenguaje.
Hay algo casi poético en la escritura. La realidad, la materialidad, la textualidad del libro le exige al autor escribir de una manera particular.
Por eso el problema del adjetivo: es muy difícil pensar problemas tan grandes con los lenguajes que ya teníamos. Un problema de esta magnitud implica necesariamente (no quiero decir innovar, sino algo más fuerte) producir un lenguaje propio.
Y la particularidad es que el lenguaje propio que Du Bois piensa para este libro, para este contexto, no se repite necesariamente en sus otros libros. Hay algo casi poético, en el cual la realidad, la materialidad, la textualidad del libro le exige al autor escribir de una manera particular. Du Bois se ve interpelado por el objeto de estudio, diríamos con el lenguaje más contemporáneo. Eso lo vuelve un documento con una riqueza textual maravillosa.
Sé que es un libro exuberante, pero si se dan el tiempo de leerlo, verán que los capítulos van modificando el lenguaje. Hay algunos muy densos sociológicamente: sociología económica para analizar la participación de las plantaciones en el producto bruto estadounidense, por ejemplo. Pero hay otros donde “simplemente” narra desde una perspectiva personal cómo enfrenta estos problemas en el propio relato de la escritura. Hay un registro de la propia escritura en el análisis.
La cantidad de capas textuales hace muy enriquecedor al libro para la lectura y para provocar. Y esto es lo más interesante en última instancia de toda la obra de Du Bois: cómo pensar los problemas a partir de su propia documentación, su propia textualidad, su propia materialidad en el sentido más amplio, y obligarnos a abordarlos de una manera diferente. Es decir: interpretar la validez de nuestras propias categorías por más seguros que estemos inicialmente. Eso implica llevar siempre una suerte de diario de escritura, pero también de la traducción, en una especie de proceso analítico constante. Como si uno pudiera autoanalizarse en la medida en que se avanza en la traducción. ¿Qué decisiones va tomando y cómo va volviendo? ¿Cuán sincero o justo se está siendo con la materialidad del texto?
Toda esa riqueza la narro desde una suerte de externalidad porque creo que es lo que prima también toda esa narrativa histórica que Du Bois ensaya en este texto que a mí me parece particularmente maravilloso.
Todo esto llevó a tomar decisiones de edición y traducción muy relevantes. En este punto quiero agradecer a la editorial por tomar ciertos riesgos de engrosar el libro con el aparato crítico. En el original Du Bois cita muy poco. Lo que hace es poner al final del libro una bibliografía sugerida, que es la que utiliza para la investigación. Entonces en cada capítulo hay unas 10 notas, pero 120 citas. Entonces dijimos: si vamos a traducirlo al español por primera vez, hagámoslo avanzando en esa reconstrucción textual. Sobre todo, si estamos en América Latina, donde no es un libro que entre con holgura. Entonces fue un trabajo muy lindo el de reconstruir las notas del libro. En ese sentido, es una edición crítica que no se ha hecho en las 11 reimpresiones estadounidenses. Si sucedió con Marx, con Freud, ¿por qué no hacer una edición crítica de Du Bois? Y ojalá valga para que haya más traducciones, como sucedió con El capital. Es una referencia concreta: Du Bois pensaba Reconstrucción negra como su propio El capital. Este libro se publica en el 35, pero tres años antes había comenzado sus primeros cursos de sociología del marxismo en Atlanta. El marxismo no es algo superficial en este contexto.
Además de la reconstrucción de las citas, hay otra capa (mucho menor), que es referenciar temas que él menciona a artículos anteriores del autor. Esto lo hicimos para tener un registro de cómo éste libro no representa un momento inaugural ni de clausura, sino más bien la larga historia de un pensamiento que venía desde 1901 transformándose, incluso contradiciéndose de manera muy vertiginosa y virulenta, como por ejemplo su posición con respecto a las escuelas segregadas, que primero las defiende, después no y luego sí. Es una relación compleja la que tiene con la segregación de las escuelas en particular.
Nosotros no podíamos dar una conclusión definitiva, sino dejar a disposición los documentos en distintos contextos del libro para que eso se pudiera quedar de acceso libre.
Lo último tiene que ver con el marxismo o el intento desmarxificador de la academia estadounidense. Decidimos incluir las notas en las que él se vincula directamente, y cada vez más desde los años 30, con el marxismo académico, y desde los años 40 y 50, con el comunismo, hasta ser un defensor diletante, heterodoxo, pero bastante claro de la Unión Soviética, de Bulgaria y, particularmente, de China. Tres lugares donde viaja y donde es traducido. Du Bois fue traducido al ruso antes que cualquier otra lengua. Lamentablemente después de 1991 los archivos de la Unión Soviética están cerrados y Putin renovó esta clausura por 30 años más. Todo lo que podríamos saber de historia y filología entre Rusia, América Latina y Estados Unidos es muy difícil de acceder hoy. Habrá que tener paciencia.
Desde ya, agradecer a la editorial. Todo esto comenzó alguna vez con un café. Todo el proceso de traducción lo realizamos junto a María Yaksic. En la reconstrucción de las notas trabajaron muchísimo Gretel Schroeder y Elina Kohen. También a Héctor Barrios, que fue pasando las correcciones porque yo trabajaba a lápiz al comienzo, hasta que tuvimos que cambiar la metodología porque íbamos muy lento. Un libro así de exuberante involucra a muchas más personas que no tienen el lugar público que merecerían.
Es un libro que dialoga con mucha lucidez con problemas que nunca desaparecieron y le dieron forma a la historia contemporánea. Esa es la tesis central del libro: el problema de la emancipación le da la norma a la racialización de la economía estadounidense tal como la conocemos hasta ahora. Es una crítica del revanchismo racializado gringo. Eso le dio la norma a lo que seguimos entendiendo por imperialismo, que vaya si es un tema del presente.
Problemas identitarios, epistémicos y políticos
Juan Francisco Martínez Peria
Doctor en Historia, docente UBA y UNSAM. Autor de “¡Libertad o Muerte! Historia de la Revolución Haitiana” (2012) y “George Padmore: La Tradición Radical Negra y la Liberación del Sur Global” (2024).
Es un sueño ver este libro traducido y editado. Du Bois es fundamental para Argentina y para América Latina, ya que hay muy poco publicado sobre él y sobre la tradición radical negra y el pensamiento afrodiaspórico, que está prácticamente ausente en nuestras universidades, espacios culturales y militantes.
Particularmente me vengo dedicando a recuperar procesos y autores, sobre todo afrocaribeños, muchos de ellos amigos y compañeros de militancia de Du Bois.
Du Bois nació en 1868 y murió en 1963. Nace en una familia de clase baja en el Norte, en Great Barrington, con una madre enferma, que muere cuando él era muy joven. Tiene que trabajar desde temprano y es muy brillante en sus estudios. A los 15 años publica su primer artículo periodístico. La comunidad, mayoritariamente blanca, lo financia, pero lo manda a estudiar a Tennessee, aunque él quería estudiar en Harvard. Hablamos del fin de la Reconstrucción la época de Jim Crow. Él dice que la primera vez que toma conciencia negra es a partir de una compañera que lo señala como negro. Es una experiencia muy formativa para él, pero no deja de implicar una lógica racista de mandarlo al Sur a estudiar.
Después irá a Harvard, a Berlín y ahí comienza una larguísima trayectoria impresionante tanto desde lo intelectual como desde lo político. Fue un gran referente para las independencias de África y el Caribe, de los movimientos sociales y políticos en Estados Unidos. Organizó cuatro congresos panafricanos y uno de los más importantes del quinto congreso de Manchester de 1945.
Además escribió literatura. Ya de grande publica una novela en tres volúmenes.
Lo primero que quiero decir es lo blancas, occidentales y patriarcales que son las ciencias sociales y humanidades dominantes. Los autores que solemos leer vienen de una pequeña parte del mundo que a partir de esa pequeña experiencia intentan comprender el mundo.
Siempre uso una metáfora de Du Bois de 1945, en un análisis que él hace sobre el mundo colonial en el marco de la guerra: color and democracy: colonies and peace. Ahí dice que las colonias son las villas miserias del mundo. Cuando la traigo a nuestro contexto, planteo que Europa, Estados Unidos y el mundo occidental es Nordelta. La abrumadora mayoría del mundo son villas miserias. Nosotros no estamos en Nordelta y estamos viendo el mundo a partir de autores que viven en Nordelta y creen que el mundo es más o menos así. Esto tiene problemas de identidad, epistémicos y políticos.
El problema de identidad, que Diáspora Africana de la Argentina (DIAFAR) trabaja a fondo y Federico lo retomará, es esta noción de que los argentinos descendemos de los barcos y somos blancos. Ahí tenemos una oclusión y una desaparición. Es clave: no sabemos quiénes somos y vivimos en una esquizofrenia permanente.
Du Bois, en The souls of black folk, su libro más clásico, habla de la doble conciencia para la población afroestadounidense, pero se ha tomado para pensar explícita o implícitamente las lógicas del mundo colonial. Pensemos Fanon, Piel negra, máscaras blancas y un montón de autores en la misma línea.
La abrumadora mayoría del mundo son villas miserias. Nosotros no estamos en Nordelta y estamos viendo el mundo a partir de autores que viven ahí. Esto tiene problemas de identidad, epistémicos y políticos.
Desde ya que Argentina y América Latina tienen sus particularidades, pero tenemos también una identidad colonial, una construcción de creer que estamos en Europa cuando no es así. Creemos que somos blancos pero salimos a la calle y está claro que no. De esto se ha hablado mucho en América Latina.
La otra dimensión es la epistémica: la imposibilidad de entender nuestras realidades y el mundo. Algo muy importante de la recuperación de la tradición radical negra es la dimensión epistémica-política. Desde ya que lo identitario es importante, ya que son identidades negadas, destruidas, hubo un proceso genocida que hay que denunciar. Pero nos suelen decir que hay que leer a autores de Estados Unidos y Europa sin decirnos de dónde son. Parecen autores abstractos supuestamente universales, sin tiempo, espacio y lugar. Y los autores y autoras que discuten con eso, son hipercontextualizados, hipercorporalizados en un mal sentido. Y en el mejor de los casos, se trata de identidad y testimonio, no es teoría.
Sin dejar de destacar las nociones identitarias, a mí me interesa Du Bois como militante y teórico. Tanto él como otros autores y autoras del Sur global. Du Bois nace en el norte Estados Unidos, pero que vive y estudia en el sur y además, como todos los afroestadounidenses, pueden ser entendidos como una colonia interna de Estados Unidos. De hecho, el término colonialismo interno surge en Estados Unidos. Du Bois tuvo tensiones con esta idea, que viene del nacionalismo negro, pero es sin dudas uno de los padres del panafricanismo. A lo largo de su trayectoria se construye como uno de los grandes referentes de lo que hoy conocemos como el Sur global y en su época denominaban tercer mundo. Fue una figura de muchísimo peso, sentada al lado de Mao y Nikita Kruschev. Muere en Ghana, renunciando a la nacionalidad estadounidense y queda como uno de los grandes referentes de la revolución africana, junto con Kwame Nkrumah, uno de los padres de las independencias africanas subsaharianas.
Entonces: Du Bois es un autor del Sur, de ese mundo de villas miserias que él vivió directamente. Y lo más potente es lo epistémico. Ver el mundo desde Nordelta, por más genialidad que haya, es una mirada muy limitada y problemática. Y lo peor es que acá leemos y repetimos a autores del Norte acríticamente. Esto no implica prender fuego bibliotecas o no leer autores del Norte, sino de leerlos críticamente. Una persona que nunca salió de Londres difícilmente pueda entender la realidad del conurbano (que a nosotros mismos nos cuesta comprender).
Lo epistémico después tiene siempre una dimensión política. Esto tiene una larga tradición en Latinoamérica. Lo plantea Bolívar, una figura compleja, que una de las primeras críticas que hace a la independencia en Venezuela es copiar una Constitución de Estados Unidos, lo cual llevó a una rápida crisis total. Bolívar dice que se creó una República aérea, sin sustrato en la realidad. Simón Rodríguez, su maestro, ya decía o inventamos o erramos. José Martí también hablaba de esto. El colonialismo mental, el eurocentrismo, tiene entonces un problema identitario, epistémico y político. Queremos entender la realidad con anteojeras, como decía Arturo Jauretche, y la realidad se da de bruces.
Una de las realidades ausente en nuestro mundo académico es la cuestión del racismo. Podemos hacer carreras enteras en Sociales y Humanidades sin que esta cuestión aparezca. Ni hablar de bibliografía de autores africanos, indígenas, asiáticos, latinoamericanos. Cuando se piensa el tema del racismo se suele tratar como un asunto de minorías, como con el género. Además, se dice que en Argentina no hay racismo.
Lo que muestra la tradición radical negra es que es un tema de absolutas mayorías en Argentina, en América Latina, en este mundo de villas miserias del que Du Bois habla. 2/3 partes del mundo fueron colonizadas, siguen bajo lógicas coloniales o semicoloniales y han sido racializadas. Toda la obra de Du Bois apunta a poner el tema racial en el centro.
En 1900 Du Bois participa de la primera conferencia panafricana en Londres, convocada por Henry Sylvester Williams (una figura de Trinidad y Tobago, un país que no sé qué había en el agua pero salió un montón de gente), CLR James (autor de Los jacobinos negros) y George Padmore, entre otros. Es en este lugar que Du Bois dice por primera vez esta idea de que el problema del siglo XX es el problema de la línea de color. El problema de la raza y el racismo pero no como algo que afecta solo a una minoría, sino a todos. La racialización del mundo político / cultural, epistémico.
En el último capítulo de Reconstrucción negra hace una crítica feroz a la historiografía norteamericana. Todo el libro es una contrahistoria. Un modelo a seguir para aplicar a otras historias. Podría ser para Argentina, Latinoamérica, para nuestro presente. Du Bois discute los relatos que se habían hecho. Por ejemplo, la idea de la ciencia objetiva, que esconde un profundo racismo epistémico que niega, invisibiliza, subalterniza sectores afrodescendientes, populares. A este libro le niegan agencia política y cultural, que sería lo mismo que “vienen por el chori y la coca”. El mal contra el que estamos luchando siempre es el mismo monstruo de muchas cabezas.
Lo podemos ver en la Revolución haitiana, que no fue vista como una revolución en sí misma. Hay un libro de Michel-Rolph Trouillot, Silenciando el pasado, que dice que en el momento mismo en que ocurrió la revolución, no fue vista como tal, sino como una hecatombe, una masacre de blancos, y los negros, ex esclavizados y esclavizadas, como odiadores de blancos. Nunca son vistos como sujetos políticos. Entonces pareciera que hay sujetos capaces de hacer cambios políticos que son universales: la Revolución francesa, la revolución blanca de Estados Unidos de 1776…pero la lucha de los esclavizados durante la guerra civil no aparece como una revolución.
Todo el libro es una contrahistoria. Un modelo a seguir para aplicar a otras historias.
Du Bois cuenta la cantidad de esclavizados que participan de la gran huelga general y se suman a los ejércitos, pero la historia los cuenta como si fueran por el chori y la coca.
Lo mismo vemos con la ola feminista: decir que las mujeres son odiadoras de varones y nunca pensar algo más universal y emancipatorio.
Una de las cosas que más me atrajo de la relectura, de esta hermosa traducción, es la feroz crítica a la epistemología blanca, racista, occidental, que es la que seguimos leyendo y estudiando por acción o por omisión. Pareciera que el hecho de que Kant o Hegel eran súper racistas no es importante. Lo mismo con lo misógino y patriarcal, donde el caso más emblemático es Nietzsche.
Digamos entonces que Du Bois no se lee mucho. En Estados Unidos es una figura importante, pero sobre todo vinculada al nicho de los estudios afroamericanos, pero no se lo lee en filosofía o sociología. Y lo que se da es Souls…, de 1903, que es un libro muy interesante pero todavía medio liberalongo, moderado. Ni siquiera es el Du Bois de NAACP, la organización política en la que va a participar mucho tiempo, ni mucho menos el que se va radicalizando hasta ser un referente del marxismo negro.
Du Bois es una figura absolutamente central y este es un clásico impresionante. Pensar lo epistémico es pensar el mundo moderno de una manera distinta. No como un proceso de emancipación e igualdad creciente, sino como un proceso trazado por la raza, el racismo, el colonialismo, la esclavitud, el tráfico esclavista y cómo todo esto continúa una vez que se abolió. Este es uno de los ejes centrales el libro. Podemos ver cómo perdura en Estados Unidos, pero también en Argentina, en América Latina. Esto implica cómo pensar el mundo moderno construido por el colonialismo, el racismo y el patriarcado, pero bajo esta lógica de racialización implica una lógica política distinta. Y acá el marxismo y las tradiciones radicales occidentales tampoco alcanzan.
Du Bois hace un camino inverso a otras figuras, como Padmore, que es un referente negro de la Unión Soviética y después se aleja porque entiende que la URSS traiciona a los países del Sur. Hay una gran correspondencia entre Du Bois y Padmore, donde ambos coinciden en que con Marx no alcanza y que es necesario crear tradiciones políticas del Sur.
La tradición radical negra tiene mucho para enseñar a Argentina y a América Latina.
La vigencia de la línea de color
Federico Pita
Fundador de DIAFAR, activista y politólogo. Editor del suplemento Negrx de Página 12.
Tinta Limón lo hizo otra vez. Los conocí en 2016 cuando editaron Nuevo activismo negro al calor de los hechos de lo que estaba pasando en Estados Unidos. Parecía Siglo XXI editando Black Power mientras ocurría. Eso ya no pasaba y de repente estaban estos locos acá en Flores traduciendo y compilando esos textos.
El activismo antirracista en Argentina no existe. Si fuera un libro de Silvia Federici o de Rivera Cusicanqui seríamos mucha más gente. Desde ya no lo digo por ellas, sino porque la edición de este libro de Du Bois no es una gran apuesta económica, pero sí política.
Soñábamos con que este texto exista en español. Este es un autor de un clásico fenomenal, pero el libro audita el hecho de que vamos a tener que seguir militando. En América Latina hay 300 millones de afrodescendientes como yo. En otros países hay doctorados de estudios negros, críticos, de la raza, con presupuestos, pero no lo tradujeron. Lo hicieron estos locos en el contexto de la crisis del papel, que está caro porque es más barato imprimir cajas para Mercado Libre. Acá lo ven al libro, totalmente parado, sin metáfora, se para solo. Ustedes están del tomate. Tengo la aspiración de que seamos más los que leamos estos libros. Acá no hay ninguna vanguardia iluminada: entendemos la necesidad absoluta de que circulen estas ideas.
Esto de que Argentina es el país más blanco de América Latina de slogan no tiene un carajo. Es el núcleo duro de la argentinidad.
Estas decisiones se inscriben en la praxis de la filosofía política de la tradición radical negra, pero fundamentalmente de la acción antirracista. Este libro es un antes y un después en el gran tema del racismo epistémico, académico.
Acá está José Itzigsohn, un argentino que vive en Estados Unidos, que es un experto sobre Du Bois. Él es blanco en Argentina pero no en Estados Unidos, entonces hay una empatía que tiene con Du Bois en ese contexto. Un sociólogo que ve en Du Bois a un tipo que prácticamente inventó la sociología, que hablaba con Weber sin coincidir, pero eran los únicos del planeta que venían inventando algo que se llamaba sociología. Y en Estados Unidos fingen demencia como que Du Bois no existió. Le ponen calles, monumentos, el nombre a una biblioteca, pero marche preso.
Entonces lo que hacen Tinta Limón, José, Juan Francisco es ir rompiendo la excusa de la blanquitud, que es que estos textos no cumplen con las pautas de la edición y por eso no incluyen en un programa. Nosotros descubrimos a Du Bois hace varios años, los textos no estaban y lo tradujimos a los ponchazos y lo estudiamos igual, porque somos activistas, antirracistas. Por eso nos juntamos todos los años a formarnos con José, porque tiene que ser una tarea ordinaria, rutinaria. Ese es el activismo: ir contra el orden establecido.
Esto de que Argentina es el país más blanco de América Latina de slogan no tiene un carajo. Es el núcleo duro de la argentinidad. Los padres fundadores de la generación del 37, con Alberdi y Sarmiento a la cabeza, estaban convencidos de la idea de raza. Ni mujeres, ni indígenas, ni nadie. Solo ellos son los humanos y lo plasman en el Constitución del 53, donde plasman que el Gobierno Nacional va a fomentar la inmigración europea. A mitad de los 80 Sarmiento va a escribir su último libro desesperado porque en vez de venir ingleses vinieron españoles e italianos, gente del campo, analfabetos, que ni minga era gente de las industrias. Acá se reproduce el verso atómico de que eran anarquistas y socialistas, pero era gente de campo que no sabía leer ni escribir.
Este es el gran conflicto de la argentinidad y por eso es importante que el libro se edite acá, como hace Juan Francisco con los textos de Padmore. Esto va contra el canon que deprecia a las mayorías. Acá hay un vínculo jerarquizado, en el que algunos extraviados llaman discursos de odio, como si hubiesen comenzado hace diez minutos en la historia. No es nuevo el proceso de deshumanización de llenar barcos de gente para que trabajen hasta la muerte y tirarlo como un celular que no funciona. Hay que poner un poco de contexto. Pareciera que Argentina es el único país que nunca requirió de esa mano de obra, es una cosa insólita.
La blanquitud domina todos los espacios de control, de poder, de prestigio, de privilegio. La línea de color en el siglo XXI sigue operando.
Entonces hoy tenemos sectores, algunos bien intencionados, que trabajan en el Conicet y dan clase en la facultad que son todos blancos, de clase media acomodada, que piensan que la realidad es el departamento de dos ambientes en el que viven.
Ahora estoy haciendo un doctorado en la Universidad de Lanús y otra vez me dieron Vigilar y castigar de Foucault y Los Grundirisse de Marx “por si alguno no lo vio”. Delirante. Si alguno no lo vio que se anote en un curso en una unidad básica o en un comité comunista, pero ¿en un doctorado tenemos que leer esta mierda otra vez? En la materia Educación para los Derechos Humanos arrancaban con los griegos y me sentía en el secundario. Al final llegábamos a América Latina con la lengua afuera y encima nos daban textos de un cura blanco de Uruguay. ¿No hay un morocho que haya escrito algo? Tendríamos que empezar al revés: que la complementaria sea Marx.
La blanquitud domina todos los espacios de control, de poder, de prestigio, de privilegio. La línea de color en el siglo XXI sigue operando. El desafío es articular en términos antirracistas implica un diálogo potente como el que venimos construyendo. El fin del capitalismo no está disociado del fin del racismo. El racismo es una parte esencial de la reproducción de la lógica del poder en Argentina. Por la lucha de los feminismos, la paridad de género en el Congreso de la Nación se está dando en términos técnicos. En términos raciales no existe. Tenemos apenas un progresismo entendido como la corrección política de nombrar a Vilca y Nati Zaracho para no dormir en posición fetal. Son 257 los diputados. En un país donde te parás en la vereda y somos todos más parecidos a Vilca y a Nati Zaracho. Lo mismo ocurre en los catálogos editoriales. O en las universidades, donde el ingreso es irrestricto, sin embargo, hay cuerpos que no participan. La blanquitud arrasa.
La palabra de Du Bois es central para nuestra acción política, en nuestra realidad situada, para cambiar el mundo.
Entonces, una de dos: o efectivamente los que son más oscuros son más ignorantes (dándole la razón a María Eugenia Vidal cuando atacó el sentido de las universidades del conurbano porque a los morochos no les da la cabeza) o hay gato encerrado. Encima si vos llegás y te dan a Kant, que es la piedra angular del racismo, es como si vas a Medicina y te dan a Mengele porque generó algún tipo de avance en sus investigaciones. Es el canon.
Nosotros publicamos una nota de un negro muerto y todos nos felicitan. Ponemos un negro vivo y nos comentan que no tiene nada que ver, que esto no es Estados Unidos. Y esto nos pasa en Página 12, o sea que el problema lo tenemos más cerca de lo que pensamos.
Entonces: es indudable que la palabra de Du Bois es central para nuestra acción política, en nuestra realidad situada, para cambiar el mundo.
El fracaso de la Reconstrucción
José Itzigsohn
Doctor en Sociología por la Universidad Johns Hopkins (Baltimore). Actualmente es profesor en la Universidad Brown (Providence). Especialista en W.E.B Du Bois.
Se cumplen 90 años de la primera publicación de este libro. Quiero mencionar algunos motivos por los que me parece relevante su publicación hoy. La Reconstrucción es el período que va desde 1865 a 1877 después de la guerra civil, en que las fuerzas militares del Norte están en el Sur y, de algún modo, defienden los derechos de los que antes habían sido esclavizados, los nuevos libres. Entonces hay gobernadores negros, senadores negros, escuelas negras, oportunidades económicas. En 1877 hay un acuerdo político por los que las fuerzas del Norte se retiran, se acaba la reconstrucción y viene lo que se llama la segregación, las leyes Jim Crow.
Du Bois dice que ese es el momento del fracaso de la Reconstucción, el fracaso de construir una democracia verdadera en Estados Unidos. De algún modo estamos viviendo ese momento de nuevo. O nunca terminamos de superarlo. Si pensamos en lo que está pasando hoy, es el retorno de Jim Crow, de algo que nunca se fue pero estaba de costado, y hoy está en la Casa Blanca y en todas las instituciones.
Él escribe el último capítulo de este libro, La propaganda de la historia, para decir la verdad sobre la Reconstrucción, porque lo que se contaba era falso. Para contar que fue un experimento de democracia, no algo corrupto. De 1910 a 1930 él defendió la integración, pero en este libro escribe que ese proceso no va a ningún lado, que el racismo prevalece y que es necesario crear una economía paralela negra en Estados Unidos.
Es un libro modelo. Con respecto a desmarxificar a Du Bois, hay dos lecturas: los que se olvidan que se acercó al marxismo y leen solo al Du Bois liberal de principios del siglo XX y quienes lo leen bajo la clave de que con el marxismo no es suficiente.
Du Bois hace un esfuerzo para usar conceptos marxistas. Los que lo critican en el 30 son varios marxistas que no les gusta la forma en que usa a Marx. Dicen que no había una huelga general ni una dictadura del proletariado y que Du Bois no entiende al marxismo. Él hace un uso creativo del marxismo, siempre con otras cosas. Y siempre partiendo de la base que el capitalismo fue creado a partir de la esclavización, del colonialismo.
Él contradice la idea de que la emancipación de los esclavizados llegó con Lincoln. ¡Qué Lincoln ni ocho cuartos! Fueron los esclavizados mismos que se escaparon de las plantaciones. A eso lo llama la huelga general y los marxistas dicen que no porque nadie se reunió para declarar una huelga, sino que simplemente se escapó hacia el Norte. Pero al irse hacia el Norte destruyen la base económica del Sur y resuelven un problema del Norte, porque ahí tenían un problema serio de reclutar gente para ir a la guerra y liberar a los esclavos. Finalmente, tras mucho titubear, los reclutan en el ejército y son ellos quienes pelean por su liberación.
Entonces, ¿quiénes son los agentes que pelean por la emancipación? No es la clase trabajadora y Du Bois no lo plantea como una conciencia de clase, sino como una experiencia en términos religiosos, de emancipación mesiánica.
Hay un análisis de lo que es la modernidad en el capitalismo, que incorpora elementos del marxismo, pero va más allá, incorpora en el centro de su análisis el racismo, el colonialismo y la agencia de numerosos grupos, que sigue siendo un modelo hoy para pensar la situación de Estados Unidos y también de acá.
Du Bois emigra a Ghana a los 93 años para escribir una enciclopedia. ¡Ojalá lleguemos a los 93 años con esa energía!
Es realmente emocionante y muy importante esta traducción y edición.
¿Quiénes pueden hacer una revolución?
Verónica Gago
José mencionaba lo de la huelga y la ampliación de la imaginación sobre quiénes pueden hacerla. Quiero sumar lo que Du Bois trabaja como el momento de la contrarrevolución de la propiedad: cómo esa democracia fallida también es eliminada gracias a unos dispositivos que reorganizan ese momento de liberación a partir de la concentración económica. Por eso la importancia de qué significan otras economías que den sustento a esas prácticas de liberación. Es un concepto clave del libro que también nos puede ayudar a pensar los momentos contrarrevolucionarios en los que estamos.
Narváez León
No siempre se hace la reconstrucción, valga la palabra, de lo que pasó previo a la escritura de este libro y que implicó la construcción de categorías para pensar tanto el problema de la huelga como el de la contrarrevolución, o esa posición revanchista que tomó la industria contra el trabajo libre. Y es que en el primer período en Atlanta de Du Bois (fines del siglo XIX, principios del siglo XX), él desarrolla una colección de estudios negros. Muchos de esos estudios están citados en este libro. Y los autores de esos estudios eran sus estudiantes, que viajaban por el país a investigar la economía y la esclavitud. Armó una red de investigación, vinculándose con lo que puede ser una etnografía, una historia económica y una geografía diferente. Recuperaron a través de la historia oral materiales que no estaban sistematizados y se empezaron a publicar.
Parto de acá para pensar la pregunta de Verónica, porque yo discreparía con Du Bois y con cualquiera, que haya que buscar en un autor una respuesta para un problema. Lo que me parece sugerente es que en la escritura Du Bois, a partir del diálogo con esa masa de estudiantes, aglutina investigaciones que no eran visibilizadas en su tiempo. Les da forma, narrativa, un hilo conductor a propósito de un problema que él venía pensando hace 30 años.
Du Bois no busca decirle a la huelga general de una manera diferente que satisfaga a las exigencias etimológicas del marxismo.
Es cierto que el marxismo no da abasto con Du Bois y que no supo entender lo que quiso decir. Du Bois demuestra que el marxismo no entendió en el siglo XIX qué significaba la emancipación. Entiendo y comparto la crítica, aunque mi corazón marxista siga latiendo de la misma manera.
Du Bois no piensa una categoría nueva. No busca decirle a la huelga general de una manera diferente que satisfaga a las exigencias etimológicas del marxismo**.** Disputa la categoría desde una base material sociológica y económica, que la crítica ideológica o partidaria del Norte no tiene sustento para defender o criticar. Esa es la radicalidad del texto de Du Bois. Se sostiene en un trabajo colectivo que llevaba 35 años de acumulación de datos, que en este libro cuaja. Desde ahí arroja una hipótesis muy concreta respecto al sentido revanchista de una contrarrevolución que, en el fondo, sacrificó la democracia con el colonialismo interno y el imperialismo expansivo, que se termina ejecutando de manera espectacular a lo largo de todo el siglo XX, extendiéndose hacia el Pacífico. En el fondo, termina de aglutinar geopolíticamente toda la unidad nacional.
Du Bois reconstruye de modo brillante esa revancha, esa contrarrevolución. No solo de manera colectiva, sino con una defensa implícita de la educación pública estadounidense, algo que los gringos dejaron de discutir hace 100 años. Él mismo dice que pudo hacer esto en Atlanta porque había un rector que habilitó recursos para la investigación. Es de los últimos estertores de la lógica de bienestar de la universidad estadounidense, donde paradójicamente, si bien era más difícil que entrara población afrodescendiente en ese momento a estudiar, tenían más libertad para hacer investigación libre respecto a sus propios temas y para producir problemas que permitan codificar la historia social y económica y racializada del país.
Hay entonces una red que lo excede y antecede. Y eso es ser un buen escritor: situarse en una red que siempre es más importante que la pura lucidez que tenga el autor. Por eso la importancia que le dimos a la reconstrucción de la bibliografía. No era un fetichismo personal, sino mostrar todas las capas sociales y epistemológicas en las cuales se venía construyendo la base documental y de archivo con la que Du Bois logra enfrentar tanto el problema de la huelga como la historia económica, a contrapelo de lo que se venía diciendo.
Martínez Peria
En Du Bois la vinculación entre intelectualidad y política es central. Y Reconstrucción Negra lo publicó a los 67 años, ¡se hizo marxista a esa edad! El camino inverso a tantas otras figuras.
Este compromiso múltiple también es un gran modelo. Los últimos 30 años hubo una contraofensiva muy negativa en términos de profesionalización, de escribir papers que no lee nadie. ¿Quién escribiría y publicaría esto hoy? Para hacer carrera académica, hoy hay que escribir 700 papers que no hacen nada. La vinculación entre intelectualidad y militancia es algo a recuperar. No es solo lo que escribimos, sino con quién, para quién, para qué. Es para destacar la producción continuada de Du Bois. No existe la idea de jubilación en él. De la causa no te podés jubilar. Muere en Ghana organizando la enciclopedia africana, un proyecto de toda su vida. Cuando fue la independencia de Ghana él no pudo ir porque Estados Unidos le había retenido el pasaporte. No pudo ver algo por lo que luchó toda su vida.
Con respecto a la pregunta de Verónica: el proceso de la guerra civil es leído como una revolución. Es importante la relectura de los procesos revolucionarios globales. Solemos tener una mirada de Revoluciones con mayúscula (Estados Unidos, Francia, Inglaterra) muy limitada. Él reconfigura eso y le da un carácter revolucionario a algo que no era visto así. Ve actores políticos que no eran vistos como tales incluso por el marxismo: esclavos, mujeres, campesinos, pueblos originarios. Incluso el historiador británico Eric Hobsbawm tiene todo un libro para reivindicarlos, pero como rebeldes primitivos, diferenciándolos de la clase obrera. Du Bois todo el tiempo pone el acento en esto: no es que los blancos le dieron la libertad a los esclavos. Ellos y ellas hicieron una revolución.
La Reconstrucción, en la historiografía dominante, quedó como una época de horror, de vagos y malentretenidos, dirían los decretos de Rivadavia. De una fiesta de gente que no laburaba, que no sabía qué era la libertad, y que todo lo que habían dicho los blancos quedó demostrado: que la abolición había sido un error. De ahí, las leyes de Jim Crow.
Du Bois ve actores políticos que no eran vistos como tales incluso por el marxismo: esclavos, mujeres, campesinos, pueblos originarios.
Entonces se pierde una posibilidad de encuentro entre los trabajadores blancos y negros. Proletarios del mundo uníos es una aspiración que tiene la tradición radical negra, pero que ha sido casi imposible. El racismo se impuso a partir del sueldo psicológico de la blancura, que reconfigura una alianza entre la elite blanca y los trabajadores blancos. El blanco pobre de derecha no es nuevo. Du Bois compara la época con la Revolución rusa, que se cierra con una contrarrevolución.
Esto sirve para nuestra propia historia, donde seguimos discutiendo a Rosas. Podemos dejarnos de joder con eso y construir una historia desde abajo.
Federico Pita
Cuando los negros hacemos algo, siempre vale menos. El 17 de octubre de 1945 no hubiese existido sin los negros, la Revolución del Parque sin Gabino Ezeiza tampoco, el voto de las mujeres sin esa negra bastarda que fue Eva no hubiese existido, o la idea de salud pública sin Ramón Carrillo. Es imposible escindir lo negro de lo popular. Cualquier cosa que tenga como horizonte una idea de justicia social, democracia o libertad, si no nos tiene a los negros, vas a entrar en crisis. Lo que Du Bois denuncia tiene actualidad porque la discriminación sigue estando en la blanquitud que detenta el poder. Ahora Cristina está en cana y proscripta, pero lo que está proscripto es el pueblo del retorno de la democracia para acá. No soy un analfabeto político, no son todos lo mismo, pero no hay soluciones. Y no es que los negros somos desagradecidos o ignorantes porque nos dieron derechos. Los derechos están. Está claro que algunos vienen a garantizar que no se cumplan y otros, a modo de corrección política, vienen a darnos algunas respuestas y creen que debería alcanzarnos y deberíamos ser negros agradecidos.
Como negro orgulloso y consciente me entristece sentir que tengo que desfilar en procesión al balcón de Cristina. Me llena de rabia y no es porque ser agradecido está mal, de hecho es ingrato, pero parece que es el único lugar que nos permiten: ir y rendir pleitesía. Es insoportable. Las verdaderas víctimas son quienes que no cubren las comidas diarias.
Ni los blancos malditos ni los buenos con culpa y bienintencionados largan la manija. Un facho como Adorni gana las elecciones porteñas con toda la derecha partida. Pero, ¿qué llevó el campo nacional y popular? A un italianito que es el más peronista de los radicales. Pero no es que los negros no votaron a Santoro. No fueron a votar. Y el tema es que están dejando de creer en la democracia. Porque si va a ser esta mierda, donde miramos de afuera, y vamos a marchar por la educación pública para ser medio millón de personas, pero cuando se hacen marchas por los 11 millones que comen en comedores vamos 20 mil, la pregunta es dónde están todos los chetos que tienen acceso a la universidad, que no vienen a movilizar por los 11 millones que no tienen para comer. Y eso no son los nazis, sino los nuestros. Es la plaza del 24 de marzo llena, pero el 12 de octubre vacía. Y no solo eso, sino que la progresía inventó el Día de la Diversidad Cultural. ¡Pero hay que ser mierda! Es como que llame al 24 de marzo el Día de la Pluralidad Ideológica. ¡Me empalan en Plaza de Mayo!
Siempre la pagan los mismos y por eso es actual Du Bois. Un negro que vino desde abajo, que llegó a lo más alto de la formación académica para darle el único uso que tiene: un uso instrumental. La academia sino produce burócratas del conocimiento. Si yo me siento acá a hablar de Trump o de Milei vamos a estar todos de acuerdo. Pero la verdad es que lo que se viene repitiendo es trágico. El mundo no siempre fue así ni seguirá siéndolo. No renuncio al egoísmo de querer ver y vivir para que ese cambio suceda.
Fotos: Nicolás Parodi - DIAFAR.
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