Marcar un libro es una relación de intimidad. Pero el momento de la lectura, de nosotrxs con ese objeto-libro que está delante nuestro, nunca es en soledad. Están presentes todos los libros que leímos en el pasado, o lo que nuestra memoria recuerda de ellos, las voces, las experiencias de las que aprendimos, las relaciones, las charlas presentes con nuestrxs amigxs, las preguntas que nos estamos haciendo en ese momento, los diálogos que tenemos en nuestro pensamiento relacional. Y están presentes también las preguntas o los interrogantes abiertos respecto del futuro. En términos sociales, políticos, personales. Entonces siempre, es una experiencia situada.
Cuando agarramos un libro marcado un tiempo después, hay encuentros y desencuentros. ¿Qué pensé acá? ¿Qué marqué? Marcar un libro es dejar las marcas de uno en ese tiempo múltiple y social de nuestro presente.
Cuando uno entra de lleno en los capítulos de Relacionalidad se va dando cuenta del marco de pensamiento que nos convida. Es como empezar por una transformación de nosotros mismos. Está muy lejos de la autoayuda: está acercando un pensamiento ontólogico, político, de la vida.
La idea de estos microseminarios que propone Tinta Limón es generar marcas singulares, colectivas y holísticas en los libros. Poder viajar desde el libro hacia todas las otras dimensiones de nuestra vida social. Darle potencia, marcar el libro como si estuviese en un mapa con otros libros, con todos esos otros libros de los cuales nos nutrimos y quedan resonando en nuestro cuerpo.
Digo resonar porque quizás uno no pueda decir qué escribió exactamente un autor que leyó, pero sí compartir resonancias con experiencias vitales, con la construcción de pensamiento colectivo. Entonces, estamos acá presentes para Marcar un Libro.
Y estamos nosotres, pero también todos los cuerpos ausentes que hacen parte de nuestras experiencias colectivas de las que cada quién forma parte. Están acá todxs aquellxs personas, experiencias que conocemos, que recorrimos, que piensan o construyen con nosotrxs.
Ser coherentes con esta idea de Relacionalidad que subyace en este libro de Escobar, Oesterweil y Sharma, entonces supone pensar la primera característica de nuestro ser, que es esta posibilidad de ser con, de devenir con, en palabras de Donna Haraway. Es en parte el desafío por el que acepté esta invitación de la editorial: nos une una política afectiva con Tinta Limón. Una relacionalidad político-afectiva.
Marcar un libro es dejar las marcas de uno en ese tiempo múltiple y social de nuestro presente.
Nos conocemos hace 20 años y ahí entra mi propia trayectoria política o biográfica. Después de la crisis del 2001 en Argentina y en el marco de esa potencia autonomista que signó ese acontecimiento político, muchos tomamos esas ideas del poder instituyente, del poder hacer o ser, más que del poder sobre, disputándole precisamente a la lógica estatal. Así eran todas nuestras praxis políticas de aquel post-2001. La mía empezó también por una editorial, Último Recurso, en la que milité durante muchos años y que tenía como premisas todas estas palabras- conceptos de las cuales los autores nos van a hablar en el libro: autonomía, autogestión, horizontalidad, democracia radical o participativa, de cuerpo presente y no representativa. En ese momento es cuando conozco a Tinta Limón en alguna de las primeras ferias de libros independientes que siempre se organizaban como alternativa a las ferias del libro hegemónicas. Hay una trayectoria política en la praxis de las editoriales independientes, colectivas y autogestionadas en nuestro país que traza su propio mapa.
En ese sentido, también va el agradecimiento a la librería Mal de Archivo que hoy aloja este encuentro. Este espacio también tiene una trayectoria muy ligada ese post 2001, junto a experiencias como Planeta X, El Trocadero, las huertas comunitarias, las asambleas barriales y estudiantiles, la génesis de lo que fueron las multisectoriales, los colectivos de artistas autogestionados y un sinfín de prácticas que esta ciudad de Rosario tuvo y que hay que recuperar como uno de los momentos más vitales de la agencia política de nuestros pueblos.
Este espacio, Mal de Archivo, como sabemos tiene un compromiso con los libros, con sostener precisamente el amor por los libros. Recientemente vimos como mucha gente empatizó visceralmente con el dolor, otro concepto que nos traen los autores, cuando acá se mojaron los libros luego de una tormenta devastadora, porque todo el mundo sabe el amor que se pone a ese trabajo, a este hacer. Ahí aparece otro concepto que traen los autores todo el tiempo, que es cómo el amor es una de las condiciones necesarias para las prácticas relacionales de la vida o para la construcción de las condiciones de la vida. Y también la alegría: en Mal de Archivo se baila, hay fiestas muy interesantes y es un compromiso con el hacer y el construir cultural también de nuestra ciudad.
Repongo estas biografías políticas que son colectivas porque así inicia el libro. Afirmando que las biografías y las trayectorias importan, construyen redes. Sus propias trayectorias biográficas. Colombia, Israel, Canadá. Experiencias situadas en diferentes lugares donde existen diferentes religiones, provenientes de diferentes disciplinas. Kitri viene del mundo de la biología, Michael es antropóloga con un trabajo académico activista en EEUU, Arturo también antropólogo pero que llega digamos por otro camino: el de la discusión sobre el desarrollo, la ingeniería, siendo uno de los referentes centrales de la ecología política latinoamericana. Esto permite un terreno fértil para la capacidad de percibir la comunalidad, las resonancias, la afinidad sin borrar las especificidades y las diferencias.
Una composición con muchas diferencias entre los tres autores, que los lleva a preguntarse qué tienen en común, y esto es la necesidad de pensar a contrapelo de las prácticas anti relacionales o no relacionales o del mundo Uno. A contrapelo de una política circunscripta al Estado y al capitalismo. Ese deseo común les revelaba un afecto, una posibilidad de conexión, que hace emerger el concepto de Relacionalidad. Un concepto filosófico y teórico. El libro tiene un fuerte componente conceptual. Pero lo interesante es que los conceptos emergen desde prácticas de movimientos sociales.
El libro se escribe durante la pandemia de COVID 19. Cuando uno lo lee entiende claramente por qué a estos autores la pandemia los lleva a empezar a escribir un proyecto que en realidad surge de una amistad político-académica. Surgió en un seminario transdisciplinar en Chapel Hill, carolina el norte que ese inicio en 2011 y se mantuvo, Kitri fue una de las primeras participantes. A su vez ese seminario sobre Relacionalidad surgió a partir de un grupo de trabajo sobre movimientos sociales. Esto implica que los movimientos sociales son productores de conocimientos y teóricos del presente. Paralelamente dictaban un curso sobre cambio social en tiempos de crisis. Conocimiento, acción y ontología. Y así van tirando de los hilos de redes de relaciones y colectivos de los que ellxs mismos hacen parte, y que están presentes en sus agradecimientos, muchos de los cuales son autoras y autores que conocemos y leemos.
Lo interesante de este libro es que los conceptos emergen desde prácticas de movimientos sociales.
Entonces voy a contarles del libro, pero no todo, así les dan ganas de comprarlo y leerlo. Pero me propongo que se lleven esas ganas como una pulsión vital y no como una deuda.
Porque un poco lo que viene sucediendo en nuestras vidas cotidianas es que tenemos que, tenemos que, y en ese tenemos que sumamos también todos los libros que tenemos que leer y que muchas veces no llegamos. Y una de las cosas muy buenas que tiene este libro es que los autores están situados en el pensamiento, en la acción y en la realidad compleja de nuestros días. De hecho, los autores dicen que no importa cómo se lea este libro, no importa si se lee en orden. Uno puede leer el último capítulo sin haber leído otra cosa, lo cual también nos da un poco de calma en esta cuestión de la deuda permanente.
Entonces, seré lo más fiel posible a lo que los autores nos hacen sentipensar a lo largo de 300 páginas, los interrogantes que plantean, las pistas que nos dan para algo muy fundamental en el libro, que son los retrocesos ontológicos que nos sirven para pensar nuestros haceres.
Si algo hace el libro es pararse sobre la idea de la muerte del individuo. La muerte entendida como umbral, donde la muerte simboliza no necesariamente algo malo. Ellos están planteando la no existencia del individuo, sobre lo que se van a parar para componer toda la obra.
Es importante decir, que es un libro transdisciplinar donde se abordan temas como el ser social, la antropología positiva, la democracia profunda, sustancial (en contraposición a la democracia de los modernos) filosofía, antropología, sociología, ciencia política, teoría decolonial, ecología política, materialismo histórico dialéctico, pero también tecnología, biología y urbanismos. Todos estos corpus teóricos están presentes a lo largo del libro que dialoga mucho en lo que Donna Haraway llama los artefactos de intervención: donde el arte, las ciencias sociales y la biología tienen mucho para decir sobre los problemas actuales. Esto es un acierto desde todo punto de vista, puesto que el drama de la crisis socioambiental, la policrisis, es precisamente no es abordable de manera disciplinar. Un planteo que va a estar presente a lo largo de todo este recorrido.
Además de presentar lo que dicen los autores, haré algunos aportes del mapa que voy construyendo a lo largo de este composteo que vamos haciendo con muchas otras personas. Me gustaría que pensemos algunas líneas de fuga sobre nuestra entrada a la política de la relacionalidad, que nos abran dilemas de nuestro momento histórico. Como dicen los autores, son portales donde las narrativas desfuturizantes, individualizadoras, competitivas, conviven con las relacionales, las creadoras de otros mundos posibles, de otras formas de saber que nos invitan a profundizar, a entramar para sanar colectivamente la vida humana y no humana.
Con palabras simples, situados en la urgencia de nuestro momento histórico, nos convidan a reinventar un modo de ser humano que no nos lleve a nuestra propia extinción.
Abrazar la vida en todas sus formas es, dicen, el compromiso más urgente que tenemos como especie en un planeta que está dañado. Y aquí nos necesitamos. Necesitamos ir más allá de la piel, en palabras de Silvia Federici. Ir más allá de nuestros cuerpos entendidos como los límites de la frontera de la piel. Ir más allá de entendernos como cuerpos máquinas. Ir más allá de la historia de la maquinización del cuerpo creada para que el capitalismo pueda explotar nuestros cuerpos cada vez de forma más intensiva. Recomponer creativamente el cuerpo que somos en su continuidad. Ser ecointerdependientes, en palabras de Yaya Herrero, una ecofeminista y antropóloga española que seguimos mucho. El libro empieza siendo una provocación, una interpelación, que es a pensar en diferentes niveles.
Cuando hablamos del pensamiento moderno, hablamos de un pensamiento eurocentrado, colonial, patriarcal, pero fundamentalmente construido a lo largo de la historia a partir de la idea de la naturaleza como exterior, inferior, canasta de recursos, esa cosa a ser dominada por el Hombre, con esa separación entre naturaleza y sociedad (muy bien explicada en el libro La muerte de la naturaleza, de Carolyn Merchant).
Con palabras simples, situados en la urgencia de nuestro momento histórico, nos convidan a reinventar un modo de ser humano que no nos lleve a nuestra propia extinción.
Para quienes no vienen de la crítica al pensamiento moderno, Relacionalidad es una pequeña revolución. Lxs autores explican precisamente la configuración de un sistema de dominación a lo largo de la historia, que hoy, de la mano de todos los ecofeminismos o los feminismos indígenas comunitarios, podríamos decir que es el sistema colonial, patriarcal, capitalista.
Pero para aquellos que sí vienen de la crítica al pensamiento moderno, que ya han trabajado mucho esta separación constitutiva de la modernidad entre sociedad/naturaleza y sus subsiguientes actualizaciones (pensemos en la separación ambiente/desarrollo por ejemplo), este libro también es interpelador y provocador para componer formas de sentir y pensar a contrapelo del modo de vida dominante, formas de ser a contrapelo de una imagen de un hombre blanco, individuo, que se pretende universal. Nos interpela sobre cómo ser fieles a esas prácticas relacionales que conocemos, estudiamos, y aquellas que construimos e intentamos practicar activamente.
Lo plantean como un terreno incómodo y un poco nos invitan a habitar esa incomodidad entre la filosofía del pensamiento moderno y los pluriversos que describen, con la intención de generar mundos pluriversales. En esta apuesta que hacemos, el riesgo es caer en lo que los autores van a llamar configuraciones por defecto modernistas, un concepto sumamente interesante. Que para lxs autores son retrocesos ontológicos. Esta parte del texto me parece que es de mucha ayuda porque son pistas que ellxs abren en donde nos exhortan a no tomar atajos cuando estamos en el seno de esas prácticas o estudiando esas prácticas o esos movimientos que pretendemos conocer.
Estas configuraciones por defecto modernistas que nos atrapan y limitan nuestra capacidad de percibir las realidades y potencias de muchos movimientos sociales son: malinterpretar los objetivos de los movimientos cayendo en las nociones estrechas de éxito y fracaso; entender la diferencia en términos de cosmovisión dualista; recrear el dualismo entre lo individual y lo colectivo y/o apegarse a la necesidad de disociar lo bueno de lo malo (esencialismos).
Está muy presente, como marco analítico, la ontología de Mario Blaser, para pensar la política relacional como praxis y como narrativa. Pero también están muy presentes los brillantes trabajos de la teoría decolonial, los movimientos antirracistas, los estudios de las cosmovisiones indígenas, la antropología cultural y, en particular, la obra de Marisol de la Cadena: la idea de la alteridad radical y de cómo convivir con el exceso de aquello que se me presenta, aquello que no puedo comprender dentro de mis propios marcos conceptuales. Como convivir con lo otro de lo otro, con la alteridad radical.
Todo el tiempo los autores nos van a sacar de esos lugares cómodos. Nos invitan a asumir que no tenemos los marcos conceptuales para imaginar y entender esa alteridad radical y esos otros mundos que, paradójicamente, tenemos la urgente necesidad de construir. Esta me parece una de las cosas más interesantes. Sobre el final, ellos dicen que quisieran que este libro sea una invitación para ustedes, “queridas, queridos lectores, que se preguntarán cómo pueden reconstruir una interdependencia consciente en sus vidas, dónde hay espacio para cultivar las condiciones para regenerar y regresar a la marejada de la vida, dónde en sus vidas pueden cultivar tecnologías de cuidado, nuevos nosotros y formas de colectividad, qué vías tenemos a disposición para descubrir nuestra misión histórica, aceptando visceralmente que no somos individuos pero sin dejar de ser un yo”.
Y la comprensión de que para tener futuros necesitamos cultivar el presente está más clara que nunca. Pero al mismo tiempo esta comprensión se produce en un momento en el que nosotros, los seres humanos, lo humano como especie pero más allá el planeta entero, estamos siendo sometidos a una temible aceleración del ritmo de la desfuturización en el sentido material y narrativo. No solo por la devastación en curso, sino quizás más aún por los discursos sobre la tecnología y lo artificial. La política pluriversal y relacional es una herramienta, un puente, portales (le llaman ellxs por momentos) una forma de atravesar. El objetivo es hacer vida y asegurarnos de que la vida pueda seguir haciendo y rehaciendo continuamente. Entonces, luchar contra la desfuturización implica un compromiso de participar activamente en la construcción de territorios de vida y diferencia, donde quiera que estemos o elijamos estar en el presente.
Y esto ellos lo van a hacer y lo van a plantear desde la poesía. Donde “poesía” aparece como una palabra genérica para convocar al arte en general, como posibilidad de apertura, de liberación de esos espacios cognitivos, la salida de la heteronomía diría Castoriadis, como el momento de creatividad, el momento donde el arte puede asumir el compromiso con la vida, en donde nos plantean que, tenemos que poder volver a abrazar el asombro, el deslumbramiento de existir, lo bello, lo extraordinario de dar y de recibir amor.
Por eso la poesía está presente a lo largo de todo el libro que, de hecho, empieza con un poema de Ayisha Sidiqqa, una joven activista paquistaní, que dice:
¿Y si el futuro es suave y la revolución es tan cariñosa que no se
aproxima nuestro fin?
Es tan extraordinario y tan bello existir.
¿Y si deslumbramos a la existencia una vez más?
Nacimos de tantos apocalipsis, ¿qué es uno más?
El amor sigue siendo la única venganza. Crece cada vez que
incendian la tierra
Pero, por si sirve de algo, lo haré de nuevo.
Apostaré en la humanidad una y otra vez.
Me comprometeré con la vida hasta la vida, mientras los árboles
caen y nos llevan con ellos.
Seguiría al amor hasta la extinción.
Es bellísimo. Y aparte, a mí, me hacía pensar en todo esto que vemos, sobre todo en los incendios, cómo el foco está puesto, por supuesto, en lo dramático, en lo espeluznante, en que son uno de los efectos más incontrolables de esto que llamamos crisis social-ambiental o ecosocial. Pero también nos tapa el amor de toda esa gente que sale a construir defensa de ese territorio que está siendo devastado y que está siempre ahí. La trama comunitaria de la vida, diría Raquel Gutiérrez Aguilar, está siempre ahí. Está siempre, en cada una de las mayores catástrofes que hemos vivido como drama de la humanidad.
Más que catástrofes claro, son resultantes de transformaciones de los usos del suelo, de modelos de producción alimentaria, que no son de alimentos sino de commodities, del modelo agroindustrial. Los autores parten de este diagnóstico de policrisis, de la emisión de gases de efecto de invernadero, de las causas antrópicas y capitalistas, de todas las derivas que está teniendo lo que en ele consenso académico científico se denomina la sexta extinción, de lo que significa el límite plantetario como límite material de nuestras vidas.
Pero no abundan, no lo describen. Por tanto yo tampoco lo voy a hacer, porque todos ustedes saben que siempre doy diagnósticos que pueden resonar incluso pesimistas, pero esta vez no: vamos con esta apuesta a la que nos convocan. Una apuesta que no es ingenua. Lxs autores conocen y han investigado y escrito ya sobre todo el trasfondo de esta policrisis, pero avanzan en otro sentido, tomando mucho de la biología, no como un campo disciplinar, como una construcción hegemónica de un modo de pensar. En esto están en línea con Carolyn Marchand, Lynn Margulis, Donna Haraway, Vincianne Despret, Sylvia Winter: la propuesta de otra biología recorre todo este libro, que tiene tres momentos: el primero es recordar, el segundo es optar, y el tercero es rehacer.
Parten del diagnóstico del predominio de una vida precarizante, destructiva, extractiva de nuestras fuerzas vitales, de nuestras emociones y plantean que esto supone la pérdida de la esperanza. Pero se proponen escribirle a los “híbridos” (nosotrxs aquí presentes), a los seres que estamos o queremos estar en transición, a los que convivimos con modos de ser relacionales pero también con la carga mental de los trabajos múltiples, remunerados o no remunerados, con esta este modo de la vida en hiperproductivista donde vivimos para trabajar y trabajamos para comer y poder seguir viviendo.
Escriben no para dar respuestas porque el libro, nos dicen, no es un manual de soluciones. De hecho, Relacionalidad plantea un marco de pensamiento complejo para pensar alternativas, aunque abrazan las ya existentes como los mojones desde los cuales que nos podemos parar.
En esto, lxs autores rechazan, por un lado, aquellas respuestas que vuelven a caer en el pensamiento moderno y eurocentrado. Las ligadas a la fe en la ciencia, la tecnología, la geoingeniería, de quienes buscan terraformar Marte para irse a vivir. O que piensan que con la Cybertruck se va a resolver el problema de la crisis ecosocial. En realidad, no piensan en resolver nada más que llevarse el mundo por delante y que no va a haber ningún incendio ni inundación ni nada que los pueda afectar, porque efectivamente la Cybertruck es un tanque de guerra horroroso. En definitiva, impulsan una ideología dominante por definición excluyente y ecocida.
Agrego, ligado a esto hace poco escribimos un artículo con Ezequiel Gatto, de la editorial Tinta Limón y Bruno Fornillo donde trabajamos esta ideología a partir de la ideología del litio como la supuesta gran salvación. Dentro de poco, espoileo, saldrá un libro también donde junto con Bruno tiramos del hilo para describir cómo existe una clara apuesta por terraformar Marte, pero además para salvarse los que se puedan salvar. No están pensando una solución para este problema: para 2100 vamos a ser 11 mil millones de personas y las respuestas que se están pensando desde las soluciones tecnológicas, o como le llaman cada vez más movimientos sociales desde las “falsas soluciones” son respuestas a las que el 99% de la humanidad tal vez no pueda acceder.
Plantean el compromiso de actuar ahora, en políticas relacionales y componer con otros.
Por supuesto que estos autores están discutiendo contra esta idea de lleno. Pero también discuten contra la otra idea: quienes presentan el colapso en términos de catastrofismo. Esta idea de que ya no hay nada que hacer. Una postura que conocemos, porque también discutimos con esa gente, porque lleva a la inercia. Lo que estos autores plantean en Relacionalidad es el compromiso de actuar ahora, en políticas relacionales y componer con otros.
Algo anda muy mal -dicen los autores- una angustia en el corazón de la vida moderna, pavor existencial, miedo al futuro, enfermedades de salud mental (que toman como un hecho político, al igual que el maravilloso libro de Mark Fisher Realismo capitalista, que refiere a las transformaciones en el capitalismo tardío, a las mentes que estallan en sociedades de cansancio). Nos quieren tristes, enfermos y cansados, porque son las pulsiones o la época de las pasiones tristes. Contra todo eso escriben.
Contra el resultado de una narrativa de separación. Le dan mucho énfasis a la narrativa como creadora de nosotros mismos. Narrativas que están entre nosotros y a su vez las reconstruimos en las prácticas sociales, las reproducimos. Narrativas de segregación, separación y jerarquización que ellos van a llamar Ontología dualista. Dualismo – Binarismo – Jerarquía – Dominación. Del hombre hacia la naturaleza, del hombre hacia la mujer. Abordan cómo nuestro sistema nervioso está preparado, en este magma de pavor existencial, para reaccionar. El impulso es reactivo. Esto me remite mucho al libro Esferas de la insurrección, de Suely Rolnik, donde explica cómo podemos tener actitudes reactivas y positivas. Es muy sugerente lo que dicen los autores: nuestro sistema responde reactivamente. Y eso nos lleva, por ejemplo, a la privatización del stress.
Pero podemos respirar… recordar y reconocer todo lo que ha estado y sigue estando bien en el planeta. Ahí es donde lxs autores, ingresan a analizar un montón de prácticas sociales y de movimientos que surgieron a lo largo del siglo XX y XXI.
La primera parte está centrada en lo que llaman La desesperada necesidad de construir otras narrativas y cito: “Sostenemos entonces que las verdades dominantes sobre las que opera el mundo uno, no funcionan” (p 24). Pero desde ya que no son solo las narrativas, sino los hechos que éstas producen: la fuerza, la violencia, los genocidios. Cito: “Nadie puede negar que la historia del capitalismo moderno ha sido materialmente violenta y destructiva. Lo ha sido y no lo negamos. Pero la existencia de dicha violencia requiere de versiones de la realidad que contribuyan a mantener ese status quo, que de otro modo sería insostenible”. Así tejen la relación entre narrativa dominante no relacional, que desplaza, niega, elimina los mundos de saberes, los mundos-vida, los pluriversos, hacia los márgenes.
En el capítulo 2 hacen la historización de la relación de la producción de la no relacionalidad y de los procesos históricos del colonialismo, el capitalismo, la esclavitud, la gran mortandad en América Latina, reconstruyendo la historia de la acumulación originaria en Europa y en los territorios del Abya Ayala, pero también la expansión en la conformación de los Estados naciones a inicios del siglo XX. Es decir, cómo el capitalismo le declara la muerte a la vida.
En el abordaje de la Relacionalidad, traen también, la filosofía-religión Ubuntu, de Sudáfrica, para decir yo soy porque tú eres, existo porque todo existe. El maestro budista Thích Nhất Hạnh definió esto como inter-ser: un principio fundacional de la existencia. De la mano de él traen también a la poesía.
Si eres poeta, verás claramente que hay una nube flotando en esta hoja de papel.
Sin nubes, no hay lluvia; sin lluvia, los árboles no pueden crecer;
y sin árboles, no podemos hacer papel.
La nube es esencial para que exista el papel.
Si la nube no estuviera aquí, la hoja de papel tampoco podría estar aquí.
Por lo tanto, podemos decir que la nube y el papel inter-son.
Y acá entran a discutir que este interser, esta relacionalidad que están tratando de definir y que jamás, pero jamás puede ser pensada como mera transacción, o interacción. No es un hashtag, o un like o el match, como se dice en Tinder. Nunca es desde mi yo individual. Y tampoco nunca puede ser entendida como transacción capitalista. No puede caer la enormidad de la palabra relación que nos están presentando, en la gestión de transacciones entre capitalistas, trabajadores y consumidores que crean cadenas de valor. Nunca. Eso es una medida frágil de la relacionalidad, van a decir.
Porque las relaciones sociales capitalistas no pueden pensar en la profundidad de la mutualidad, del destino compartido, la gratitud, el cuidado, la responsabilidad que compartimos como seres que vivimos juntos en este mundo, del que no podemos dejar de depender, y de las responsabilidades éticas que se derivan de ese reconocimiento.
Lo interesante y complicado es que la narrativa actual del realismo capitalista es tan poderosa que raras veces nos damos cuenta de que existen otras narrativas posibles. Tomando el planteo de Maturana y Varela, biólogos también, nos van a traer la idea de que un ser humano en realidad es participante en este mundo, un ser cuya percepción de mundo de hecho constituye ese mundo, ese poder de agencia, pero que al participar de él son constituidos por ese mundo.
Existe claramente una biblioteca y un río de tinta escrito sobre la relación, agencia-estructura y sobre cómo en realidad los sujetos subalternos o no subalternos tienen poder de agencia y de transformar, pero al mismo tiempo reproducen ese mundo en el que están insertos. Ellos dicen que la idea de relacionalidad abre las puertas a nuevas narrativas de vida, pero ningún concepto puede captarla cabalmente, porque ninguna relacionalidad es por fuera de un contexto o de una situación. Y ahí entran a la segunda parte del libro que es Optar, donde nos van a hablar de muchos movimientos, pero en particular, en la activación política de la relacionalidad.
Y acá usan toman el planteo de Sylvia Winter, que propone el humano como praxis, que es aquello que hemos hecho lo podemos deshacer y entonces conscientemente volver a hacerlo. Los autores dicen que esta idea conlleva la posibilidad de un proyecto biopolítico diferente y presentan esta idea de la biopolítica o del biomitos o de las biografías políticas en contraposición a la de la biología. Estos autores escriben, decía, para los híbridos, porque Winter considera a los humanos como híbridos y habla mucho de este mito rector, de esta narrativa.
Y los seres humanos híbridos son productos tanto de la biología como de la narrativa, es decir, tanto del BIOS como del MITO. Pero ¿qué es este mythos rector, la narrativa dominante sobre los seres humanos y la naturaleza humana en la que los humanos modernos vivimos? Aquí lxs autores nos dicen, primero, es universalizante. Los seres humanos son narrados como una especie única definida por la biología, y no como pueblos que se relacionan por medio de prácticas, discursos y cultura. Las reglas de la biología y las leyes de la naturaleza se vuelven leyes y principios universales que gobiernan y someten a los pueblos a nivel global. Segundo, es economicista y materialista, y narra la vida primordialmente como una búsqueda, un esfuerzo o una lucha por acumular materia y energía para sobrevivir y reproducirse. Tercero, es jerárquico, un esquema en el que los aptos y los no aptos son definidos no por las prácticas sociales, sino por la fuerza extrahumana de la selección natural. El sujeto en esta narrativa vive en un mundo de escasez donde todos compiten para consumir cada vez más. La guerra contra la escasez nunca se gana, pero dicha escasez se mantiene temporalmente a distancia por medio del trabajo, la productividad, el crecimiento y la expansión. Además, los deseos de poder y lucro de ese sujeto se narran como si fueran naturales e incuestionables: como si el poder y el lucro fueran intrínsecamente placenteros y deseables para todos los seres humanos.
En síntesis, dicen que estamos atrapados en una narrativa minúscula.
Entonces, en esta parte ellos van a proponer la idea de optar conscientemente, muy presente en el trabajo de Marisol de la Cadena, que a su vez sigue a Isabelle Stengers, acercándose a la alteridad radical. Significa no entender al otro por completo en un sentido racional, pero tampoco negar aquello que supera nuestra comprensión. Y Vinciane Despret, en este libro precioso que se llama Habitar como un pájaro, comienza el libro con la escucha de un mirlo que canta. Un canto que la asombra, la deslumbra. Escucha al mirlo cantar todas las mañanas con toda la potencia de su ser. Y no entiende por qué ese mirlo se esfuerza por cantar cada vez más lindo.
Estamos atrapados en una narrativa minúscula.
El mirlo la lleva a estudiar pájaros, se conecta con etólogos y se mete en el estudio de los animales, el comportamiento de los animales en su hábitat. Y empieza a discutir desde el comportamiento de los pájaros la noción de territorio como competencia, como conflicto. Discute la noción generalizada y universalizante de que los pájaros compiten por el territorio. Se conecta con decenas de investigadores, viaja a Israel a seguir a un maestro, desafía lo que dice el maestro, hace planteos observando aquellas singularidades.
Ese pájaro baila, dice en un momento, por ejemplo. Opta conscientemente por observar, aunque no pueda entender eso que está observando, para poder reconstruir otro tipo de territorio. Un territorio que no es un resultado de la competencia.
Volviendo a Relacionalidad lxs autores dirán entonces que optar conscientemente no se trata de pensar que la humanidad es buena y amorosa y que tenemos la salvación y que todo va a estar bien. Más bien consiste en demostrar la apertura de lo que es. Y nuestra agencia para elegir modos de vida que nos sirvan. Van a traer entonces toda la poética, el arte, el feminismo especulativo, la ciencia ficción, como portales del mundo de la imaginación. De mundos compost entre cosas que no necesariamente racionalmente comprendemos.
Esta política de la relacionalidad para los autores es central para pensar la transformación social. Y lo van a rastrear desde Martin Luther King, con la siguiente cita: “Toda la vida está interrelacionada, y todas las personas estamos atrapadas en una red ineludible de reciprocidad, atadas a una sola prenda de destino. […] Nunca podré ser lo que debo ser hasta que tú seas lo que debas ser, y nunca podrás ser lo que debes ser hasta que yo sea lo que debo ser… esa es la estructura interrelacionada de la realidad”.
Las luchas sociales que se presentan en el libro, van a decir lxs autores, siempre son entendidas, bajo el sesgo del pensamiento moderno, como éxito o fracaso. Y acá ejemplifican con la lucha por los derechos civiles de la década del 50 y 60 en Estados Unidos, que puede tener un relato exitoso por el logro del voto. Pero, ¿qué ocluye este relato? La radicalidad de otras perspectivas como Panteras Negras, Malcolm X y otros colectivos activos por abolir directamente la configuración racial del mundo. De hecho, nos dicen “buena parte del activismo se enfocó en explicar la potencia de lo que otros veían como una política ineficaz, encontrando un nuevo vocabulario político…”, “…política en red, redes de poder, rizomas, autoorganización, contribuyeron a validar y dar sentidos a un conjunto de movimientos al parecer abigarrados que otros descartaban por ser demasiados generales, descentralizados”.
Se considera al movimiento exitoso en el plano del Estado, de la política, pero fue mucho más amplio, complejo, tensionado de visiones. Como se explica en la obra Reconstrucción negra, del sociólogo panafricanista Du Bois, millones de personas durante y antes de la guerra civil lucharon por la democracia radical o la democracia abolicionista.
Después analizan el movimiento altermundista. Quizás uno de los movimientos más importantes del ciclo de movilización antineoliberal de los últimos tiempos. Me refiero a fines del siglo XX, en los años 90, cuando empiezan a manifestarse las profundas consecuencias del modelo. Es en el inicio del siglo XXI donde se abren ciclos de movilización, se gestan diferentes movimientos, luchas socio-políticas latinoamericanas. La Guerra del agua y del gas en Bolivia; las caídas de Mahuad y Bucaram en Ecuador con los movimientos indígenas levantándose desde los Andes contra cinco siglos de opresión y negación; el 2001 en Argentina, con su especificidad de los ahorristas, pero también mucho más allá, toda la gesta política de piquete y cacerola, la lucha es una sola.
No volvimos a lograr esa gran articulación de una consigna tan grande. Quizás, agrego yo, hasta la marcha de la diversidad de hace pocos meses atrás en Argentina, que logró articular de una manera tan poderosa a diferentes sectores contra la denuncia de regímenes opresivos. Contra el fascismo en todas sus formas y la multiplicidad de violencia y despojo que encierran.
También se ocupan de analizar, en el marco del movimiento alermundista, el último gran intento internacionalista, que fue el Foro Social Mundial, las contracumbres, y nos invitan a no pensarlo como un fracaso. Lo mismo con respecto a Occupy Wall Street, un movimiento al que se critica (desde el mundo de la cuenta por uno) por no haber tenido un programa, pero en esa ocupación cuestionaban todo un modelo político-económico, al tiempo creaban formas de vida diferentes. Los autores nos dirán que creaban comunalidad. Y ahí convocarán nuevamente expresiones políticas como las de Black Lives Matter y el zapatismo.
El zapatismo tiene un rol central en la ontología política que nos van a presentar. En su análisis invitan a no malinterpretar los objetivos de los movimientos cayendo en las nociones estrechas de éxito o fracaso. A entender la diferencia, no en términos de cosmovisión dualista, a no apegarse a la necesidad de disociar lo bueno de lo malo y, en definitiva, no ser esencialistas. Ese es el recurrente llamado a no caer en retrocesos ontológicos.
Me pregunto cómo leer las llegadas a la presidencia de Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador posterior a las luchas desde abajo. Cómo interpretar el divorcio entre algunas fuerzas de la potencia plebeya y el gobierno. Esto lo podemos leer a lo largo de cualquier fenómeno de transformación social. La Revolución Mexicana de 1910, por ejemplo, que fue impulsada por fuerzas muy distintas. Cada fenómeno político-histórico no refiere solo a la crisis de ese momento, sino que tiene tensiones mucho más profundas, mucho más potentes que lo que se pueda contar desde la resolución como un éxito dentro de la lógica estatal. Esto es lo que los autores traen desde la propia militancia autonomista.
Entonces nos dirán que estos deslices ontológicos, estas entradas a toda la potencia de los movimientos (en especial piensan desde el zapatismo), en realidad son portales, parte de una transición, o en términos de Gramsci, lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer. Y nos vuelven a proponer lógicas relacionales: Para nosotros nada, para todos, todo. Se vuelve así una afirmación de la relacionalidad. Donde nosotrxs desde aquí podemos inscribir el Somos humedal en la lucha contra los incendios del Delta de Paraná. Se vuelve una práctica relacional, una ontología relacional.
La afirmación de los pueblos Kondh en la India, de que la montaña de Niyam Rajah es sintiente es una declaración de una relación ética al decir de lxs autores. La tierra no es algo que se pueda comprar o vender. Esta relación es anterior a la búsqueda de un fundamento. Así como la afirmación de las comunidades collas y atacameñas de que los salares, la Pachamama, los apus son seres vivos, sagrados (agrego yo) es una relación de interioridad. Quienes viven en estos territorios hacen parte del mismo, interson.
Y nos invitan entonces a la última parte: diseñar. A intentar hacerlo por fuera del papel histórico y antropocentrado del diseño. Buscar cómo el diseño diseña mundos. Acá podemos articular la idea maravillosa de Bruno Latour: Dadme un laboratorio y levantaré el mundo. Lxs autores de entrada, van a decirnos que diseñar es verbo.
Desde la Bauhaus hasta hoy el diseño crea mundos. Pueden ser diseños para el mundo capitalista, consumista, para la mercancía, para la transacción. ¿O es posible diseñar de otra manera? Es posible.
¿Puede una práctica de creación de mundos acoger la interdependencia radical y ser capaz de operar eficazmente en la realidad del mundo contemporánea? Diseñar como praxis ontológica para hacer, restaurar, re-narrativizar la vida.
Desde luego la mayoría de los diseños son no relacionales. A los autores no les sorprendería que mañana surja una empresa que se llame Diseños Relacionales, fagocitando la imaginación política que tiene (incluso) este libro. Lo dicen, provocando una sonrisa a quien les lee, porque a buenos entendedores… Así ha funcionado el capitalismo, comiéndose todos nuestros sentidos políticos y antropofagiándolos. Todos nuestros sentidos de disputa disruptiva política los vuelve mercancía.
Pero es posible diseñar creando puentes hacia una vida relacional. Siguiendo a Tony Fry, dirán que diseñar de manera ontológica se trata de la creación del mundo de lo humano. Uno de los efectos más graves de la modernidad es la desfuturización. Fry dice que la modernidad no solo le robó el futuro a los pueblos que dañó y explotó, sino que puso en marcha un proceso que negó el futuro y desfuturizó tanto a los nacidos como a los no nacidos.
Pero nuestrxs autores de Relacionalidad sugieren actuar en aras del desarrollo relacional de un nuevo tipo de ser humano. La política de restaurar, re-narrativizar la vida emerge profundamente en las prácticas, en las cosmovisiones de América Latina en los últimos 30 años. Y emerge profundamente abrazada a conceptos ontológicos relacionales que conocemos: territorialidad, comunalidad, autonomía, re-existencia, transiciones pluriversales y política en femenino. Rastrean las zonas de contacto pluriversal.
Nos invitan entonces a diseñar. A hacer mundo relacionalmente, como formas de creación de contacto pluriversal. A pararnos en la incomodidad de las interfaces ontoepistémicas, como portales que permiten que emerja política relacional. Alli, plantean cosas que están sucediendo y de las cuales emerge un entramado de conceptos: la re-comunalización de la vida social, la re-localización de las actividades, ciudades de proximidad, re-localización del alimento, urbanismo.
Es cierto que la sustentabilidad es una palabra fagocitada por el capitalismo, ya nadie sabe qué nos dice. Pero sabemos que hay prácticas que tensionan hacia la radicalidad política, que hacen propuestas de diseño de ciudades, por ejemplo. Entonces traen toda la experiencia presente, activa, plural, de las luchas por la soberanía alimentaria, por la agroecología, del fortalecimiento de las autonomías, de la convergencia necesaria de esas autonomías.
Es como si abrazaran la autonomía, pero no para quedarse en islotes no relacionales. Es necesaria una convergencia, al mismo tiempo de una apuesta necesaria de reducir la dependencia de las economías dominantes. Desde ya que mencionan la despatriarcalización, la desracialización, la descolonización de las relaciones sociales. Esta óptica feminista y antirracista es fundamental para sanar el tejido de interrelaciones que conforman los cuerpos, lugares y comunidades que todos somos y habitamos.
Abordan la pregunta acerca de qué tipo de prácticas son capaces de despatriarcalizar y descolonizar aquí y ahora; y convocan a Gladys Tzul Tzul, a Lorena Cabnal, a Julieta Paredes, a todas las feministas indígenas xincas, mayas y aymaras. Y a través de ellas a retomar a Mariátegui, a Maceo, para pensar la potencia de las células organizativas de la vida comunal. Traen también a la conformación de Vía Campesina, en la expansión de la definición de la soberanía alimentaria como el derecho de los pueblos a una alimentación saludable, producida con métodos respetuosos con la ecología.
Para sintetizarlo, retoman: nosotros no pedimos la propiedad de la tierra nosotros proponemos otro arte de habitar en la tierra. Aquí traen de múltiples maneras la palabra de la weichafe mapuche Moira Millán. El centro de nuestro desafío inédito es reimaginar cómo compartir el planeta tomándonos en serio la magnitud de los cambios que tendrán lugar en los próximos 50 o 100 años. El problema es el Modo de vida imperial, como dicen en su libro Ulrich Brand y Markus Wissen.
El asunto es cómo construimos esas prácticas relacionales, cómo no volverlas otro trabajo, otra carga.
Diseñar de forma pluriversal contribuye a reparar los daños sociales ecológicos existenciales y emocionales causados por la individuación, la deslocalización, la descomunalización, la desvinculación con la naturaleza y con los ciclos vitales. Diseñar de forma pluriversal implica recuperar la capacidad de hacer vida en forma autónoma. Desmantelar el mandato de masculinidad que está en la raíz de la ontología dualista. Diseñar de forma pluriversal puede volverse una agencia clave en las transiciones, donde, dirán los autores, el diseño es el acto más audaz. Plantean una y otra vez, cómo aquello que hemos hecho lo podemos deshacer y entonces conscientemente volver a hacerlo. Las pistas que dejan están muy en sintonía con locuras que estamos pensando desde distintos espacios. Porque hay que estar un poco loco para no caer en los lugares cómodos de realismos políticos, o planteos universales y modernos de lo que se puede y lo que no se puede hacer.
Uno de estos espacios desde los cuales venimos haciendo propuestas, que yo creo son profundamente relacionales, es el Equipo Transiciones. Un espacio donde convergen más de diez colectivos del mundo anfibio del “entre” la militancia y la academia, al cual se han sumado muches investigadores más, en un esfuerzo transdisciplinar, desde donde imaginamos senderos, alternativas, hacia una transición ecosocial justa y popular en nuestro país. https://equipotransiciones.org/
El asunto es cómo construimos esas prácticas relacionales, cómo no volverlas otro trabajo, otra carga. Cómo hacer la militancia del activismo gozoso, como dice de nuevo Federici. Ahí hay una pregunta y un dilema concreto, porque la realidad es que somos cuerpos finitos hastiados, cansados agotados y me parece que algunas de las claves van por la idea de la pausa, por la desconexión selectiva, incluso de la información que llega, aunque no queramos. El estímulo negativo, el impulso reactivo de nuestros sistemas nerviosos-intestinos a responder a eso. Esto nos está llevando a muchos problemas de salud mental que no están siendo politizados, como bien plantea Fisher, entre muchos otrxs claro está.
Hay una cita en el libro de Vinciane Despret que es un libro que yo puse en diálogo con el de Relacionalidades, pero también con otro gran libro que es el de Afectividad Ambiental (Omar Giraldo e Ingrid Toro, 2020) y que es una cita con la cual quisiera cerrar mi parte en este diálogo:
“…No olvidar que, si la tierra cruje y rechina, también canta. Es no olvidar tampoco que esos cantos están desapareciendo, pero que desaparecerán más aún si no les prestamos atención. Y que, con ellos, desaparecerán múltiples maneras de habitar la tierra, invenciones de vida, composiciones, partituras, melodías, apropiaciones delicadas, maneras de ser e importancias. Todo lo que hacen los territorios animados, ritmados, vividos, amados, habitados. Vivir nuestra época llamándola fonoceno es aprender a prestar atención al silencio que el canto de un mirlo puede hacer existir. Es vivir en territorios cantados, pero es asimismo no olvidar que el silencio podría imponerse. Y que, a falta de atención, de igual modo, correremos también el riesgo de perder el coraje cantado de los pájaros” (Despret, 2022).
En otras palabras, siguiendo el planteo del bello libro Relacionalidad lo nuevo podría nacer hoy, si consideramos que la crisis planetaria está creando nuevas condiciones para el pensamiento y la posibilidad de otros modos de relación. Este libro es sobre cómo crear vida de forma relacional, pero también es sobre el desafío de transitar de una narrativa a otra, sobre cómo navegar la transición y convertirnos en algo distinto a la fuerza gravitacional de lo conocido.
Muchas gracias.
Mel Argento
Rosario, 11 de abril de 2025