Reflexión

Una vital pasión política

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Es difícil escribir sobre Toni el día de su muerte. Al menos es difícil para mí. Demasiadas imágenes se amontonan en mi mente: las vacaciones que pasamos juntos, los viajes por América Latina, los infinitos encuentros y discusiones, pero también las primeras lecturas de sus libros, Dominio y sabotaje naturalmente, y luego Del obrero masa al obrero social, justo después de los procesos del 7 de abril del 1979. Y recuerdo bien aquel día, cuando me enteré por la televisión, de camino a casa desde el colegio, que había sido arrestado el jefe de las Brigadas Rojas.

Es bien sabido que de lo que se presentó como el “teorema de Calogero” no quedó nada en pie después de los juicios. Lo que quedó, sin embargo, fueron vidas rotas y los interminables años de prisión preventiva, que Toni compartió con cientos de camaradas.

Quisiera esbozar aquí un primer retrato de Toni, muy personal y sin duda totalmente parcial. Lo haré destacando lo que, al menos a mis ojos, definía su singularidad, al tiempo que lo distinguía de muchos intelectuales radicales que he conocido a lo largo de los años en distintas partes del mundo. Bastará por ahora con mencionar dos aspectos de su persona y de su vida que siempre me han llamado la atención.

El primero es su inagotable curiosidad intelectual y política, que, si cabe, ha crecido con los años. Es normal, por supuesto, que ocurra lo contrario, que sobre todo quienes tienen a sus espaldas una importante experiencia y una respetable producción intelectual se vuelvan complacientes en la gestión de lo que han acumulado con el tiempo.

Con Toni esto no ha ocurrido nunca, más bien al contrario. La curiosidad, el afán de saber, el deseo de aprender lo nuevo le acompañaron hasta los últimos días de su vida. Y si algo puso de relieve fueron los límites de su propio trabajo, instando a amigos y compañeros a no detenerse, a ir más allá de los supuestos y paradigmas establecidos. Ya fuera hablando de plataformas digitales, migraciones masivas, desorden mundial, Toni nunca se conformaba con lo que le contaban (o lo que leía), siempre quería entender más y mejor.

La curiosidad, el afán de saber, el deseo de aprender lo nuevo le acompañaron hasta los últimos días de su vida.

El segundo aspecto consiste en la pasión política, también insaciable. Después de Imperio, en particular, no fueron pocas las invitaciones a prestigiosas universidades e institutos de todo el mundo, ni tampoco la escasez de honores. Toni miraba esto a veces con fastidio, a veces con ironía, aunque desde luego no desdeñaba la confrontación en los círculos académicos.

Pero lo que realmente le llamaba la atención era la posibilidad de encontrarse con un movimiento real: entonces, la propia expresión de su rostro y el tono de su voz cambiaban, señal de que iba en serio. Ver a Toni, con más de ochenta años, sentarse en las frías salas de los centros sociales y discutir durante horas sobre las nuevas formas que adopta la lucha de clases es una experiencia que, desde luego, yo no viví solo. Para él era normal: no creo que lo sea para muchos intelectuales de su talla.

Al fin y al cabo, las dos cosas que he mencionado no son más que dos aspectos del mismo deseo que Toni llamaba comunista. Lo que yo llamaba curiosidad no era más que una tensión por comprender el mundo para transformarlo, a partir de la identificación de las tendencias que lo recorren, de los antagonismos que lo marcan y de las subjetividades que se forman en y contra los regímenes explotadores. Y cada ocasión de encuentro con los movimientos reales era para él al mismo tiempo una ocasión de conocimiento.

Forjada en su participación en las luchas obreras de los años sesenta, esta naturaleza política de Toni se afinó en el eje definido por las obras de Maquiavelo, Spinoza y Marx, para luego renovarse y enriquecerse continuamente en la confrontación con los movimientos de los últimos cincuenta años.

Me parece que, en su clasicismo, lo que él habría llamado la ontología enteramente política de la vida que vivió es uno de los legados más preciosos de Toni.

Al concluir el tercer volumen de su autobiografía, Toni hablaba con serenidad de su muerte.

Sin embargo, se mostró menos sereno ante un mundo en el que veía resurgir el fascismo. Comentó: “Debemos rebelarnos. Debemos resistir. Mi vida se va, luchar después de los 80 se hace difícil. Pero lo que me queda de alma me lleva a esta decisión”.

Reconectando idealmente con muchas generaciones de hombres y mujeres virtuosos en el “arte de la subversión y de la liberación” que le habían precedido, no olvidó mencionar –con el optimismo de la razón que siempre le ha distinguido– a “los que vendrán después”. Aquí se revela, en este arte, la ontología política de Toni: la atesoraremos y la seguiremos practicando.

Traducción: Diego Ortolani Delfino y Diego Picotto.

Publicación original: ilmanifiesto.it

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